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"El camino de regreso al pasado lleva a la nada"

Pedro Susz K.

El 24 de abril de 1997, esto es 23 años ha, junto al Movimiento “Para seguir sembrando, para seguir soñando” resolvimos asaltar simbólicamente el poder mediante la toma del entonces Parlamento. Allí desde el hemiciclo de la Cámara de Diputados, con los palcos reservados para el público ocupados en la ocasión por los representantes de las distintas organizaciones políticas, y entretanto la plaza Murillo albergaba una feria de las culturas no autorizada, hicimos público el manifiesto del Movimiento e interpelamos a dichas delegaciones a suscribir un documento comprometiéndose a instalar en la agenda pública un abierto debate a propósito de la  impostergable urgencia del diseño participativo, y de la implementación por los administradores del estado, de políticas sostenidas en el ámbito de las culturas y la comunicación.

En último análisis se trataba de perforar la sordera pertinaz común a todas las corrientes ideológicas, iniciando la remisión al basurero de la historia de algunas obsoletas aberraciones conceptuales, de claro sesgo ideológico y por ende nada desinteresadas, las cuáles no obstante su obsolescencia, pervivían instaladas en el sentido común, sitio, se sabe, donde la bobada adquiere valor de argumento de autoridad.

Aquí, así como en el mundo entero -donde el debate sobre los tópicos abordados en esta nota ha tenido igualmente lugar-, a  lo largo de  las últimas tres décadas se avanzó por cierto bastante en la puesta en acto de aquel reclamo: políticas culturales y de comunicación, machaco. No  aconteció de manera sencilla ni  lineal, pero con  suficiente consistencia y resultados como para desnudar el mayúsculo yerro del descaminado intento de nuestro actual gobierno creyendo poder revivir los cadáveres insepultos de las groserías discursivas enumeradas a seguir, según pudiera deducirse de sus recientes medidas concernientes a la estructura del Poder Ejecutivo, o, digamos mejor, de los argumentos puestos en mesa para justificar tales disposiciones.

Permítaseme entonces recordar lo argumentado en el Manifiesto colacionado más arriba y, de manera muy somera* los equívocos recurridos durante décadas por la esquiva actitud de las clases aposentadas en el poder a la hora de reconocer el valor primordial de las culturas y la comunicación en el tramado de la identidad colectiva, piedra basal por lo demás para la puesta en pie de un país resuelto de veras a asumir de manera independiente, autodeterminada, su lugar en el mundo, su trayecto hacia el futuro y las políticas indispensables a fin de facilitar la inclusión, la equidad y el respeto a la diversidad (en el caso boliviano quizás una de nuestras principales riquezas).

Recordemos pues:

  1. Es totalmente falso que el dinero público destinado a la implementación de políticas culturales –articuladas en torno al objetivo básico de impulsar el diálogo intercultural- deba contabilizarse en el rubro de gastos. Se trata, por el contrario, de inversión y, sin exagerar, de la única inversión cuyos réditos colectivos y duraderos se hallan garantizados. Máxime cuando tales políticas abarcan la preservación de la memoria colectiva –inscrita en el patrimonio material e inmaterial- irreductible a la mera exposición museística, así como del patrimonio natural innegociable con especuladores inmobiliarios, loteadores, et. alt. Este es un debate cerrado, así la contabilidad pedestre aplicada a la administración pública se obstine en seguir empantanada en la suma y resta adscrita a una cuantificación rudimentaria de la idea de  “progreso”. 
  2. Cultura y bellas artes no son sinónimos (lamento que algunos actores culturales también sigan comulgando con semejante rueda de molino). Por el contrario las culturas comprenden todos aquellos aspectos (de la comida a la arquitectura; del atuendo a las cosmovisiones sobre el tiempo, espacio, la vida y la muerte; de las manifestaciones artísticas a las formas de contestar a las preguntas del ser,  etc.)  que durante el transcurrir de los años las sociedades han venido trabajando para desencriptar su pasado, su presente y su porvenir.
  3. Peor aún,  resulta absurdo enflaquecer el concepto de cultura a la mera suma de eventos y espectáculos más o menos festivos.
  4. No existe una sola cultura digna de ser considerada tal -por eso desde el Movimiento se propugnó, e impuso, el uso del plural-. La concepción jerarquizante que privilegia una determinada visión cultural por encima de otras, desvalorizadas a un carácter secundario, no es otra cosa sino el reflejo de una mirada dependiente, racista, discriminadora que confunde creación con mimetismo creyendo, o simulando creer, que participación cultural es igual a consumismo.
  5. Es erróneo el criterio que desvincula fácticamente a las culturas de la educación, o las subordina a esta última. En la vida real la educación, esquivando convertirse en mala copia de otros sistemas formativos o en una productora de consumidores pasivos y acríticos de la producción material e inmaterial ajena, debe adecuarse a las culturas, no a la inversa. Dicho de manera más llana si educación fuese un Viceministerio en el Ministerio de Culturas no habría qué objetar. Lo contrario es disparate puro, una suerte de falaz consuelo.
  6. Tampoco es admisible sinonimia alguna entre comunicación y propaganda. Esta última es una de las varias líneas operativas dentro de la comunicación, de lejos no la más importante, pues en este orden de cosas el impulso al diálogo intercultural resulta asimismo, o debiera resultar, el blanco número uno al cual apuntar las acciones comunicativas.
  7. Por su propia naturaleza las políticas de culturas y comunicación demandan, para su diseño y puesta en acto, de la intervención participativa del conjunto de la comunidad, sus organizaciones, instituciones, etc. Esto genera a su vez un círculo virtuoso ahondando la corresponsabilidad en la materia e invistiéndola paralelamente de legitimidad.
  8. Dado que las culturas y la comunicación constituyen la columna vertebral en torno a la cual debe articularse el conjunto de las políticas desplegadas con voluntad política efectiva de resolver los temas pendientes en materia de inclusión y acceso a la igualdad de oportunidades, cerrando las heridas abiertas por la discriminación y la centralización, etc., es vital su vocería permanente en los debates del gabinete, institucionalizando tal voluntad mediante la presencia de un(a) Ministro(a) de Culturas y Comunicación.

Viene a ser urgente entonces una puesta  al día de las corrientes políticas a cargo temporal del poder, informándose, así fuese superficialmente, de los avances teóricos que, por ejemplo han avalado la creación del Ministerio de Culturas – ahora vuelto a desmantelar- o, en el caso de La Paz, trabajar participativamente una Ley de Fomento a las Culturas y Salvaguarda del Patrimonio convertida en referente continental. 

Se pondrían de tal modo a buen resguardo del sinsentido de las alegaciones hechas públicas en afán de justificar y maquillar las medidas adoptadas. Evitarían de paso, en la medida de lo posible la gravísima avería, no “a los artistas” sino al conjunto de una comunidad en absoluto predispuesta a volver atrás –al imperio incontestado del racismo marginador  del 80% de los(as) bolivianos(as), del centrismo marginador del 80% del territorio, y de la dependencia a ojo cerrado-.

Peor aun cuando en el contexto de la mundialización del capitalismo informático los asedios sobre la diversidad y la identidad presentan dimensiones inéditas y retos ciclópeos los cuáles  sí o sí deben asumirse en lugar de optar por el facilismo de las recetas perimidas e inservibles. Mirar al ayer, para aprender de él es una cosa, volver a ese ayer es otra, muy distinta.

Y si de esto último se trata Sra. Presidenta le decimos, sin vacilar, ¡No gracias!

*Los interesados en conocer, o releer, el documento in extenso pueden consultar el libro  “Políticas Culturales. Una propuesta inédita de la sociedad civil” (Virginia Ayllon&Pedro Susz (comp.)) – Ed. Cedoin – La Paz/1998. O en el artículo publicado en el No. 59 de la revista Khana editada por el GAMLP el 2019.

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