¿Es Evo Morales el nuevo Henri Christophe? ¿Sus yatiris maestros de vudú, sus ministros zombies? Y la mujer esa, la Hiena, la senadora, la sacerdotisa de este aquelarre. Todo puede ser en el palacete indomable del narco. Indomable por ahora. Otros fueron más poderosos y les metieron pistola por la oreja. Nada permanece en este universo dinámico y los achachilas del amo serán desnudados como las momias incas del Coricancha que acabaron por el suelo y en la basura. Nada detuvo a Santiago entonces, debajo de su caballo reventó cabezas indias. Nada detiene la historia, menos un ekeko apellidado Morales y de nombre Eva.
Que Almagro con su sonrisa izquierdista vendiera sus nalgas al narco poco importa. Es obvio, ante la ausencia de oposición, que el individuo se quedará algo más en la presidencia de Bolivia, que pensará que es propiedad de la delincuencia inmunda chapareña ad eternum. Hasta que les tiren agente naranja en la cabezota y paran sus hembras cocaleros de dos cabezas. Mundo cruel, mundo enfermo. Un sonriente Linerita frota sus delicadas manitas porque el negocio marcha. No se da cuenta de que es peón de un monstruo gigantesco, que su destino bien puede jugarse en Calabria y que lo ahorquen con su corbata. Pero ¿qué se le puede pedir a un idiota sino que sonría? Sonríe, Dios te ama, y si no Dios, te aman los mafiosos que te poseen.
La soberbia del masismo, su versatilidad para manejar los hilos con recursos mal habidos, su mesianismo entre la tercermundista intelectualidad del país parecieran garantizarle larga vida. Larga ya la ha tenido para los patrones bolivianos. Intenta ahora reconstruir la fatídica enseñanza de los hermanos Castro Ruz, la de enriquecerse sobre el lomo de la patria. No se ha llegado a lo de Cuba y nunca se llegará porque hay una burguesía chola que lo mantiene en el poder y que lo destronaría de inmediato si sus intereses se ven afectados. No es Venezuela tampoco. Lo sabe Morales y es bastante astuto como para saber sus límites. Lejos quedó su revolución de boca para afuera, hace mucho se descubrieron como lo que básicamente son: primero delincuentes comunes, luego comerciantes. La guerrilla aymarista es un pretexto útil para lucrar con todo lo que destruye a un país: narcotráfico, corrupción, contrabando, y un sinfín de listados necesarios para caracterizar un país como criminal.
Ahora las culpas no recaen solo sobre esta cáfila de bandidos sino también sobre quienes se les oponen, gente que no ha sabido enfocar su mirada en los asuntos de importancia y que pendula alrededor sin detenerse a marcar la hora fija. De nada sirve una retórica que ha demostrado ser feble ante las arremetidas del curaca, que no ha logrado siquiera convencer al secretario de la OEA para que no viniera a ejercitar genuflexiones. Caro les ha de costar, y a todos, para soportar los desmanes del mandarín.
¿Cuánto ha de durar el reinado de Evo I, príncipe de Orinoca y de la tola? Durará lo que les cueste a los gringos frenar los aviones nocturnos de Chimoré. Que todo se sabe, seguro, pero con los norteamericanos eso no garantiza nada. Primero velarán por sus intereses y cuando los vean afectados actuarán. Contar con la oposición implica perder el tiempo. La carencia de líderes es enorme. Lo que hay es, lo menos, borroso sino es mancha. Y así ningún cambio resulta. Tómbola, es a lo que jugamos. Evo Morales solo juega suerte sin blanca. Pero un día no ganará un país, sino un monito de peluche y una patada en el trasero que lo ponga entre rejas junto a su compinche. Ya aparecerán fiscales tipo Perú, aunque Bolivia se caracteriza por ser especialmente permisible. Pero también por ser traidora. Y si hablamos del ejército, peor. Que aparte de saber correr en desbandada en la guerra son duchos en deslealtad y traición.