¿Dónde están?, ¿quiénes se llevan en realidad a los desaparecidos? En México la palabra desaparecido la repetimos constantemente, siempre hay algún grupo de whatsap donde te llega la imagen de algún desaparecido reciente, en el Facebook y, por supuesto en la televisión, pero ¿nos detenemos a ver sus rostros?
El metro de la ciudad de México también es una suerte de escaparate donde encontrar algún cartel ya maltratado con la foto de un desaparecido, quizás hace un mes o hace dos días, ¿importa cuándo desapareció, te apuntas el nombre de la persona, llegas a ver la fotografía en la fotocopia mal impresa y pegada en cualquier rincón?
La respuesta es muy sencilla, no nos importan los desaparecidos. Si llega la imagen de una niña a tu grupo de whatsap, lo primero que haces es eliminarla (porque gasta el espacio de tu celular) y entonces ellos, los desaparecidos, se quedan vagando en la nada, en el olvido, mientras todos continuamos con nuestra vida, como si nada de esto sucediera.
Hace una semana hemos sido testigos de la terrible desaparición de un joven al sur de la ciudad. Norberto Ronquillo era un chico de clase acomodada que pronto iba a concluir su carrera en una universidad privada. De alguna u otra manera sí nos dimos tiempo y formas para hablar de él. ¡Terrible situación, no podemos seguir viviendo en un país por demás inseguro!, días después también fue reportado como desaparecido otro joven, Leonardo Avendaño, sin embargo, de él casi no escuchamos nada y no comentamos acerca de lo terrible que supone vivir una ciudad cada vez más insegura.
Por absurdo que parezca en México también encuentran (los medios y las autoridades) de vendernos unas causas sobre otras, unas víctimas sobre otras. No clamamos justicia por un estudiante de Chalco o de Ecatepec y sí, nos sentimos más identificados con el joven del Pedregal (un barrio de clase media alta al sur de la ciudad de México), ¿acaso nos están enseñando, a fuerza de embrutecimiento, que hay vidas que valen más que otras?
Las autoridades y los medios de comunicación siempre encuentran la manera de “sacar provecho” de casos como éstos. Los partidos de la oposición llamaron a la madre de Norberto para preguntarle si ella culpaba de esto al gobierno actual; si ella exigiría la renuncia del presidente. Sí, se confirma lo que siempre hemos sabido, no les importa el pueblo, no les importa el dolor de una madre, les importa continuar con su propaganda política.
A todo esto yo, que formo parte de esta sociedad, me doy cuenta que me he vuelto igual de insensible que todos, ¿será acaso un mal contagioso? En realidad no deberíamos tolerar la desaparición de ningún individuo y a cambio tenemos diariamente desapariciones de mujeres en el transporte público; 43 estudiantes muertos sin saber dónde están sus cuerpos,; niñas y niños de los que no quedan rastros; hombres y mujeres que (como por arte de magia) nunca llegan a sus lugares de trabajo y ¡cómo olvidar! el terrible caso de la menor Paulette Gebara que fue presuntamente asesinada por sus y que nunca tuvo justicia. Y así miles de casos de ausencias que deberían, creo yo, dolernos, desgarrarnos, perseguirnos y ser motivo para, por una vez, ¡levantarnos!
En alguna tarea de mi hijo revisamos el Artículo 39 de la Constitución mexicana, “La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”. El pueblo le dije, tiene derecho de bajar a un gobierno si éste no funciona. ¿Cuándo lo haremos?
