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El hambre como arma de guerra

Sigo los mensajes diarios del párroco argentino Gabriel Romanelli, quien informa desde la única iglesia católica en Gaza, la Sagrada Familia. Romanelli, con sus cachetes cortados por los hoyuelos de su franca sonrisa da detalles del horror que se vive/muere en ese territorio.

Es una voz serena, alejada de toda sospecha de antisemitismo, terrorismo, conexiones con Irán u otra conspiración. Hace poco también el templo donde da misas fue objeto de un ataque israelí. Tel Aviv, como suele proceder, dijo que era algún error, que iba a investigar. Las mismas frases que usó para esconderse después de matar a personal humanitario que repartía comida, o de fusilar y enterrar a 15 salubristas que transitaban en ambulancias claramente identificadas.

Israel no admite su responsabilidad ante la condena mundial que incluye al propio papa León XIV. En cambio, el bombardeo ha impulsado a los máximos representantes del cristianismo en Tierra Santa a visitar Gaza para constatar las denuncias. En una rueda de prensa en Jerusalén el patriarca griego Teófilo III denunció la inacción internacional sobre lo que sucede con el pueblo palestino. Por su parte, el cardenal Pierbattista Pizzaballa (OFM) calificó la política de Israel de injustificable y de moralmente inaceptable. En la iglesia murieron tres personas, otras fueron heridas y más de 400 refugiados fueron afectados.

Alertaron sobre la hambruna que azota la franja. Los videos del padre Gabriel mostraron el recorrido de las autoridades eclesiásticas sobre los escombros, las visitas a las precarias camas donde el personal de salud intenta salvar vidas y vieron a niños y bebés sin comida, sin agua. Vieron a hombres esperando por horas bajo un sol de 42 grados por un poco de comida. Más de 1000 personas han sido baleadas por las tropas israelíes en esos escasos puestos, calificados como una trampa conjunta de Israel y EE.UU.

La Iglesia católica ha aclarado que la ayuda que presta a los palestinos es para todos, musulmanes, cristianos, ateos. En el templo se pueden apreciar niños de todas las edades en condiciones de mayor cuidado que en el resto de la Franja. Monjas les ayudan a dibujar, a cantar, a intentar superar por algunos minutos la situación que padecen, mientras en el fondo se escuchan los bombardeos constantes.

Romanelli acompaña sus reflexiones con imágenes que revelan el grado de maldad al que ha llegado Israel para castigar colectivamente al pueblo palestino. Otras voces y otros organismos no dudan en calificar como genocidio esta masacre continua.

Más de 100 agencias de ayuda humanitaria denunciaron que la hambruna masiva se extiende en Gaza. Los cuerpos de adultos son transparentes, las costillas de los niños se pueden contar desde lejos, las embarazadas no pesan más de 44 kilos, los bebés nacen prematuros, con menos de un kilo y con poquísimas esperanzas de vivir.

Los periodistas, los salubristas, el personal que queda de agencias de ayuda o de representación internacional está extenuado. Se desmayan mientras trabajan. Algunos no saben si encontrarán a alguno de sus familiares muerto bajo una bomba cuando retornen a la carpa/hogar, como ya ha sucedido. Más de 140 reporteros palestinos han sido acribillados y el padre Romanelli no sabe cuánto tiempo más podrá enviar videos; el internet es un escaso lujo.

Las televisoras del mundo alertan a sus espectadores sensibles sobre la crudeza de las escenas que verán, cuando logran obtener fotografías o videos este infierno real. Hace años, la hambruna en Biafra golpeaba a la humanidad. Ahora, es la acción deliberada del gobierno judío la que mata de hambre a un pueblo y afecta para siempre la salud física y mental de los sobrevivientes.

Naciones Unidas pidió una vez más de forma urgente el cese de fuego en Gaza y el ingreso inmediato de ayuda humanitaria. Veinticinco países con gobiernos democráticos emitieron un comunicado conjunto con demandas similares. Alemania se negó a firmar la petición.

Justamente en estos días leo la crónica de Héctor Abad Faciolince sobre su dramática experiencia en Ucrania: “Ahora y en la hora”, cuando se  salvó de morir bajo un misil ruso porque cambió de asiento con su amiga la escritora Victoria Amelina. Él hace un recuento de la historia de Ucrania para entender la resistencia de este pueblo a la invasión rusa. Entre los recuerdos está la terrible hambruna de los años 30 con la cual Josef Stalin castigó a los campesinos arrasando sus cosechas y provocando la muerte de cuatro millones de ucrainianos. El “holodomor” significa “matar de hambre”.

Abad cita a su vez a un autor judío nacido en Ucrania, Vasili Grossman, quien describió en varias novelas la hambruna en Rusia después de la guerra civil. Más tarde contó la hambruna, las humillaciones, muertes, fusilamientos, cámaras de gas que padecieron los judíos bajo el nazismo en varios países europeos.

Parece que la humanidad no aprende.

No aprende y prefiere mirar a otro lado. A pesar de los informes, de las fotos, de los videos, de la hambruna televisada en Gasa, el gobierno israelí no reacciona: al contrario, acelera las masacres por aire y tierra. Ahora extiende las muertes a los pobladores cristianos. ¿Hasta cuándo resistirá el padre Gabriel?

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