La Editorial 3600 publica en Bolivia la primera entrega de La trilogía de la adhesión, una “trilogía al revés” conformada por las novelas Las horas de más (inédita hasta el momento), Aviones de fuego (2015) y La quintaesencia suave (2009)
Por Diego M. Flores
Emilio Losada vuelve a publicar novela de nuevo fuera de España. Después de hacerlo en Estados Unidos y en México con Aviones de fuego (novela galardonada en este país con el Premio de Novela INK en 2015, en España publicada en 2017 por la Editorial Renacimiento), ahora le toca el turno a Bolivia con Las horas de más. La ha publicado El Hado Propicio, el subsello para autores extranjeros de la prestigiosa Editorial 3600. El autor está pasando unos días en el sur de Portugal recuperándose de un accidente de motocicleta. Hablo con él vía telefónica. La línea se corta varias veces. Entre esta circunstancia y el hecho de que Losada detesta hablar por teléfono (en realidad detesta el aparato en sí, en cualquiera de sus variantes clásicas o modernas), la conversación se hace dura de verdad.
P: ¿Por qué en Bolivia? ¿Cómo llegaste a 3600?
R: El año pasado, en los prolegómenos del virus de marras, escribí a la editorial para pedir ejemplares de la reedición que hicieron de El exilio voluntario, la maravillosa novela del maestro Claudio Ferrufino, galardonada con el Premio Casa de las Américas 2009, que yo había prologado para esta ocasión. El tipo que me respondió fue muy amable y estuvimos intercambiando mensajes durante unos días. Resultó ser Willy Camacho, el abnegado director de la editorial. De buenas a primeras le propongo que me publiquen tres novelas, una inédita y otras dos ya publicadas: La quintaesencia suave y Aviones de fuego, la “mexicana”. Conformarían “La trilogía de la adhesión”. La inmediata respuesta del bueno de Willy: “Ya tenemos proyecto editorial para el año que viene”. Genial, máxime cuando en España… pues ya es que no hay forma, la cosa con respecto a la encomienda anda de mal en peor.
P: Sé de buena tinta que un lector de cierto grupo editorial de nivel, digamos “planetario”, redactó un informe muy halagador sobre Las horas de más pero que te instó a hacer ciertas concesiones si querías que recomendara su publicación.
R: Algo de eso hay. Era lectora, no lector. Mira, si algo tengo claro son dos cosas: yo no pago por publicar y no hago concesiones de trama… ¡y mira que me importan poco las tramas!
P: Si te parece, si no lo dices tú lo digo yo, que sé del asunto, y no precisamente porque tú me lo hayas contado.
“ETA fue un problema sexual”
R: O si quieres te lo digo yo, que la verdad es que el asunto me la trae floja, es cosa del pasado y el pasado es eso, pasado y punto. La buena señora me vino a reprochar la relación… digamos especial de los dos hermanos. ¿¡Mande?! Y lo que es peor: ¡me acusó de hacer apología de ETA! Yo es que me parto. “¿Ha leído usted la novela que le envié o se le ha traspapelado con otra?”, le pregunté. ¿Desde cuándo el autor es responsable de los que dicen o hacen los personajes? De eso ya se quejaba Chéjov hace la tira. No hemos avanzado nada. De verdad, estos tiempos me superan. Entre la recalcitrante derechona y la izquierda correctita, estamos realmente jodidos. ¡Como sigamos así nos comen los fachas…, nos comen! [risas].
P: Es ya un topicazo, pero malos tiempos estos para la libertad de expresión.
