Esta semana, los bolivianos contemplaron resignados la celebración del No Estado en todo su esplendor. El festejo tuvo las luces de los incendios provocados en las tierras bajas que ocupan el 60 por ciento del territorio nacional. Los brindis se sellaron con el estallido de petardos y dinamitazos en la sede de gobierno.
Decenas de personas obedecieron la política del No Estado de prender fuego a los árboles que obstaculizan las plantaciones de coca, la hoja sagrada que es el eje articulador del régimen plurinacional. Con eficiencia y sentido de oportunidad, hombres y mujeres supieron atizar en las guaridas de jaguares salvajes, de aves silvestres, de culebras y murciélagos, de usinas y ciervos.
La orden de reconvertir las áreas protegidas y las tierras comunitarias de origen en páramos y cementos se originó desde 2006 con la inspiración de Juan Ramón Quintana y su prédica contra el ecologismo imperial. En 2011, se cumplió la fase más significativa (con respaldo del brasileño Luis Ignacio da Silva y su Partido de los Trabajadores (PT) para partir en dos el pulmón de Bolivia. El estrangulamiento del TIPNIS develó el verdadero sentido de la Madre Tierra y del Vivir Bien.
Con el nuevo gobierno, esa visión está fortalecida con un enorme aparato desde las oficinas públicas. Los avasallamientos de tierras son apadrinados por el INRA, por el Viceministerio de Tierras, por la ABT. Ramiro Guerrero, Edmundo Novillo, y el polivalente Elías Tejerina Frías y sus familiares son una de las piezas claves. Ese oscuro personaje que de viceministro pasó a avasallador y después a empresario firmando contratos con EMAPA y otros. Asuntos que nunca investigará el viceministerio de Transparencia, tan transparente que no existe.
Luis Arce nombró responsable del cuidado de los bosques a un abogado sin antecedentes relacionados con el medio ambiente. Al contrario, Luis Roberto Flores Orellada, fue relacionado con un polémico caso de narcotráfico. Cuando un periodista le solicitó dar su versión, le pidió que consiga requerimiento fiscal, mientras grababa al comunicador. Parece que es un profesional que no se ha enterado cómo se hacen las entrevistas periodísticas. Asegura que él lucha por el pueblo.
En la sede de gobierno, los señores feudales del oro y del mercurio, prepararon un teatro callejero. Quieren apoderarse de las tierras de los nativos que no son aymaras y quechuas; quieren quemar los parques y las serranías; usar su alquimia para volver ríos cristalinos en corrientes amarillas; adueñarse de las fuentes de aire y de agua para las futuras generaciones,
Todo el que se oponga a sus planes es sometido al castigo: niños que quieren ir al colegio, periodistas que cubren noticias, empleados legales que deben marcar tarjeta, industriales que intentan garantizar la producción de alimentos, transeúntes.
Ensuciaron los parques con sus porquerías, dejaron restos de pollos y papas fritas en las avenidas, afectaron maceteros y rotondas. Si no les importan los arroyos, cómo les van a conmover las kantutas. Para eso están las barrenderas. Los señores feudales están ocupados con sus alquimias.
Hace demasiado tiempo que el Servicio Nacional de Áreas Protegidas está en manos de personas ajenas al respeto a la Naturaleza. Abel Mamani, aquel funcionario que nunca defendió ni una plaza alteña ni cuidó a la fauna, logró desbaratar la institucionalidad. Cada director es más ignorante que el anterior. Únicamente sirven para crear puestos para sus allegados iletrados.
El No Estado no controla gran parte del territorio nacional. Los bolivianos que planean viajes de turismo interno no pueden estar seguros de llegar al Chapare, a San Matías, a los parques nacionales con fronteras internacionales, al Desaguadero, a San Julián, al Guanay, a Tipuani, a comunidades del norte potosino.
Luis Arce Catacora y David Choquehuanca quedarán en la historia como los mandatarios que suicidaron al país que una vez tuvo cielo azul y hoy es el tercero más contaminado.