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El precio de la libertad

Angélica Guzmán Reque

Aquel que tenga coraje y fe nunca perecerá en la miseria  
Ana Frank.

Amanecí con la amargura del sabor de la injusticia de los seres humanos. No de todos porque quiero creer que todavía hay seres que piensan y aman.

La maldad se adhiere a las entrañas y contagia con su veneno a todo el organismo, y, hoy, me doy cuenta que la ponzoña hierve, cual si fuera un caldero donde se cocía todas las alimañas posibles conque las brujas del aquelarre hervían su ponzoñoso veneno, capaz de sorprender al mismo demonio del Hades. Allí donde no cabe, sino la sangre que bulle a borbotones y crece la risa sardónica de la maldad y el odio. Nos dice San Agustín: “La soberbia no es grandeza, sino hinchazón: y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano. Agustín de Hipona”

Se ha mandado encarcelar a un ser que vive y siente y ama en libertad porque nació en el paraíso donde se absorbe la libertad natural. Lo ha mandado encarcelar un ser que no entiende la palabra libertad porque vive en su propia cárcel sin murallas que es donde vive el señor Arce. Por inaudito que sea, vive en otro mundo el de los ambiciosos y ególatras que piensan que, este continente, este nuestro país es de ellos. Su ambición de apoderarse de lo ajeno, de querer imponer su ideología malsana, el de la ignorancia y el de la esclavitud, del servilismo. Su ambición de poder lo enceguece y no sabe que se encierran a los seres humanos, pero jamás a las ideas y el hálito de libertad bulle en este pueblo y, él sabe que recibirá su propio castigo. Santa Cruz es el pueblo que vive su libertad, siempre ha sabido salir adelante porque es un pueblo que piensa y trabaja. Camacho está vivo y seguirá en la mente y el corazón de esta su gente que no permitirá viva alejado de su tierra que tiene la fuerza de sus aguas bravías y de esa boa aguerrida a la que cantaran sus poetas. “No hay barrera, cerradura ni cerrojo que puedas imponer a la libertad de mi mente”. Nos dice Virginia Woolf.

Dios nos hizo con amor, pero también nos hizo libres de elegir entre el bien y el mal. Nos dio la posibilidad de la inteligencia y de la emotividad para poder sentir; y nos dio a nacer de las entrañas de una mujer que albergó en su vientre el suficiente tiempo para poder trasmitir el sentido del amor en el ser que iría a nacer. Y, luego está la escuela que debe reforzar esos sentimientos para desarrollar un ser humano de bien para la humanidad en su desarrollo. Éste es el desarrollo normal de todo ser humano, pero hay momentos en que se desliza el desequilibrio y se pierde la cordura para dar paso a la insensatez y al odio que es el peor camino que podamos elegir. Este pueblo es noble, pero no bruto y, hoy le toca reaccionar y, lo tiene que hacer porque se defiende lo que vale y tiene sabor de capacidad. Está la voz que grita, como el más fuerte rugido de león.

Nos dice José Ingenieros, filósofo argentino: “Seres desiguales no pueden pensar de igual manera. Siempre habrá evidente contraste entre el servilismo y la dignidad, la torpeza y el genio, la hipocresía y la virtud”

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