Heberto Arduz Ruiz  

 Corría el año 1958, Toto  Vaca  Vidaurre  nació en San Lorenzo en el seno de un modesto hogar integrado por José Vaca  Murillo y Francisca Vidaurre. Estudió en el Colegio San Calixto de la ciudad de La Paz y en el Antoniano  de Tarija, recordando entre sus condiscípulos a Boris Maquiavelo, en el primer establecimiento, y  a  Wildo Castellanos Arce  en el segundo.

No nos vemos desde la última vez que nos vimos –me dice con una  marcada sonrisa apenas se inició el encuentro. Qué extraño, repuse, pero ahora te propongo desandar lo andado por ti, que al paso que vamos  es buen trecho. Veremos lo hecho. Le explico que la plática tiene que ser breve como él; aunque lo veo más grueso,  ya que está creciendo a lo ancho. ¡Qué va!, también  la buena mesa que abunda  en la ciudad es la culpable, además de los festejos de fin de año e inicio del nuevo, ¿cómo podrán hacer dieta los nacidos en este valle…?

Cursó estudios de Artes Plásticas en San Pablo-Brasil en la Fundación Armando Alvarez Penteado, en calidad de becario; habiendo obtenido la licenciatura en Educación Artística con mención en Artes Plásticas. En aquella época aprendió a tocar guitarra y en 1982 compuso Tiempo feliz, evocando a la patria lejana en la que su enamorada vivía y se constituyó en  musa. Y él era el divo, puntualiza, y en seguida aclara: el dibujante, no divo. Luego afirma que se sorprendió al conocer que Fernando Arduz Ruiz hizo la partitura que se publicó en el suplemento cultural Cántaro.

Tal composición se popularizó y mereció entre quince a veinte versiones musicales, en los ritmos de bolero, jazz, zamba y aún reggaetón. En lo personal, me quedo con la  magistral interpretación de  Fernando, aunque cada versión tiene su caché, o, mejor, sus matices melódicos. Inicialmente no llamó mucho la atención  y Los luceros del alba fueron los primeros en grabar el tema. Posteriormente Toto  registró junto a Yalo Cuéllar otro álbum bajo el nombre de Quiero ir al Chaco, consistente  en un disco de vinilo del sello  Discolandia con seis temas propios de cada uno.    

Entre  pregunta  va  y respuesta  viene, comenta que cuando él empezó a tocar guitarra   Fernando    descolló  entre los cultores del arte musical, gracias a su temprano  empeño, clases con el maestro Ernesto La Faye, dos seminarios internacionales de guitarra en Montevideo  y estudios en el Real Conservatorio Superior de Música  de Madrid.

En un paréntesis de la charla le obsequié mi libro Tiempo y vida; alegrándose al saber que el motivo central del librito no es otro que los incendios de la  Chiquitania, región a la que dijo pertenecer por ser chiquito de estatura.

Notable sentido del humor. Lo escuché contar un cuento del tartamudo, quien cuando se encontraba estudiando en el domicilio  de  Fernando, compañero en el colegio San Bernardo, su progenitor, coronel Ricardo Arduz E., le hizo conocer la alocución de un autor chileno, originalmente dedicada a la Toma de la Bastilla, a la que  el militar le cambió el sentido  adecuándolo al  25 de mayo para una hora cívica, cuyo texto  leyó y Toto  luego  muy entusiasta memorizó. Al empezar la pieza, expresaba: “Caagalleros y dimas, digo damas…Tengo el alto honor de digerirme, digo dirigirme…” 

Y en retorno a la música relata que está editando otro álbum con composiciones nuevas, el mismo que hasta el mes de abril del año en curso se podrá concluir y poner a la venta.  Sin duda constituirá un  éxito.

Antes del último apretón de manos a fin de dirigirme a la campiña tarijeña en grupo de amigos, le aseguro a Toto que su nombre suena mucho  y conste que  él no es boxeador. Hasta pronto.