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«El desencanto. 14 años del gobierno de Evo Morales»

En 2011, Filemón Escobar, líder histórico de la Federación de Mineros, ideólogo y fundador del MAS, diputado y senador, escribe una tan lúcida como dramática sentencia sobre el gobierno de Evo Morales: “Qué ironía de la democracia que, al llegar a los seis años de gobierno del MAS, este se precipita en picada por la política de confrontación, por haber abandonado la ideología de la civilización andina-amazónica de la complementariedad y la reciprocidad, y por sustituirla por el socialismo de tipo y forma estalinistas”.

En ese momento, Morales todavía no había mostrado su potencial político, no había desplegado del todo su espíritu autoritario y su gobierno no dibujaba con claridad su rostro despótico. Y, sin embargo, Filemón, que como se decía de Víctor Paz podía ver debajo del pavimento, ya advertía que la descomposición estaba en camino, que la semilla de la ambición del poder total estaba sembrada y que más temprano que tarde llegaría el descalabro.

Este libro se ocupa del ascenso, del poder y de la caída del proyecto más lúcido y a la vez contradictorio de la historia
contemporánea de Bolivia. Trata de las pasiones y la apuesta por una “revolución democrática” que dio frutos fabulosos y horrendos al mismo tiempo, y de cómo la mezquindad carcomió sus bases y llevó el “proceso de cambio” al precipicio. ¿Qué pasó en Bolivia entre el 2006 y el 2014? Y, sobre todo, ¿cómo viví yo esta ilusión en sus distintos ciclos? Las respuestas a estas dos interrogantes nutren las páginas del presente volumen.

Escribo desde una posición de izquierda crítica, ecuménica, que no obedece a jefes, que no promueve monopolios de la verdad y de la interpretación, con voz propia, indisciplinada, apasionada por la diversidad, por la irreverencia, por la autonomía. Una izquierda que no se cuadra frente a estatuas, ni dogmas, ni doctos; que no se inclina ante los lineamientos
intelectuales o políticos de un comité central o de los “líderes históricos”. Una izquierda libertaria que, frente a la podredumbre que ve en frente, apuesta que otra izquierda es posible.

Y a la vez, escribo desde una izquierda adolorida, que es testigo de un castillo de cartas que se viene abajo más por errores internos que por arremetidas foráneas. Aquí no me encargo de los factores externos, de los conspiradores y de las decenas de acciones coordinadas en miras de tumbar a Evo por parte de lo peor de la política boliviana. Esto lo escribo desde adentro, con la sinceridad, el dolor y el desasosiego entre las teclas. Si bien no es un texto de historia ni una cronología fiel a los hechos, conviene situar brevemente lo sucedido en el país para entender la razón de lo que viene.

Los catorce años de gobierno de Evo Morales se los puede dividir en distintos períodos, cada uno con sus propias características. El primero abarca del inicio de su gobierno, en 2006, hasta la aprobación de la Nueva Constitución y elecciones respectivas en 2009. Es el momento más épico de Morales, cuando tiene que lidiar con la recomposición de las fuerzas políticas que, asustadas frente a la posibilidad de perder sus privilegios y arrinconadas política y socialmente, reaccionan con virulencia utilizando todos los medios para impedir la agenda del presidente. Luego de la compleja y, en muchos momentos, incierta batalla, Morales logra imponer su agenda y empieza a gobernar. Aprueba la Nueva Constitución y consolida un respaldo electoral impresionante, envidiable e inédito.

El segundo ciclo, de 2011 a 2019 es cuando el gobierno desarrolla su proyecto en múltiples dimensiones. En lo económico, implanta lo que llamó el “modelo económico, social, comunitario y productivo” que dio notables resultados, todas las variables de la macroeconomía fueron aplaudidas por organismos internacionales, cosechando premios por doquier.

El crecimiento sostenido fue de la mano de la formación de una clase media urbana y joven con capacidad adquisitiva y una drástica reducción de la desigualdad. A la vez, se empezó con una profunda política de descolonización que tocó las entrañas de una sociedad racista y colonialista como la boliviana y logró revertir algunas inercias. La rotación de élites en el aparato estatal, el impulso a figuras indígenas en las artes, la cultura y en las instituciones, las nuevas reglas en el ámbito laboral, generaron un notorio cambio profundo en la estructura del país. A la vez, el respaldo electoral fue contundente, probado en distintos momentos en las urnas. Sin embargo, es también en este período cuando surgen los problemas irreconciliables. Las rupturas internas son claras, el aparato de represión entra en acción, se implanta un tipo de uniformidad hegemónica del pensamiento que aplana la diferencia, surge el control de todos los tentáculos de la vida pública (medios de comunicación, justicia, sindicatos, agrupaciones). El movimiento del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), en 2011, deja al descubierto que la idea de la “madre tierra” y el “buen vivir” promovida por el gobierno no es más que una bonita retórica. Los desacuerdos internos son brutales, los cuadros más comprometidos que se alejan de Morales son marginados y castigados. En lo económico, se acentúa la continuidad con “el modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente”, como lo llama Raúl Prada. En lo político, como explico en uno de los apartados, se construye un modelo de gestión política que consiste en una figura presidencial fuerte, respaldo electoral, un sindicato de base fiel y excluyente, cooptación y división de movimientos sociales, control de medios, acuerdos estratégicos con sectores empresariales, y control de órganos de poder (legislativo y judicial).

Particularmente, Morales mostró la intención de manipulación del voto. Como es conocido, en febrero de 2016 llamó a un referéndum porque quería ser presidente por cuarta vez, y cuando perdió tuvo que acudir a una artimaña jurídica, argumentando que postularse a la presidencia es un derecho humano, lo que fue refrendado por el Tribunal Constitucional que habilitó su última candidatura. Así llegamos a las elecciones de octubre de 2019, en las cuales el MAS utiliza escandalosamente el aparato estatal para su campaña.

