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Evo galaxia o el devenir del gran resentido

Usualmente el presidente Morales opina sobre cuestiones que desconoce. Actitud temeraria pues se arriesga a dejar en evidencia su ignorancia. Ciertamente eso no parece intimidarlo desde hace años. El pasado 24 de junio, durante la promulgación de la ley de creación del municipio de San Pedro de Macha, su excelencia criticó la democracia basada en las minorías y mayorías porque, según él: “Es una democracia importada de Europa. Cuando hay mayorías y minorías, siempre hay resentidos. Aunque la mayoría tenga razón, las minorías que pierden, ya quedan resentidas y hay peleas, a veces por intereses personales o sectoriales” (Los Tiempos, 24/06/2019). Estamos ingresando a la etapa más intensa del periodo electoral, por tanto sus asesores deberían calcular cuántos potenciales votos pierde el presidente cuando lanza a quemarropa uno de sus comentarios desatinados. Quizá lo más útil sería regalarle El Federalista de Hamilton, Madison y Jay, todo un clásico en el estudio del derecho constitucional y el pensamiento político moderno, donde se explica por qué la democracia representativa fue la forma de gobierno escogida por los Estados Unidos luego de independizarse de la corona inglesa. El primer mandatario entendería que la democracia representativa es producto de la Revolución Norteamericana de 1776, inspiradas en varias ideas de la Ilustración, y que no fue “importada de Europa”, de hecho los filósofos ilustrados del siglo XVIII no cesaron de admirar el avance de la “civilización” en Estados Unidos, en contraposición de las monarquías absolutas que reinaban en la mayoría de los Estados europeos de la época. Quizá lo más práctico sería que los encargados de la campaña electoral del MAS aporten “voluntariamente” para construir un Evomovil, un vehículo similar a los papamóviles utilizados por los pontífices. Así su excelencia podría hacer proselitismo sin arriesgarse a ser traicionado por su propia lengua: “Ve, hazte ver, sonríe, saluda pero, eso sí, no hables, no lo arruines jefe, estamos en campaña. La idea es recuperar a los disidentes, seducir a los indecisos, no hacer que te desprecien”.

Pero la sabiduría presidencial no tiene límites. En el mismo acto indicó que la democracia en el sistema de organización del movimiento indígena originario campesino es “por unanimidad y de consenso” y que, lo ideal sería sustituir con ella a la democracia representativa. Más allá de la idealización y los prejuicios que denota semejante propuesta, lo alarmante es la idea subyacente: la disidencia siempre es traición. Resistirse al poder necesariamente debe provocar la estigmatización del agente rebelde. No solo el vocabulario presidencial sino el discurso que manejan el gobierno y el MAS están repletos de sustantivos para designar a los antagonistas irreconciliables: vende-patria, traidor, neoliberal, limosnero, imperialista, resentido.

La historia del pensamiento político moderno en occidente puede entenderse como la lucha contra el poder. Entre quienes defendían la constitución del Estado moderno en tanto forma de organización política que concentraba todo el poder y aquellos que argumentaban por limitarlo. Jean Bodin y Thomas Hobbes forman parte del primer grupo, John Locke y Montesquieu del segundo.

Concretamente en el Leviatán, Hobbes intenta justificar la existencia de un poder absoluto como el Estado, su limitación conllevaría la anarquía, el terror hacia las guerras civiles y religiosas que vivió Inglaterra en el siglo XVII, sin duda condicionaron la propuesta teórica hobbesiana. La única forma de evitar el regreso al estado de naturaleza, a ese periodo ficticio donde los hombres vivían en una guerra perenne de todos contra todos, era entregarle todo el poder al Leviatán, ese monstruo bíblico que personificaba al Estado moderno.

Un libro interesante para entender ese desarrollo es El nacimiento del Estado de Quentin Skinner. En él se explora las alteraciones por las que atravesó el término Estado en el pensamiento occidental. De ser un concepto para denominar un determinado status de algunas autoridades en el Digesto del derecho romano, el término evolucionó para denominar un poder político supremo, una persona artificial abstracta e impersonal que detenta la soberanía, un poder concebido como absoluto. Hobbes es el filósofo que, según Skinner, logró articular la concepción moderna de lo que entendemos por Estado en tanto detentador del poder político supremo. Eso no impide rastrear la historia del concepto y entenderlo como el centro de disputas teóricas y políticas intensas. Por Estado no siempre se entendía un ente colectivo, sino una situación jurídica de algunos hombres.

