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¿El coronavirus, una pandemia o una pesadilla?

María Cristina Botelho

Soy una de las imaginables emputadas, no es que sea fanática de la calle, tampoco de los salones de belleza, mucho menos de la vida social, mi vida hace algunos años ha sido un tanto retraída, presentía un futuro muy incierto, amanecer cada día era haber pasado la barrera de la vigilia, la medianoche y el miedo. Me aferré a la literatura y he vencido muchos contratiempos.

Desde que murió mi esposo Mario, tengo ataques de pánico a eso de las tres de la mañana, no sabía que era ansiedad, me la detectaron y está controlada. Lo que pasa que en tiempo de la enfermedad de mi esposo, él me llamaba para conversar, para fumar un cigarrillo o para lo que sea, siempre a esa hora, tenía que escucharlo, entender que sus días estaban contados y no interesaba interrumpir mi sueño para hacer compañía al hombre que más he amado en la vida. Si en estos momentos estuviese vivo, no sé como hubiera manejado aquella situación, con la cuarentena, el problema económico, los hijos fuera de Bolivia, mi mamá anciana, mi hermano igual que yo, candidatos a ser los más vulnerables. Ya me imagino los pesares de las familias del mundo entero.

Vivir en estos momentos es una soberana mentira, el encierro por conciencia, para no trasmitir el famoso virus, que tiene forma de corona y se cree el dueño de la vida, a ese bicho hay que derrotar hoy. Nada es más importante que eso. Es una adversidad que no se puede echar la culpa a nadie. Hay que informar, hay que enseñar a los necios, que el virus no da audiencia, que el virus no pide plata, que el virus no es votante en elecciones presidenciales, más bien merma a la población, el virus no tiene ideología política, ni es selectivo, todos somos gusanos de su preferencia, no importa la raza, el color o lo que sea. No respeta a nadie.

Tiemblan presidentes, están infectados príncipes, personajes del séptimo arte, gente importante y gente en situación de calle, gente que fue abandonada por sus hijos en asilos. Los más vulnerables, -dicen- son los ancianos. También han fallecido personas jóvenes que estaban aquejadas por algunas dolencias.
La pandemia es una afrenta a la humanidad. Si no hemos entendido el mensaje, pongámonos a pensar, encontremos la respuesta. Las ciudades están vacías, la gente observa desde sus ventanas, seguramente miles de ojos están vigilando lo que pasa por afuera. Vi esta mañana algunos jóvenes trotar y pasar en sus bicicletas, no pueden ir muy lejos, deben estar a una distancia de más de dos metros del resto de la gente que pasa por allí.
Es una película que no se le hubiera ocurrido ni al mejor de los escritores de terror, quedan chicos Edgar Alan Poe y Lovecraft. Habría que imaginarse el laberinto y el caos en los hogares. ¿Y qué se hace con la gente que no acata el encierro? Si no tienen casa, ¿dónde diablos van a meterse? Espero que ya se hayan habilitado hogares temporales para esa gente, que no sean aglomeraciones porque de nada serviría.

El virus ha viajado en primera clase, en aviones y cruceros de lujo, ¿estamos todavía a tiempo de frenarlo? Claro que sí, si la gente entiende que este es un enemigo común, de los pobres y de los ricos. Y sobre todo, de la gente que no se lava las manos, que sale a la calle y estornuda, que escupe, que vomita por donde sea, o peor si deja sus eses fecales a la intemperie. La higiene es una de las armas para atacar a esta pandemia.
El rol de los gobernantes es inmenso, el de los médicos y personal de salud, el del ejército y la policía, en lugar de dar la contra, movilicémonos con ideas, apoyemos, obedezcamos lo que significa cuidar nuestra vida y la de los otros, nuestros seres queridos, nuestros amigos, nuestros vecinos, nuestros compadres y comadres.

La batalla es hoy, no darle tregua al “coronavirus”, podemos hacerlo, si no estamos peleando los unos contra los otros.
Estoy emputada porque hay gente que todavía no entiende el riesgo que corremos todos por ciertas actitudes que dan lástima.
El planeta está en una lucha frontal contra un enemigo que ha llegado para infectarnos, para destruirnos, seamos más inteligentes y acatemos las instrucciones de la OMS.

Los males como vienen se van, depende de nosotros derrotarlos.
Las familias en casa, contemplándose unos a otros, en algunos casos más unidos que nunca, en otros odiándose o peleándose, protestando por cualquier cosa, los niños gritan, la esposa no puede reunirse con sus amigas y está histérica, el hombre no puede ir a chequear, a buscar faldas y piernas torneadas, cabelleras teñidas, ahora desteñidas y desarregladas. La banalidad, lo artificial se irá por el caño. La falsedad y la hipocresía se han puesto a prueba. Tenía que llegar una prueba demasiado fuerte para que la humanidad entienda qué nos diferencia de los animales, es muy doloroso ver el sufrimiento de la gente que ha sido infectada, pero casi la mayoría se salvan, son días de un malestar profundo, incertidumbre y temor, se pasa, pronto llegará la cura.

Tengamos fe que todo va pasar. Si queremos gritar de rabia hagámoslo, si queremos llorar que así sea, si queremos meditar, hacer ejercicios, reflexionar o trabajar creativamente en casa, si nos dejan, aprovechemos el tiempo para terminar lo que habíamos dejado a medias o aprendamos a cocinar, o sigamos por la televisión o la computadora historias que nos eduquen, que nos enseñen a soportar la desolación. El vacío, el frío, la soledad y la falta de un abrazo y de un beso. Tomemos lecturas que valgan la pena. No dejemos que el tedio nos consuma.

Escuchemos música que nos relaje, que nos incite a reposar soñando que nada nos va pasar, que todo estará bien.
Estamos sobreviviendo, lo importante seguimos en esta tierra, no somos los únicos humanos que pasamos por esta increíble pandemia, hubieron muchas plagas que azotaron a millones de personas y se vencieron todas las batallas. Dios tiene la palabra y en sus manos estamos todos. Los buenos y los que se creen malos. No creo en la bondad, ni en las maldades absolutas. Somos lo que somos, si nos sentimos humanos, somos partícipes de un gran cambio en nuestra conducta. El virus pasará, nos dejará una gran lección, vivir en armonía y paz.

Me preocupa la gente que vive al día, hay que demostrar nuestra solidaridad.

A propósito, hoy es el día mundial de la poesía. En esta cuarentena, que cada pequeña cosa se convierta en una metáfora, en un poema que nos alimente, existamos y seamos capaces de creer y mirar lo invisible, dominar nuestros miedos y reinventarnos como si estrenáramos otro cuerpo, otra vida, miles de vidas.

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