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El modelo de desarrollo cruceño existe, funciona y es exitoso


¿Podría haber escrito sobre algo diferente, a cómo vemos y hacemos las cosas en la región, cuando el Departamento de Santa Cruz está de plácemes justamente este 24 de septiembre? La respuesta es, no, aunque hoy no me referiré a los 5 factores (tierra, trabajo, capital, tecnología e institucionalidad) y 5 valores (libertad, individualidad, competitividad, cooperativismo e integración) de los que trata el libro Modelo de Desarrollo Cruceño: Factores y valores que explican su éxito, coeditado en 2021 por la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz (SEGH-SC) y el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), hablaré del modelo, sí, pero, de otra manera.

El presente artículo está basado en las reflexiones sostenidas sobre el tema durante las varias reuniones de coordinación que por semanas sostuvimos los cuatro autores de dicha obra -Carlos Hugo Barbery Alpire, Pablo Mendieta Ossio, Oscar Soruco López y mi persona- junto a María Esther Peña Cuéllar, que tuvo a su cargo la revisión del libro y las Conclusiones.

Una pregunta previsible era, si el modelo de desarrollo cruceño podía ser objetado en cuanto a sus resultados, siendo que en Santa Cruz hay pobres. El estudio mostró que la incidencia de la pobreza en la región es menor que en otros departamentos del país, de ahí que muchos migran a Santa Cruz buscando mejores días, lo logran y no quieren volver a su terruño. El modelo de desarrollo cruceño es inclusivo, permite avanzar al que estudia y progresar al que trabaja con denuedo.

Otro asunto tenía que ver con que, si el modelo de desarrollo cruceño era o no replicable en el país. Convinimos que el libro no tenía tal pretensión, sino, el que se conozca cómo Santa Cruz, en tan poco tiempo, llegó a alcanzar el alto sitial en el que está para que se pueda asimilar lo bueno que se hizo y cómo se lo hizo, con un modelo sostenible en el tiempo, de beneficio para el país, convirtiendo a la región en la locomotora de la economía boliviana, ya que su mayor crecimiento “jala” al crecimiento del país, de ahí que, “si a Santa Cruz le va bien, le irá bien a Bolivia”.

Otra inquietud tenía que ver con la permeabilidad de la sociedad cruceña, a los migrantes. El estudio dio cuenta de las diferentes formas asociativas de organización que han incidido en su desarrollo, desde el punto de vista de la institucionalidad, de las que participan los migrantes, incluso como dirigentes; respecto a la inclusión social, una muestra fehaciente de ello son los propios autores del libro, ya que ninguno nació en Santa Cruz de la Sierra (uno en Cochabamba, otro en Potosí, otro en Brasil hijo de bolivianos, otro en una provincia de Santa Cruz), demostrando que la región ofrece oportunidades al que se esfuerza y aporta con su conocimiento y trabajo en beneficio propio, de la región y el país.

Otro tema de análisis fue la posible crítica al “agronegocio”, siendo que la economía cruceña está basada en los sectores agropecuario/agroindustrial y, al “monocultivo” de la soya. El estudio tumbó el “mito”, al mostrar que tal actividad resulta un buen negocio para Bolivia (la soya aportó al país más de 18.000 millones de dólares por exportación hasta la fecha), además que no es un monocultivo, todo lo contrario, pues a la soya de verano le sucede en invierno la siembra de trigo, maíz, girasol, sorgo, chía y otros, bajo el concepto de “rotación de cultivos”, con “siembra directa” y “agricultura de precisión”, cuidando la fertilidad de la tierra y protegiendo el medioambiente.

Otra inquietud que surgió tenía que ver con el “rostro social” del modelo de desarrollo cruceño, algo que fue fácil de resolver. El libro da cuenta que no solo los mejores indicadores económicos, sino también sociales, están en Santa Cruz, así como el mayor acceso al agua potable, luz y telefonía, gracias al trabajo de sus cooperativas desde los años 60.

Estas condiciones infraestructurales hacen atractivo al departamento de Santa Cruz, al cual se trasladan, ahora, no solo personas, sino también empresas, desde el interior del país, atraídas por el importante mercado interno con el que cuenta, así como por una masa laboral de portento. Con relación a esto último, un rasgo distintivo que hace atrayente a la región y motiva una continua migración interna es el hecho que la mejor retribución salarial al trabajador está en Santa Cruz, porque en gran parte depende del sector privado, pagándose los mayores salarios en el sector exportador.

Finalmente, con relación a que si “los collas enseñaron a trabajar a los cambas”, como se ha dicho tantas veces, la obra reseñó que, primeramente, los migrantes extranjeros transmitieron su conocimiento a los oriundos (p. ej., los japoneses en la producción de arroz, pollos y trigo; los argentinos y brasileños, con la agricultura de precisión), a su vez, los migrantes del interior aprendieron de ambos, sin que ello implique no reconocer que los hermanos bolivianos que se afincaron en Santa Cruz, tuvieron la capacidad de sacrificio suficiente para enfrentar la falta de caminos, el sofocante clima y los bichos que abundaban en el campo, una tenacidad atribuible a que en su lugar de origen no les iba bien y por eso es que tampoco retornaron allí.

En definitiva, la constatación de que el modelo de desarrollo cruceño existe y funciona en una tierra de oportunidades, es la creciente población con los mejores indicadores sociales: “Nadie va a donde no hay esperanza y nadie se queda donde no lo tratan bien” (Carlos Hugo Barbery Alpire).

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