El 2000 Tiken Jah Fakoly publicó el albúm Le caméléon. En su canción “Le pays va mal”, describía la división de su país, Costa de Marfil. Pero en general el marfiles denuncia a través de sus títulos, las innumerables injusticias sociales que se cometen en el mundo a manos de los poderosos. Resaltando en sus letras la discriminación y la pobreza. También habla acerca las falsas promesas que hacen los políticos. Cuán actual lo que dice Tiken en “Le pays va mal” para nuestro país. El Estado Plurinacional no solo está en mal estado y dividido, sino que en un estado de coma al borde del colapso, económico, social, político y cultural. Nunca hubo revolución alguna, ni de indígenas ni nacionalistas por ningún lado desde el inicio de la república. La división y el saqueo, la corrupción y la viveza criolla son innatas a la fundación, sino ahí está el ejemplo más vehemente, la del cholo visceral, mediocre profesor de economía, salido de las catacumbas del poder estatal, más conocido como el “Tilín” quien terminó enriqueciendo a sus hijos. No es raro que un pseudo socialista acabe vomitando hijos capitalistas. O un neoliberal en algún momento engendre un comunista.
El país está en mal estado, en coma terminal. Y para rematar ese estado, no hay por ahora una estrella de Belén que guíe a los políticos del momento en su afán de hacerse con el poder y tengan la idea clara de qué país se quiere de aquí en adelante. Ninguno de los candidatos reúne un mínimo perfil requerido de alguien honesto: el servicio. Este valor simplemente no existe en su imaginario. Pero, sí, el servirse del Estado para fines personales y de grupo. Los políticos de este país, han hecho de todo, como ser bufones, tonys, boleteros, trapecistas, en suma, actúan como un solo hombre, aunque tienen a su alrededor los acostumbrados lamebotas que idolatran al personaje. No hay duda de que una de las características esenciales del político boliviana ha sido, es y seguirá siendo, el de “Vende humos”. Ese personaje que vende, ofrece algo sin valor, promete el cielo y la tierra, incluido el infierno a cambio de su beneficio propio. Vende un futuro inexistente y un presente inaprensible con palabras (palabrería) sin sentido, alardeando de mucho conocimiento, experiencia, talento y riqueza innatas. En resumen, un camaleón vende humos.
Y estos magos de la realidad en Bolivia son de dos tipos, dos caricaturas claramente definidas: por un lado, están lo que justifican su entrada en la arena política, por sus raíces, su origen, su escala social, su historia, sobre todo, remarcando la marginación, el racismo, la exclusión, a la que fueron sometidos por la sociedad, y buscan legitimar esa posición por sus antepasados –a pesar de la enorme distancia que los separa de los mismos– recurriendo al pasado como historia llena de privaciones, su pertenencia a los arrabales, al grupo de los condenados de la tierra, los siempre pospuestos en su aspiraciones y que en la política ven el camino más corto para superar esa historia de los vencidos, pero con la hipótesis del buen salvaje ahora civilizado y como única reserva moral de la humanidad corrompida. Del otro lado, surgen aquellos que dicen haber nacido en cuna de oro, rodeados de confort, viajes, capitales heredados (muchas veces de manera oscura y fraudulenta), estudios en las mejores universidades, defensores de la libertad, el individuo, creativos, por tanto, están ya vacunados para no robar, porque no lo necesitan. Sean los políticos de izquierdas o derechas, centro o un poco más al costado, no importa, porque sus fines son los mismos aunque intentan variar en los medios.
En fin, como decía Gabriel García Márquez, la única diferencia entre liberales y progresistas es que los primeros van a misa de 7 y los otros a misa de 10. Mientras el país nuestro, ante todo imaginario continuará en mal estado por las siguientes décadas. Porque la democracia ha sido y es insuficiente como modelo de convivencia y organización de la sociedad, quizá el regreso de los imperios sea la opción necesaria.
Iván Jesús Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo