Maurizio Bagatin
En el furor confuso de hoy, nos falta tanto nuestro lugar. Aquel lugar heideggeriano, que el filósofo imprescindible llamó Heimat. Entre el amorío con su mejor alumna y el silencio de la Selva Negra, ahí estaba el lugar perdido de Heimat. Hoy miro la imagen de una muchacha iraní, en un lugar que nos parece afuera del mundo, donde existe solo locura porque alguien todo esto lo ha hecho posible. Ella, Ahou Daryaei, desvanecerá un día como el beso fotografiado por Robert Doisenau o como el joven chino frente a los tanques en Tiananmén. Aunque fuera sin nombre, todo está en la juventud de sus pies descalzos, en el grito situacionista de aquellos dias parisinos o en las palabras que se cruzan en un lugar ausente, Simone de Beauvoir y Olympe de Gouges. ¿Qué nos queda de la libertad llevada hasta la Liberty Island, justo a la entrada de la Bahía de Nueva York? Un lugar, platónica imaginación de una Atlántida de la cual seguimos buscando unos mínimos vestigios.
Hoy hay un lugar, hoy es aquel espacio cibernético donde el hombre más rico de China, el inventor del Tik Tok, Zhang Yiming, nos ocupa, nos distrae, nos invita en ser sus cómplices. No leo en ningún otro lugar lo que marcado a fuego está escrito en la puerta del hogar de aquel Heimat que tanto ha amado Heidegger: “Y todo lo gobierna el rayo”. Ahora que andamos todos aquí, con nuestra ausencia de patria, en nuestra Heimatlosigkeit, donde el hogar está perdido para siempre y queda solamente esta nuestra “naranja azul”.