El último y más corto ciclo son los 22 días que suceden entre el día de las elecciones el 20 de octubre y su renuncia el 10 de noviembre. El país llega a un momento polarizado, pero sin que esté en juego propiamente el horizonte societal; la disputa entre Carlos Mesa y Evo Morales apunta más a la dirección del proceso que a su reconducción. El día mismo del voto comienza el conocido movimiento por la defensa del voto, las denuncias de fraude, los excesos de distintos tipos en todo el país que conducen a su alejamiento del cargo y su autoexilio en México. Las 48 horas hasta que asuma la presidencia Jeanine Añez son tensas y violentas, mientras que Morales, ahora en su rol de víctima desde la Ciudad de México, lanza dardos certeros con dramáticas consecuencias. Por su parte, Añez, posesionada, rápidamente muestra su rostro autoritario, provocando matanzas inaceptables y reproduciendo las formas políticas de Evo.

Como lo he dicho, en este libro, siguiendo la organización de los tres ciclos del gobierno de Evo, recojo mis participaciones públicas en distintos medios. Empiezo por el entusiasmo de los primeros años, luego las dudas y la descomposición paulatina, y concluyo con las semanas de gobierno
y la huida a México que muestran su último rostro. En este momento terminal del régimen, reproduzco mi indignación sin tapujos. Estoy pasmado frente a un gobierno en el que años antes creí apasionadamente y que ahora, por un lado interviene de manera escandalosa en el proceso electoral, y por otro monta una farsa espectacular con el relato del Golpe de Estado que no solamente coloca a Evo en el lugar de los agredidos, sino que lo redime de todos sus males, le perdona su pasado, lo dibuja como héroe y víctima. Miro las noticias y no puedo creerlo, me indigna y solo escribo mi desconcierto, imprimo en las letras mi asombro y decepción.

En los tres períodos he reproducido mis artículos (que salieron en varios periódicos de circulación nacional) y algunos ensayos más reposados, incluso en el último momento he recuperado mis participaciones en redes sociales, con sus arriesgadas implicaciones. Sé que se trata de un texto desigual que conjuga tanto una rápida intervención en Internet como
el artículo más extenso y analítico, pero he querido presentarlos con transparencia al lector para que se pueda apreciar la pasión y el encanto de los primeros años hasta la desilusión de las últimas horas frente a la falsa retórica de Evo en el extranjero. También tengo conciencia de que escribo desde afuera del país, nunca tuve datos de primera fuente, todo se nutre de lo que decían los periódicos, las redes, los amigos y familiares, además de mis visitas vacacionales, charlas y entrevistas esporádicas con personas de distintas orientaciones y posiciones políticas. Hay muchas cajas oscuras, episodios no contados, datos ocultos de lo sucedido en los entretelones de la política que irán saliendo poco a poco. Seguramente con los años tendremos una idea más fiel de lo que realmente pasó en el país, especialmente en los últimos días de la renuncia de Morales. Por lo pronto, en estas páginas van mis impresiones “en caliente” con la información que se contaba en el momento, intentando evitar las narrativas políticas explicativas dominantes, sea de un lado o del otro; no quise caer en la trampa de “esto es un golpe”, “Evo era un dictador”, o “estamos recuperando la democracia”. Por las circunstancias mismas del tipo de reflexiones aquí reproducidas, queda claro que, como decía Mariátegui, “una valoración está siempre subordinada a su tiempo”, por lo que cada letra corresponde al clima que primaba cuando fue escrita y con la información que en ese momento circulaba. Así deberán ser valoradas estas intervenciones en el futuro (por eso el estricto apego a la fecha de cada entrada).

Finalmente, he querido publicar este libro porque esta es la historia de una apuesta, quizás no equivocada, acaso ingenua, pero seguro desviada y descompuesta. Es una pequeña muestra de cómo pueden cambiar las personas y los proyectos, cómo la política tiene múltiples rostros y el poder puede desvirtuar las mejores intenciones. El tono crítico de estas páginas es para no olvidar los errores. La complacencia es mala consejera, especialmente para con los políticos. La experiencia del gobierno de Morales, exitosa, contradictoria y compleja, debió ser la perfecta ocasión para un balance profundo y crítico de los límites y aciertos de una agenda progresista, pero lo que escuchamos fue una ola apabullante de aplausos y defensa visceral de lo indefendible. Como colectividad crítica, perdimos la oportunidad de avanzar con base en la autoevaluación transparente de los errores, muchos prefirieron la trinchera y fomentar la brigada de los elogios mutuos. Este libro es una nota disonante en esa melodía.

Termino esta introducción en marzo del 2020, y el período referido concluye en diciembre del 2019. La política en Bolivia da muchas vueltas y va de prisa, las cosas pueden cambiar en inimaginables direcciones. Nadie sabe hacia dónde vamos, es parte de la disputa. Paz decía que “la historia es el campo de juego de la Fortuna (…), por eso es imprevisible”, y que “toda reflexión sobre la historia contemporánea termina en una interrogación”. Es cierto. Queda este testimonio de un desengaño. Ojalá que al menos estas letras sirvan para aprender alguna lección. Por lo pronto, queda pendiente vivir el duelo por la muerte de un gran proyecto, luego del cual, acaso pueda renacer la esperanza.

París, julio de 2020

El desencanto. 14 años del gobierno de Evo Morales» (Ed. 3600, La Paz), de Hugo José Suarez.

Descarga el libro en el siguiente enlace:

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