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El tema marítimo ahora resurge en Chile

Entra casi en el ámbito de las curiosidades que la polémica por la cuestión marítima resurgiera este año en Chile, cuando en las elecciones aquí no fue tema ni por asomo. Los actores de ese debate en Santiago no fueron irrelevantes. Y en Bolivia se hizo mutis por el foro; las principales candidaturas no se animaron a buscar votos repasando el revés de La Haya.

En Chile, primero fue una controversia entre el excanciller Heraldo Muñoz, posible candidato, y el alcalde Daniel Jadue, del Partido Comunista. A este la prensa chilena le atribuye condiciones para una potente postulación presidencial. De hecho, el exvocero de gobierno Francisco Vidal, del PPD de Ricardo Lagos, le asignó al alcalde Jadue chances para una segunda vuelta contra Joaquín Lavín, alcalde de Las Condes, de la UDI. Jadue no es ya la usual voz testimonial de la microizquierda apoyando a Bolivia.

Daniel Jadue sostuvo en septiembre que está “dispuesto a resolver el problema porque la relación con Bolivia hay que plantearla mirando no 200 años para atrás, sino que 200 años para adelante”. Don Heraldo, en su estilo de profesor ulceroso, lo mandó a leer el fallo de La Haya y pontificó: “no se hace populismo con las relaciones internacionales”.

Luego, el día del referéndum en Chile, Daniel Jadue, en charla en CNN Chile con el otro potencial peso pesado electoral, Joaquin Lavín, repitió que conversar con Bolivia sobre el mar no implicaría desoír a La Haya. Esta, adujo, solo dispuso que Chile no está obligado a negociar. Por el contrario, dijo Jadue, La Haya no impuso limitaciones a dialogar libremente y la agenda de 13 puntos con Bolivia que desplegó el propio excanciller Heraldo Muñoz en tiempos de Bachelet ya incluyó el asunto. Según Jadue, dado que Bolivia insistirá, no tiene sentido eludir una negociación, pues en el futuro contarán los bloques regionales y no tanto las fronteras nacionales. Lavín, por su lado, afirmó que se adscribe a la tesis tradicional de no hablar de soberanía con Bolivia para “no partir el territorio chileno”.

Por si no bastara, en una carta al director en La Tercera, el exembajador Nelson Hadad fustigó hace días al canciller Allamand por anunciar una “aproximación progresiva” a Bolivia. Según Hadad, “la iniciativa de cualquier aproximación debe provenir de Bolivia y evitar falsas expectativas, reiterando la inmutabilidad del Tratado de 1904”. Hadad y otros con él, parten -erradamente, a mi juicio- de los hitos jurídicos para desatender un laberíntico conflicto político y geopolítico, además de intentar capitalizar la victoria chilena de 2018 para voltear la página, de ser posible.

A ese concierto se sumó el exagente en La Haya, Claudio Grossman. En El Mercurio, Grossman reforzó la idea de impulsar una nueva etapa con Bolivia, partiendo del Tratado de 1904 y de La Haya: “la prioridad que la política exterior chilena le da al valor del derecho internacional en la conducta de las relaciones internacionales…”. Claro que, a causa de Jadue y los suyos, Grossman añadió que “no hay unanimidad (sobre la relación con Bolivia), que quizá sea imposible en sociedades democráticas” y sostuvo que es preciso “incrementar las acciones unilaterales de todo tipo hacia Bolivia… Si esas son correspondidas, será desde luego excelente” (esta frase de cierre cargaba una cierta falta de fe).

Aun después de La Haya, una figura chilena como José Rodríguez Elizondo pregona un trilateralismo diferenciado, en el que alguna vez concerten Chile y Perú para proponerle algo a Bolivia y así zanjar las diferencias de fondo. Rodríguez Elizondo decía en uno de sus libros: “Podemos exigir que Bolivia respete el Tratado de 1904, pero no podemos pretender, además, que valore su intangibilidad. Es un matiz políticamente importante”.

Que la discusión marítima reflotara en Chile prueba que los diques legales no bastan para atajar las tensiones de base entre los Estados y sus corrosivos efectos, incluso de política interna. La “cuestión boliviana” no es pues onanismo, sino materia para pensar el futuro, ojalá en serio.

Gonzalo Mendieta Romero es abogado.

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