R: ¡Malos tiempos para la libertad en sí, qué puñetas! Lo de la señora esta… Fíjate si se topa en su momento…, ¿yo qué sé?, con El almuerzo desnudo, Último tren para Brooklyn… o El exilio voluntario, de Claudio.El mismo Claudio creo que ya tuvo sus más y sus menos con alguien del jurado del Casa de las Américas. Los otros, ya ni te cuento [risas]. Comparada con esas tres obras maestras de la literatura histérica, mi novela, con todo su incesto, su violencia, su poca [sic] de ETA y todos sus avíos, es mera mariconada. Yo es que ya no sé qué coño le está pasando al mundo en general y a este país en particular. El otro día descubrí que alguien ha colgado en YouTube La última cena, el maravilloso especial de fin de año de Gurruchaga. Año 88. ¡La madre de Dios, qué maldita maravilla! ¡Y qué tristeza! Yo lo vi de crío y ya aluciné. Cosas como estas serían impensables ahora. De hecho, el ABC y demás panfletos ya le atizaron a base de bien a Gurruchaga en su momento por ello. La cosa viene calentándose desde hace tiempo. Muy triste, insisto, comprobar cómo España se ha ido yendo alegremente a la mierda. Y mucha tristeza también constatar que hubo un tiempo en que fuimos un país cojonudo (1). [El enlace a este vídeo y a otros sitios aludidos en esta entrevista los añadiremos al final de la misma].
P: Hablando de ETA: precisamente esta mañana Otegi, con motivo del décimo aniversario del “cese definitivo de la actividad armada” [esta conversación con Losada se produjo el 18 de octubre], ha pedido perdón a las víctimas de la banda.
R: ¿Sí? ¿Sin piruetas ni subterfugios ni cacahués ni nada?
P: Puedes leerlo cuando quieras.
R: Que ninguna caranalgada made in Spain interfiera en mi agradable asueto lusitano, amigo. Pero, vamos, esto que me dices… Pues ya era hora. Otegi es el hijoputa útil en el tinglado. Un cobardica, pero más que necesario en su momento, es evidente. Ahora voy y te suelto el topicazo, va: que pidan perdón también los sociatas por el GAL, los fachas por Franco…, ¡las madres de Ortega Smith y aledaños por parir semejantes engendros! [risas].
P: Yo he leído tu novela y esos momentos no me aparecen apológicos de ETA para nada.
R: Solo una mente enferma puede ver algo apológico de ETA en mi novela. Es más bien todo lo contrario. En la novela, Martín de Bilbao, poeta vasco lamentablemente apócrifo, le afea al joven protagonista la “defensa”, entre muchas comillas, de algún que otro estropicio de ETA. Martín no se anda por las ramas (y en esto sí que estoy totalmente de acuerdo con el personaje en cuestión): “ETA es un problema sexual”, le suelta. Pues eso: ETA fue un problema sexual. Te lo dice Martín en la novela y te lo repito yo aquí: si a un pipiolo de aquellos autodenominados gudaris se le pone a huevo un pibón con buena onda, ¿a qué plantearse saltarle la tapa de los sesos a un tipo, por muy picoleto, militar o mamonazo en general que sea? Desde los polimilis, o quizá mucho antes, ETA no tiene razón de ser. Se convierte en el negocio de unos espabilados que tiran de la idiotez postadolescente de cuatro chavales mal cogidos. ¿O es que acaso no le has visto la cara a David Pla, el último jefe de ETA? Hay un vídeo con el putrefacto del Abascal, ambos en una tertulia en la televisión vasca de hace la tira que anda qué… Tanto monta y monta tanto. ¡Unas caras de alelados, unas chorradas que sueltan, una cosa…! Yo creo que de aquella ambos, aparte de capullos perdidos, que esas cosas vienen siempre de antiguo, eran vírgenes y todo (2) [risas].
P: Te he leído y oído hablar mucho a ti de ETA.
R: ETA ha marcado a mi generación. Y no digamos a las dos anteriores. Pero ¿vamos a dedicar toda esta entrevista al temita etarra? Yo pensaba que esto era por mi novela. Si quieres ya puestos hablamos de Gorvachov… o de EMASESA [risas].
P: Tienes razón.
R: Un poco sí, ¿no?
“El smartphone es el más horrendo de los inventos modernos”
P: “Otra maldita novela sobre Tánger”, pareces autorreprocharte en el texto introductorio (3).
