Ronald Alberto Valera López
El presente trabajo es un signo visible del cierre de un proceso de formación que tuvo una duración de dos años, aunque se abordara el último trimestre; al mismo tiempo recoge los frutos recogidos todo el proceso, resaltando que en este último tramo lo puedo denominar: “EL SERVICIO CON AMOR: UN ESTILO DE VIDA”, porque voy encausando mi vida en el servicio del otro, tratando de buscar los medios necesario dentro de mi vida como esposo y padre de familia, recordando que en todo el proceso formativo fui reenfocando mi horizonte, reconociendo la figura de Jesús de Nazaret para culminar en las acciones concretas como un estilo de vida al estilo del mesías.
Así mismo, es imposible condensar los aprendizajes de los años del Diplomado; sin embargo, puedo constatar que amplié el conocimiento integral de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio, que al mismo tiempo me ayudo para darle nombre a mi proceso espiritual; por otro lado, he obtenido herramientas para acompañar que fue mi propósito primordial desde un primer momento. Ahora en el tramo final, me doy cuenta que soy más de acción en la vida, solo me hace falta que a esas acciones parte del amor o la caridad, para no caer en solo ser una buena persona.
- Jesús de Nazaret un espejo de la humanidad
En la tercera semana de los ejercicios espirituales, San Ignacio propone conocer y contemplar la pasión de Jesús de manera integral, profundizando en el sentir del miedo, la traición y la soledad del mesías en la Cruz, además, del dolor físico que ya era mucho, con la intención que el ejercitante se diera cuenta que tanto lo ama Dios que se donó a sí mismo para salvarlo. Así mismo, otro propósito es humanizar la figura de Jesús que se quedaba algunas veces en un ser de luz que lo es, pero que no entendía el sufrimiento de la humanidad, e Ignacio pedagógicamente introduce al ejercitante a sentir con ese Cristo sufriente para recordarle que la divinidad entendía su humanidad frágil (los dolores físicos y emocionales), porque lo había padecido el mismo Dios en la persona de Jesús de Nazaret, como lo expresa Rambla, (2016. Pg.1): “El itinerario de esta semana parte de la toma de conciencia de que el camino del ejercitante tiene su origen en la misericordia de Dios y que toda su vida será una vida de seguimiento en la debilidad”.
De igual forma, la tercera semana coincidió con una situación familiar compleja en la cual el material para la lectura del módulo, me permitió ver el acontecimiento de otra manera e identificar a ese Jesús de Nazaret vejado y dolido en seres amados. Por otro lado, en la tercera semana fui comprendiendo que la figura Jesús dolido puede esconder una alegría paradójica en la cual una persona no busca el sufrimiento, pero cuando le llega lo puede ofrecer por el bienestar del otro, es decir, mis sufrimientos cuando lo ofrezco por otros me serán más llevadero.
Por otro lado, en el proceso de la tercera semana Ignacio elaboras unas indicaciones sencillas que luego se conocerían las reglas del comer y beber, al primer momento se puede pensar que sola era equilibrar lo que se ingería para cuidar la salud porque Ignacio se enfermó por no comer adecuadamente, pero un trasfondo que se puede visualizar con el tiempo es que también estas mismas reglas iban educando a la persona, en no dejarse llevar por todo lo que el cuerpo pide o por las pasiones desmedidas, ya que no ayuda ampliar la mirada de la persona al momento del discernimiento como lo expresa López , (2024. Pg.5): “Ser señor de uno mismo implica tener una mirada amplia. Implica saber el significado profundo de las cosas y no solamente la periferia”.
- Facetas de la Resurrección de Jesús de Nazaret
En la cuarta semana la propuesta de los ejercicios ignaciano es contemplar al resucitado, que transforma su cuerpo conservando las llagas de la pasión; donde se propone sentir la alegría de ver a un ser amado con vida plena, dejarse afectar con las emociones de la alegría y felicidad, para al ser humano es difícil vivir la alegría de la resurrección porque se pueden quedar con el Cristo sufriente, sin dar el siguiente paso relevante en la maduración espiritual.
De igual forma, guardando las diferencias en la cuarta semana la intencionalidad es similar a la tercera semana, donde el ejercitante se deje afectar por las emociones que sienten al ver a Jesús de Nazaret sea en la pasión o la resurrección como lo sintieron María su madre, María Magdalena y los apósteles; resaltando que en la resurrección la aparición a su madre es una narración que Ignacio imagino o tuvo una visión de cómo pudo ser en ese momento. Estas apariciones es una forma que Jesús utiliza para cimentar la fe de sus primeros seguidores e inspirarles en anunciar al resucitado a todo el mundo, teniendo como primer paso pasar del dolor de la pasión a la alegría de la resurrección, coincidiendo como Rambla, (2016. Pg.6): “La cuarta semana puede ser un punto cumbre de los ejercicios dirigidos a ordenar la vida cristiana, un orden que no es negación, sino participación en el gozo completo del Resucitado”.
