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El mago del Kremlin

La novela más leída de Francia en 2023 lleva ese título y ha sido escrita en francés por el politólogo ítalo-suizo Giuliano da Empoli. Por ese libro, el autor ganó el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa y el Honore de Balzac. Da Empoli fue asesor del primer ministro italiano, Matteo Renzi (2014-2016).

La novela da vida a Vadim Baranov, un personaje creado a imagen de Vladislav Surkov, el dramaturgo asesor de Putin hasta su despido el 2020. Un biógrafo de Putin cuenta que la obra favorita de Surkov, en la que se inspira de cómo actuar en política, es el Julio César de Shakespeare. En esa obra aparecen afirmaciones cuasi postmodernas como esta: “Los hombres pueden interpretar las cosas a su manera, en sentido contrario al de las cosas mismas”.

La novela empieza con un personaje que va al encuentro de Vadim Baranov, quien en su dacha le cuenta su experiencia de dramaturgo en la vida pública. Todo en política debe tener contornos teatrales, parece ser su convicción subyacente: hay que respetar la ficción, la construcción narrativa, no la verdad. Y servirse de la cólera del pueblo. Como en la realidad, en el libro el justiciero Putin se pone al mando contra los oligarcas. Y Baranov cita a Aristóteles: “el primer gesto del demagogo, una vez llegado al poder, es el destierro de los oligarcas”.

“Nadie escapa de su propio destino y el de los rusos es ser gobernados por los descendientes de Iván el Terrible”, asegura Baranov. Trabajando en la TV, quiere hacer un show patriótico e indaga entre su audiencia quiénes son los héroes del alma rusa. En vez de Tolstoi, Pushkin o Dostoievski, la lista resultante es Iván el Terrible, Pedro el Grande, Lenin, Stalin. Coincidentemente, el Putin de la novela llama a Baranov para decirle que tiene encuestas y preguntarle quién cree que es el personaje más admirado por los rusos. Baranov responde que el propio Putin. Este le retruca que hay uno que lo vence en el afecto ruso y está muerto: Stalin.

Como un pueblo con devociones zaristas, no es democracia sino orden lo que piden los rusos. “El Estado tiene una superioridad ética sobre lo privado”, para ponerlo en boca de Baranov. O, como dice Da Empoli, en términos psicoanalíticos: en Rusia se busca que en política el lenguaje del padre remplace al de la madre.

Y cuando Putin reflexiona sobre si entrar a la guerra en Chechenia o no, le dice a su asesor que “en Rusia el poder es otra cosa”. No es como Occidente pregona, que se trata de dos grupos de economistas que se pelean “en torno a un dosier en Power Point”. El zar nunca habla de cifras, “él habla el lenguaje de la vida, de la muerte, del honor, de la patria”. No es como esos “contables en busca de gloria, homúnculos que piensan que la política se reduce a la administración de una casa”.

La novela abunda en la mirada de Putin, como nacionalista ruso de ideas tradicionalistas, para el que Occidente está suicidándose. Como dice el activista opositor Edward Limónov, también retratado en el libro: “(Occidente es) una descivilización que ha hecho imposible la verdadera grandeza a cambio de garantizar un Happy Meal a todo el mundo”.

Putin tiene también miedos. En 2011, se desataron protestas en Rusia, apoyadas por la secretaria de Estado Hilary Clinton. Putin pensó que Occidente venía por él y lo confirmó en 2014, cuando vio caer al expresidente ucraniano prorruso Viktor Yanukovich.

Giuliano da Empoli se ha empapado de la situación rusa. Su libro es una descripción bastante acabada de la mentalidad de Putin y los suyos. Al igual que los personajes del libro, el verdadero asesor de Putin hasta 2020, Vladislav Surkov, habla como el personaje de la novela. Para Surkov, “una sobredosis de libertad puede ser letal para el Estado”. Según él, “Putin no abolió la democracia. Él la casó con el arquetipo monárquico del gobierno ruso. Y ese arquetipo está funcionando. Tiene suficiente libertad y suficiente orden”.

Es como para pensar en las similitudes del alma rusa y la boliviana. No sé si nos espera un Putin, pero los contables en busca de gloria son menos atractivos para el grueso del pueblo.

Gonzalo Mendieta Romero

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