Era un término utilizado para designar a los funcionarios públicos. La persona era inseparable, conceptualmente hablando, del cargo que ejercía. Sin embargo, desde el siglo XIII hasta el XVII (cuando Hobbes publica el Leviatán) el concepto se transformó gracias a los intensos debates de teóricos que tomaron partido en dicha disputa: ¿se debe contar con un poder político absoluto o se debe limitar ese poder? Según Skinner, los juristas oriundos de las ciudades libres italianas (Venecia, Génova, Milán, Florencia, entre muchas otras) fueron decisivos en la concepción del Estado como organización política orientada al bien común, es decir, en tanto tipo de entidad diferente a las personas que ejercían autoridad, pero sobre todo como ente encargado de velar por quienes cedían parte de su libertad para permitir su constitución. Fue gracias a estos juristas que se pudo diferenciar progresivamente gobierno de Estado. Desde esta época muchos autores, inclusive el propio Maquiavelo, diferenciaron progresivamente al Príncipe (autoridad) y al Status (Estado en tanto organización política artificial cuya finalidad era servir a los ciudadanos). Fueron los autores llamados republicanos los que, durante el siglo XIV, vieron los peligros que acarreaba la concentración de poder político del Status y antepusieron la libertad de la comunidad frente a esa amenaza latente. Como mencione al principio, dos siglos después, ante la brutalidad de las guerras civiles que azotaban Inglaterra, Hobbes tomará el partido contrario y entenderá que el Estado, el Leviatán, debía contar con el poder suficiente para mantener el orden por más que ello implique aplastar las libertades de los individuos.

Sintetizo algunas ideas del libro de Skinner porque me interesa resaltar que la identificación del Estado con una persona es propia del derecho romano medieval. Conocer la evolución del término, más allá de la intensidad de las posturas que pujan por concentrar poder o defender la libertad ante ese poder, es útil para contrastar el carácter retrograda del discurso del MAS con su falsa vocación democrática.

“Evo pueblo”, “Evo país”, “Evo galaxia” son intentos del discurso oficialista de articular la idea de comunidad política con el individuo que supuestamente es la condición sine qua nom para garantizar nuestra salvación. Eso no es nada novedoso porque el MAS ha elaborado esa idea desde hace años. El problema es la radicalidad progresiva de esa pretensión, pues hace de la destrucción de los adversarios políticos un imperativo. La concentración del poder es la única alternativa para darle oxígeno a la desgastada maquinaria electoral masista. Cerrar filas ante los enemigos del proceso y clausurar cualquier posibilidad de dialogo en tanto no conlleve sumisión, son medidas que demuestran su decadencia que ha desfigurado la idea de gobierno constitucional. Los gobernantes son funcionarios públicos, su finalidad es servir a la colectividad. La idea “Evo pueblo” implica la condensación del sentido político y simbólico de un proceso histórico en un simple individuo. La concentración del poder está en abierta contradicción con la democracia plasmada en la Constitución Política del Estado Plurinacional. “La soberanía reside en el pueblo boliviano” dicta el artículo 7 del texto fundamental, el poder supremo estatal emerge de una colectividad no de un elegido. “Evo galaxia” es un intento de suplantar las ideas de comunidad y pluralidad con militantes afines al partido de su excelencia. Intento patético si se considera que, desde hace años, el MAS necesita cohesionar a sus miembros con frecuentes demostraciones de fuerza como la del pasado 18 de mayo en Chimoré. Es necesario persuadir a escépticos e infieles de que la fuerza del aparato no ha disminuido sino, todo lo contrario, está creciendo hacía el infinito.

La frustración por la imposibilidad de consolidar un proyecto totalitario genera resentimiento. El miedo ante la posibilidad de ser desplazado del poder ocupado por tantos años produce un rencor abrumador en el primer mandatario. Es por eso que es imperativo descalificar a quienes no forman parte de esa comunidad ilusoria: limosnero, narcotraficante, evasor de impuestos, asesino de ballenas, selenita. No importa el calibre del adjetivo ni siquiera lo inverosímil de las acusaciones. “Evo pueblo” es un intento de simplificar la realidad social, un proyecto trunco que da señales de venirse abajo desde el momento en que el gobierno decidió desdeñar los resultados del referéndum del 21 de febrero de 2016, desde el instante en que olvidó que la soberanía radica en el pueblo, no en un individuo, un partido político o sus organizaciones sociales afines, desde el momento en que demostró que su lucha contra el capitalismo encubre sus añoranzas de construir una carretera que parta al TIPNIS en dos. Confrontar el fracaso de ese plan autoritario genera el verdadero resentimiento. “Evo galaxia” es una ironía que utilizo para describir el proyecto político deformado en el que muchos creímos alguna vez. Evo el gran resentido es el personaje que deviene durante la última etapa de un proceso que dura 14 años y se niega a morir.

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