R: Hombre, no es que me lo reproche. Pero sí soy una víctima más de Tánger. O lo he sido, porque cuando abran el puerto y vuelva a dejarme caer por allí no sé si lo seguiré siendo. Lo de Tánger fue un flechazo a primera pisada. Me llevó allí una novia muy viajera que tuve y me enamoré totalmente de la ciudad. Y no solo por el mito. Era una cuestión de energía. Mi predilección por los escenarios decadentes tuvo mucho que ver, claro. Aquella ciudad tan sucia en el mejor de los sentidos y tan esplendorosa a la vez, los solares mugrientos, las casas sin terminar… ¡Una ciudad sin smartphones! El smartphone es el más horrendo de los inventos modernos. Yo tengo uno, es inevitable; pero intento que no domine mi vida. Aunque a veces se me ha ido de las manos. Con la papa, ya sabes. Ojalá no existieran. Prácticamente se han cargado la tertulia clásica. Entras en el Gran Café de París y todo el mundo está liado con el dichoso aparato, sin hablar entre sí. Es tristísimo. Mi primera preocupación al empezar una novela, desde la ya lejana primera, es buscar una excusa para que al menos el personaje-narrador prescinda del dichoso teléfono móvil. No hay nada menos literario que el móvil. Cuando solo servía para llamar y para enviar algún mensaje urgente porque se te iba en ello los dineros, pues vale. Pero esto de ahora… ¡Uf, sostengo! Pero volviendo al tema de Tánger… De cumplirse lo que me temo…, ¡qué pena más grande, maldita sea! ¡Ay, mi Tánger del alma, pobrecica mía! Será la peor ruptura de mi vida. Sin duda.
P: A tenor de esto que dices, en cierta forma tu preocupación por la gentrificación centra esta obra.
R: Esta y las otras dos que conforman la Trilogía de la adhesión. Lo de la gentrificación es un tema que me preocupa y me afecta sobremanera. En el texto introductorio lo abarco sin cortapisas, así que si incluyes el enlace me ahorro la perorata.
P: En Las horas de más esto lo encarna el personaje del Mierda.
R: Pues sí. Lo tiene todo, pobre. Un asco de persona. El típico acérrimo raso de Vox, pero con algo de pasta. La peste, vaya.
P: En tus novelas siempre hay dos personajes de origen dispar cuyas respectivas idiosincrasias confluyen de una forma muy especial. En este caso Asier y Martín, aparte de provenir de sitios bastante alejados (Madrid y Bilbao), son de distinta generación.
R: Bueno, tampoco tan alejados. Bueno, si te refieres a… Pero no entremos ahí otra vez. En todo caso, me gusta cómo has definido esa relación. Así es. ¿Quién no querría tener un amigo como Martín, alguien con la suficiente carretera como para darte un toque sutil cuando la estás metiendo hasta el fondo? Esos personajes complementarios son mis preferidos. Demasiado Azcona, supongo [risas].
«Los caminos del cantamañanas congénito son inescrutables. El redescubierto –o descubierto a secas– Fante, por ejemplo, es ahora celebrado con el mismo entusiasmo con el que seguramente mañana será puesto a caer de un burro sin el menor miramiento. Al tiempo»
P: Les sueltas un buen rapapolvo a esos que defines como “escritores del establishment”. Transcribo un párrafo de lo más ilustrativo: “A todos estos autorcillos, editorzuelos o plumillas del tres al cuarto no se les cae al suelo la moral de vergüenza cuando manifiestan un postinero desdén hacia la literatura poco elevada de, pongo por caso así, a bote pronto, Victor Hugo, Dickens, Hemingway, Baroja…, el mismo Kerouac, Marsé…, o en poesía Bécquer o Rubén Darío y demás figuras superadas para el establishment literario postmoderno, tan exclusivo y bobalicón que ni siquiera se digna a tomarlos en consideración como autores aptos para la iniciación. Los caminos del cantamañanas congénito son inescrutables. El redescubierto –o descubierto a secas– Fante, por ejemplo, es ahora celebrado con el mismo entusiasmo con el que seguramente mañana será puesto a caer de un burro sin el menor miramiento. Al tiempo. De vez en cuando se absuelve a alguno de estos apestados (en literatura ‒en el arte en general pero en la literatura especialmente‒ todo es cíclico, muy sometido al interés coyuntural de editores buhoneros, librerías holding o grandes almacenes), pero transcurridas las pertinentes semanas de redención… pues de nuevo de patitas a la hoguera y a por otro pelele con el que ensañarse”.