Partiendo de lo antes descripto, pude comprender en la literatura del módulo que la resurrección es el punto cumbre en la vida de Jesús, solo que me ha constado emocionarme por esa resurrección, porque no le daba sentido lógico a las descripciones de los evangelios: a medida que voy caminado en la espiritualidad ignaciana y aunado a los materiales de lecturas de la cuarta semana, voy profundizado en las contemplaciones para dejar sentir en mí las emociones de alegría y esperanza, como lo vivencia la madre de Jesús y María Magdalena.
- La Iglesia Católica signo de la Luz del Resucitado
Para cuando San Ignacio propone los ejercicios espirituales ya tenía claridad de la obediencia plena al Papa y comunión con toda la Iglesia, a pesar de las dificultades que tuvo con algunos cardenales o con la inquisición por las anotaciones de los ejercicios, confiando siempre en la providencia de Dios y confirmando como signo visible que era de Dios todo cuando todo se encauzaba para la aprobación de los ejercicios espirituales, de la compañía y los estatutos. Así mismo, al momento de realizar las reglas para sentir con la Iglesia, fue una forma de ver como el espíritu santo por medio de otros bautizados manifestaba la voluntad de Dios, así Ignacio evitaba ser engañado por el mal espíritu, como lo propone López, (1996. Pg4): “Lo cual indica (las reglas) que el itinerario de ejercicios culmina lanzando al sujeto hacia plena inserción en la vida de la Iglesia donde ocurre ese estar en una comunión con el amor divino”.
Por otro lado, San Ignacio se desarrolló en una época donde la Iglesia tenía un poder terrenal y político descomunal pero espiritualmente muy decadente, sin embargo, estaba convencido que todo aquello que realizaba debe estar dentro de la Iglesia y bajo su obediencia que en ultimo termino estaba en la última palabra del Papa. Resaltando, que la propuesta de Ignacio además de ayudar a las almas para la salvación, es que la compañía de Jesús sea instrumento de Dios para llegar a los lugares donde nadie llegaba y que sus miembros vivan en la pobreza y confianza al Padre como lo hizo Jesús de Nazaret.
La última fase de los ejercicios espirituales es contemplar el amor divino con total gratuidad de tanto bien recibido, con la intensión que la persona tenga una nueva mirada de la realidad que es la misma antes de entrar a la experiencia, la transformación es del ejercitante que ve todo nuevo porque la mira desde el Crucificado-Resucitado, al mismo, tiempo motiva en realizar acciones concretas para buscar el bien del prójimo de manera concreta Como lo propone el Equipo Magis, (2022. Pg.2): “…La Contemplación para Alcanzar Amor contiene lo que ayudaran al joven a adentrarse con mayor autenticidad en su contexto, a deshacer el equipaje con mayor conciencia, a cuidar y poner al servicio con agradecimiento los dones recibidos.”
Después de transitar este último semestre, he ampliado mi mirada sobre la pasión, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret, especialmente en dejarme invadir por las emociones que se desprenden de las contemplaciones, además, de ver a la Iglesia como un instrumento de Dios en el mundo, a pesar que no esté de acuerdo con decisiones o acciones de los miembros, y también que las acciones que emprendo por el bien del prójimo, tiene otro sentido cuando le sumo el amor por tanto bien recibido.
Así mismo, es complejo sintetizar dos años fe formación continua, pero puedo expresar que culmino este proceso con mayor precisión de los Ejercicios Espirituales en su estructura y la función que cumple el ejercitante, el acompañante y sobre todo Dios en todo el proceso; de igual forma, fui conociendo todo lo referente a las reglas de discernimiento, las reglas de comer y beber, y el sentir de la Iglesia, que son más que simples reglas, ya que indicadores flexibles que le permite a la persona que la aplique madurar en su fe desde una forma en particular, que es la propuesta de San Ignacio de Loyola.
Por último, reafirma mi horizonte que parte de servir a Dios, con la particularidad que lo puedo hacer desde ser acompañante en el proceso de maduración de fe de otras personas, y en accionar con amor, ya que soy de mucho accionar, pero en ocasiones lo hago para figurar y no por amor, aun me falta mucho por transitar, sin embargo, doy gracias a Dios porque lo caminado me indica que voy por el camino necesario para conocer la voluntad de Dios y hacerla realidad en mi vida.
BIBLIOGRAFIA
- Cala López, Oscar, SJ, Aportaciones de las reglas para sentir con la Iglesia al liderazgo y la pastoral, Revista Manresa 96 (2024) pp 77-88.
- Equipo MAG+IS, Contemplación para “dejarse alcanzar” por el amor, ¿final principio?, Revista Manresa 94 (2022) pp 407-410.
- Rambla, José María, SJ, Tercera Semana, en Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Una relectura del texto (5). Cuadernos Eides N° 79, Barcelona, mayo2016, pp. 7-22.
- Rambla, José María, SJ, Cuarta Semana, en Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Una relectura del texto (5). Cuadernos Eides N° 79, Barcelona, mayo 2016, pp.29-37.
- López Rosas, Ernesto, SJ, El símbolo del comer en los Ejercicios, Boletín de Espiritualidad No 157, Centro de Espiritualidad Ignaciana, Buenos Aires, enero-febrero de 1996.