Márcia Batista Ramos
Sábado por la mañana, visité a mis amigos en la zona sur de La Paz. Luis tenía buen aspecto, pese a que no come hace algunos días y perdió bastante peso. No está enfermo, pero ya se cansó de esta vida tonta y quiere partir para conocer otros jardines, dejando atrás el envoltorio del cuerpo y todas las tribulaciones de la materia que, -dígase de pasaje, no son las mismas tribulaciones para los pobres que para los ricos- empero, él se siente agobiado y no quiere más estar entre nosotros. Me recibió con un bosquejo de sonrisa, nos saludamos con un beso en la mejilla y su esposa nos dejó a solas para que conversemos. Su dormitorio en la segunda planta da a un exuberante jardín sobre una terraza, algo bello ya que dos paredes de la habitación son de vidrio. Verlo en cama, con ganas de partir, en su huelga de hambre solitaria era algo bastante triste.
Hablamos sobre la muerte que está asegurada para todos y que llegará cuando nos corresponda, además, que no es bueno adelantarla, ya que, de muchas maneras, nos enseñaron que cuando la provocamos, se nos recortan las alas y al contrario de subir, bajamos a aguas profundas (que las imagino medio verdosas, espesas y mal olientes). Además, abajo, podemos encontrarnos con todos aquellos que no queremos, que se mostraron totalmente feos cuando los vimos en su desnudez y nos parecen repugnantes. Esa posibilidad, arrancó una carcajada a Luis…
El sentimiento de que existe vida postrera a la muerte es algo que está más o menos, intrínseco a nuestra cultura occidental, mismo después de que, Carl Sagan dijo que: “solo somos polvo de estrellas”. Entonces, si existe vida después de la muerte y de igual manera, existe el jardín celestial del que hablaba Mahoma, mi amigo Luis, podrá reencontrarse con los seres más queridos que se adelantaron a él. En ese caso, si tuviera la oportunidad de mirar a nuestro mundo y ver que las cosas que dejó pendientes, serian un problema para los que le sobrevivieron, posiblemente, se arrepentiría de haber adelantado su partida. Y, en el caso de que Epicuro, el filósofo estoico tuviera razón, ya que sostenía que la muerte no debería temerse, ya que al morir el ser humano deja de existir y por lo tanto no siente nada, no experimenta ningún tipo de dolor o sufrimiento. Entonces, si no hubiera vida o conciencia después de la muerte, pues, mi amigo como un cumulo de células, que en el fondo son átomos materiales, que vuelven a la materia y como tal, se reciclaría incesantemente. Si la muerte es el fin, la oscuridad y la nada, tampoco habría sentido en ir a su encuentro porque no habría conciencia de la misma. Luis, simplemente, no sabría que está muerto.
Pero, tal vez, la vida sigue después de la muerte, pues, muchas veces escuchamos pasos en un espacio vacío o cuando los recuerdos vienen a inundar el instante y en una milésima de segundo, cambian el día de quien los percibió y quedó la certeza de que la vida continua después de la muerte. Esa certeza de la continuidad, ya apareció em Platón que, sostenía que el alma humana existía antes de nuestro nacimiento y continuará existiendo después de la muerte.
La expresión, conocer otros jardines, me hizo pensar en el paraíso prometido por Mahoma o por la Biblia Sagrada. Pero, pregunté a Luis, si en el fondo, muy en el fondo aún tenía la esperanza de vivir un día más. No sé, fue su contundente respuesta. ¡Piénsalo! Fue la única palabra que dije saliendo de su habitación.
Observé su bella casa que, está repleta de libros, cuadros, recuerdos de viajes y de alfombras persas de seda que dan pena caminar con zapatos sobre ellas, porque esos tejidos son verdaderas obras de arte y expresan la cultura profunda de los pueblos del oriente. El caso es que Luis está sufriendo. Todos sufrimos en muchos momentos de nuestra existencia y cada uno sufre a su manera, ningún sufrimiento es despreciable, pienso que todos merecen nuestro respeto. Después de dos días, cuando ya me encontraba en Oruro, su esposa me escribió que, de alguna manera hice una magia, ya que Luis era otro. Yo sé que, la magia, la hace Dios y que se llama milagro.