R: ¿Acaso no es así? Este tipo de personajes, junto a los lloricas, son los que le han alejado de las redes. Son insufribles. Un nivel de “sobrez” verdaderamente repugnante. Y suelen ser malísimos. Coges uno de sus libros en una librería o biblioteca y… Pues, bueno, muy bien escrito y demás, las comas en su sitio, los saltos de párrafo… Todo muy ortodoxo, muy limpico… Pero ¿y la literatura? ¿Y el riesgo? ¿Y el aporte? Y están todo el santo día dando lecciones de moral, opinando sobre política, pero siempre sin ensuciarse, para no quedar mal con unos o con otros. Y encima tienen una legión de gilipollas tocándoles las palmas. Puf, repugnantes de todas todas.
“Mick Jagger me ha tocado mil veces la moral, las mismas que he intentado dejar de quererlo; pero al final siempre acaba llevándome de nuevo al huerto”
P: La música, quizá por tu condición de músico, vuelve a estar más que presente en la novela. Como en Aviones de fuego, Lou Reed se lleva la palma; pero en esta ocasión aparece varias veces Mick Jagger, ese “pálido saltimbanqui inglés”.
R: No me gusta lo de mezclar música con literatura, no creas, pero a veces es inevitable. Bueno, Lou Reed va aparte. Lou es un escritor. Y de los grandes. Suelo asociar las ciudades con la música. Mira, cuando voy a Madrid siempre se me viene a la antena la voz de Toño de Burning. La banda sonora de mi Barcelona son Los Negativos. Cuando estuve en Nueva York deambulaba por el Lower East Side con la pánfila intención de toparme con Lou. Tuve que conformarme con soltarle un par de simpáticos pullazos a Tom Verlaine tras un concierto suyo… bastante experimental, digamos (3). Fue en mi “época Malcolm McLaren”, cuando fui padrino/mánager del grupo punk de chicas Las Relators [risas]. Y cuando estoy en Tánger, más que en Brian o en Keith, pienso en Mick Jagger. Porque mi Tánger suena a los Stones del 66 al 68. Y no solo por aquel “¿Qué tiene Tánger?” que dicen que una vez soltó Jagger. Fíjate si tendrá algo atrayente Tánger que alguien con la pasta de Mick acababa allí, donde supuestamente nunca ocurre nada interesante. Mick Jagger me ha tocado mil veces la moral, las mismas que he intentado dejar de quererlo; pero al final siempre acaba llevándome de nuevo al huerto. ¡Menudo ladrón! Y no lo digo por lo de la novia de Aute en el Hafa [risas]. Lo tengo en gran estima, no lo puedo evitar. Yo soy mucho más de Keith, es evidente; pero a Mick Jagger lo que es de Mick Jagger, oiga. Ha escrito canciones alucinantes y creo que hace tiempo que ha quedado meridianamente claro que es el mejor frontman de rock and roll de la historia. El otro día descubrí la reedición esa de Goats Head Soup que hace poco han sacado. ¿Odias a Mick Jagger? Escucha la versión de “100 Years Ago”,él solo con el piano, y cierra esa sucia boca, chaval (5). Oro puro. Lo amo, sí, ¿qué pasa? No he podido dejar de hacerlo. Se ve que me atraen los cretinos. Lo digo por Lou [risas]. Ya escribiré más sobre Mick Jagger cuando me encarguen el obituario [más risas]. Cuando lo vi de crío a pocos metros en el 90… Pues eso, un puñetero César. Un placer culpable: hace poco vi un vídeo de un concierto de hace unos días en USA… ¿Y qué quieres que te diga? El tipo defendió “Midnight Rambler” como un campeón con 77 castañas encima. Lo estaba sintiendo de verdad. Después me cago vivo, bajo la chapa y a por otra cosa, para no dármela. En fin, hay que reconocerle que no tiene ninguna necesidad de meterse en estos fregados y el tipo se mete, con todas las consecuencias. Como lo de Clint Eastwood. La gente odia a Jagger por pura envidia, mayormente porque siempre ha sido un follarín de tomo y lomo y tal. Pero insisto en que es un compositor e intérprete de primer orden. “No siempre puedes conseguir lo que quieres”, por ejemplo. Es un buen resumen de mi novela. O de la vida en sí.
