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El círculo vicioso del uso instrumental de la justicia

Dicen que “no es persecución, es justicia”, y lo dicen —sintomáticamente— personas que de una u otra manera están ligadas a quienes “hacen” esa justicia.

Dicen que “no es justicia, es venganza”, y lo dicen —sintomáticamente— los detractores del gobierno, que, como el anterior, hace gala de un uso convenenciero de la justicia.

¿Sabemos distinguir la frontera entre la justicia y la persecución (y la venganza) en estos casos? ¿Hay un punto medio que nos permita llegar a un entendimiento, o la verdad es una y, por sus designios, en conflictos como éste siempre habrá un ganador y un perdedor?

A unos, porque fueron perseguidos por los gobernantes que surgieron después de la ‘revolución de las pititas’, indudablemente les mueve el odio, el rencor, la sed de venganza por resentimiento. No verlo significaría tener en los ojos la venda del fanatismo obsecuente que lleva al pensamiento dicotómico, a menudo a esta burda polarización al uso, por simple oposición: “no me gusta éste, soy del otro”; “el otro es tal, yo todo lo contrario”.

A otros, porque se sintieron heridos con el maltrato a su prójimo (hoy son las muertes de Senkata y Sacaba, ayer lo fueron las de La Calancha), les asalta una triunfal sensación de que la justicia tarda, pero llega. Y su corazoncito partidario o ideológico dice presente.

Unos y otros, poniéndose la mano al pecho, no pueden desconocer que hace muchos años que en Bolivia no hay justicia independiente (en rigor la justicia, para ser ella, no necesita adjetivos). Si realmente buscamos la verdad y en definitiva cambiar, debemos partir de esta base para analizar cualquier accionar de fiscales y jueces que, de ser serios e incorruptibles, tendrían que trabajar solo bajo el imperio de la ley, despojados de prejuicios políticos y con suficiencia moral para rechazar —hoy, como ayer— las aprehensiones a pedido.

Está claro que la justicia nunca será tal mientras esté secuestrada por usurpadores de los poderes independientes; a propósito, ¿les parece justo etiquetar a quien así opine con alguna de las malas palabras de moda en nuestro triste mundo bipolar: “pitita” (hoy) o “masista” (ayer)? Los mismos que hoy son víctimas de este sistema perverso, es decir los adalides de la ciudadanía movilizada contra el régimen de Morales en 2019 fueron, en el régimen de Añez, igualmente verdugos ejecutando persecuciones y detenciones, o reprimiendo.

Esto es de nunca acabar: los que ahora defienden el uso (arbitrario) de la justicia, hace un año lo denunciaban. ¿Cuán diferentes son los que ahora reclaman justicia por sus muertos de los que hace un año o dos reclamaban justicia por los muertos que se cargó el MAS?

¿Nadie va a hacer nada para frenar esta locura? ¿Nadie va a tener la grandeza de romper el círculo vicioso del uso instrumental de la justicia?

¡Paren la mano! Desde la izquierda hasta la derecha, cuando tengan que impartir justicia, en lo posible, que sea con la razón, no con el hígado; con la vara del bien, no del mal. Socialistas y liberales, cuando tengan que hacer justicia, háganlo pensando en la vida de las personas que juzgan al mismo tiempo que piensan en la vida de los afectados por los delitos que a ellas les están endilgando. Terminen de una vez con la mirada convenenciera.

De todos modos, esto no va a acabar si la sociedad no exige a los políticos, con firmeza, una justicia realmente independiente. El círculo vicioso continuará mientras la política de los políticos inmorales siga metiendo sus narices sucias en la justicia.

Por lo demás, que a la justicia le falte juicio, o, yendo incluso más lejos, que esté contaminada por el deseo de perjuicio, es una muy mala noticia. Y, sin embargo, para ser justos, debemos reconocer que esto no es noticia. De no haber una profunda y sincera voluntad de cambio, la justicia seguirá siendo (únicamente) de y para quien la maneje.

Oscar Díaz Arnau es periodista.

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