P: Vaya momento el de la primera vez de la parejita con el Get Yer Ya-Ya’s Out de pe a pa, ¿no?
R: Es un disco increíble. Para mí, con toda su “postpro”, el mejor directo de la historia. Y ese momento del que usted me habla…, pues creo que es muy bonito, qué narices. No sé cómo alguien puede ver algo sucio en él.
P: Por cierto, ¿sigues pensando que “White Light/White Head”es la mejor canción de todos los tiempos?
R: El día que me lo preguntaron, sí. Hoy la número uno es “I Heard Her Call My Name” [risas].
P: Sé que odias que se te hable de tramas, que a lo que le das importancia es al estilo, algo que dejas meridianamente claro en el texto introductorio.
R: Es que es algo que tendría que ser tan evidente…
P: Bueno, solo quería apuntar que el epílogo me parece una pieza que podría ser independiente del total, una obra aparte.
R: Celebro que lo veas así. Fue lo último que escribí. Y no porque sea la coda de la novela, lo digo porque la misma durmió un tiempo en el cajón hasta que me dio por retomarla y entonces vi que le vendía bien un epílogo. Y me quedó una suerte de relato corto. Pero, repito, no soy novelista de tramas. Intento que la gracia esté en el estilo, por eso mis cagadas no se pueden desmenuzar argumentalmente, hay que leerlas y ya, después opinas si merece la pena o te parece un churro. Claudio apunta en la contra de la novela con esa facilidad pasmosa para el acierto que tiene lo del estilo y demás, así que si vas a adjuntar enlaces adjunta ese y me lo ahorro (6).
¿Yo contra la policía? ¡Con lo ecuánimes y majos que son!
P: Para ir acabando, ¿cómo llevaste lo del confinamiento?
R: Bueno, creo que ya se puede decir, pese a que alguien piense que soy un capullo irresponsable, que por otra parte no iría demasiado desencaminado. Al poco del inicio de la batalla asumí que la cosa iba en serio. Amistades del sector sanitario me lo advirtieron. Vaya desastre. El confinamiento… Mira, tras unos días escondido en mi buhardilla, empecé a recibir visitas. Bueno, escondido es un decir, porque salí a pasear todos los días, sin perro ni nada, con el carrito de la compra vacío, acaso; y con el culo pegado a las esquinas, evitando a los malos. Con respecto a estos, tuve dos encontronazos. Uno en casa de mi amiga María, tras el único concierto al que me digné a asistir durante el estado de alarma o la fase en transcurso que fuera, no me acuerdo en qué estábamos. Fuimos a ver a Los Fusiles (actualmente el mejor grupo de rock and roll de España de largo), y como los bares cerraban a las seis de la tarde compramos algo de priva en un chino y tiramos para su casa. Para cenar había setas… de las raras. Éramos cinco. Yo me puse a tocar con la guitarra versiones de mi querido Chencho Fernández imitando su voz y sus gestos, a lo Tu cara me suena. Ya de madrugada, justo cuando mi viejo amigo Antonio León cogió la guitarra para interpretar una versión de La Ramona de Fernando Esteso a lo Johnny Cash, aporrearon la puerta. Llevábamos horas y horas dando la tabarra. Et voilà!: cuatro hombrecillos de azul, uno muy borde. Se ve que tenían derecho a pedirnos la documentación incluso en una casa particular. De locos. Pero la cosa no pasó de ahí. Unas semanas después estaba con unas amigas una noche en mi casa y esta vez aparecieron los nacionales. Me denunció el cretino del vecino de abajo. Hice un trato con la justicia y la cosa se quedó en 180 euros. Podían haber sido 600. La verdad es que no sé cómo no pillé el bicho. Visto con perspectiva, he sido bastante imprudente. Mis compañeros en la universidad cayeron todos antes del “momento teletrabajo”, prácticamente solo me libré yo. Afortunadamente todos salieron bien parados del trance. Mi madre estaba bien atendida con mi hermano a seis kilómetros de casa y por eso me comporté como me comporté, como si no pasara nada, ella era mi principal preocupación y estaba en buenas manos. Y económicamente la cosa no me afectó. No pude evitar tener ciertos remordimientos, todo el mundo tan jodido en ese sentido… En fin, yo sé lo que es estar en el abismo, sé lo que se siente. Me refiero a estar más tieso que la mojama. Recuerdo esos años y me entran unos escalofríos por todo el cuerpo que no veas. Pero ahora… Un puñetero punk pijo con nómina es lo que soy.
P: La policía nunca sale bien parada en tus novelas. Las horas de más no es una excepción a este respecto.
R: ¿Yo contra la policía? ¡Con lo ecuánimes y majos que son! ¡Quita, quita!
P: ¿En qué andas ahora?
R: Escribo una nueva novela, tengo otra en mente y cuando me dé el punto puliré un viejo libro de relatos. Sobre música ya creo que hemos hablado demasiado. Se nota que eres plumilla del sector. Ya te lo contaré primicias en petit comité. Pero quédate con dos nombres: Percha y El Arrepentido Portabales.
P: ¿Qué fue de Subterráneo 13, el programa de radio que conducías? He oído que lo has dejado.
R: Pues sí. Me llevaba mucho tiempo y el concepto que tenía de la entrevista/conversación literaria más música en directo era imposible de llevar a cabo con los medios con los que contaba. Con el confinamiento me prohibieron tajantemente hacer directos con más de un músico, así que acabé dejando de pasarme por el estudio. Hubo actuaciones alucinantes, como la de Perpetuo Fernández, las dos de Los Fusiles… O los poemas a viva voz de Eduardo Tachera o Javier Vayá. La última edición se la dediqué enterita a Claudio. Fue en condiciones deplorables: la última noche de Navidad, agazapado en mi escritorio ante mi grabadora Zoom H4N, intentando salir lo mejor parado posible del desaguisado con una cruda de espanto, además. Pero Claudio estuvo paciente y estupendo, como siempre (7). Mira, la verdad es que quiero dedicar mi tiempo a mis cosas y ya. O al menos eso intento, porque después me meto en unos fregados que me quitan una energía y un tiempo preciosos. Pero no aprendo. Ahora empiezo a organizar eventos literarios y musicales en el Lar Gallego de Sevilla. Soy imbécil: doy mucho y recibo poco. Esa es la verdad.
P: ¿Veremos Las horas de más publicada en España?
R: Váyase usted a saber. He hecho un par de intentos con sendas editoriales indies, pero nada de nada. Me importa cero, la verdad. Me refiero a lo de publicarla en España. Bandarra pero muy pijo, ya digo: todo lo que he publicado hasta el momento en prosa o en poesía ha sido gracias a los concursos, y está visto que esta novela no tiene ninguna posibilidad. Prefiero que salga en cualquier otro país de mi Latinoamérica querida…, para mí Una, Grande y Libre [risas]. También tengo un poemario que no hay dios que me quiera publicar. Mis poemas larguísimos, prosaicos, tostones…, ya tú sabes. La situación me tiene agotado. Los de los márgenes solo podemos hacer una cosa: seguir. A ver, no nos queda otra. Lo cierto es que se disfrutan mucho más las alegrías cuando trabajas desde los márgenes la encomienda. Siempre son inesperadas. Gracias a la escritura he viajado, he conocido a gente colosal… No todo es sufrimiento. Y, ahora, con tu permiso, me voy a beber una cerveza de verdad, que hay que aprovechar. Una Sagres o una Super Bock, digo. Aaah… Si fuera portugués tendría patria.
Enlaces:
Enlaces:
1: La última cena (programa de TVE:
2: Santiago Abascal & David Pla:
3: Texto introductorio a La trilogía de la adhesión:
http://emiliolosada.blogspot.com/2021/09/la-trilogia-de-la-adhesion_26.html
4: Tom Verlaine en el Dumbo Arts Festival, 2010
5: Piano demo de “100 Years Ago”:
6: Contratapa para Las horas de más, por Claudio Ferrufino-Coqueugniot:
https://lecoqenfer.blogspot.com/2021/09/contratapa-para-las-horas-de-mas-de.html?m=1
7: Última edición programa Subterráneo 13: