Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Dedicado para Elena.
Homero Carvalho Oliva, a quien desde hace unos lustros conservo entre los conocidos más cercanos, como poeta tiene ya un sitio consagrado en las antologías el país y Latinoamérica. No compartí su acercamiento, en algún momento, al actual gobierno, pero eso no ha mermado mi aprecio por su arte poético. Al menos, creo, no ha sido ni es hasta hoy, un escritor que ha puesto su prosa y su verso al servicio de una ideología u querencia partidaria. No es el caso, por ejemplo, de algunos autores bolivianos, que terminaron sucumbiendo al populismo para finalmente acabar enterrados como narradores. Amén de lo dicho hasta aquí, voy a repasar un tema central en la poesía de Carvalho: la simbología del Agua. Pero más allá de lo que diga o no, un humilde teólogo y filósofo, Homero Carvalho, es uno de nuestros literatos más representativos. Es quizá, en nuestra actual literatura nacional, sobre todo la cruceña, el escritor que con más pureza y delicadeza lírica, traduce el provincianismo y la esencia de la cultura del agua, asentada a orillas del río Yacuma. Pero, también, la raíz de los mowij:mas habitantes de las pampas amazónicas del Beni está tan viva en su prosa poética.
Simbología poética
La hermenéutica reductiva tiende a considerar los mitos como formas de pensamiento superado. El pensamiento conceptual recibe, se quiera o no, inspiración del lenguaje simbólico. Juan Antonio Estrada, teólogo y filósofo, español, dice: «La misma filosofía surge en un contexto de una cultura de raíces míticas, y los relatos mitológicos forman parte de la memoria e identidad colectiva de los pueblos». Sin duda, el agua es un elemento simbólico fundamental en los relatos míticos, sino pensemos nada más en los mitos etiológicos como el poema Enũma Elish en la tradición sumérico-babilónica o en la tradición helenista de Hesíodo y Homero, y la hebrea como en Génesis 1, 1-2: «Al principio creo Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas». En este sentido los mitos nos hablan más bien de acontecimientos originarios, más intuidos y expresados que explicados.
En este contexto, la poesía de Homero Carvalho, recurre frecuentemente a la simbología del agua, cargada de intuición para expresar hechos originarios de una cultura: «Nosotros/ habitantes de la selva/asistimos al nacimiento/ de ese mundo dorado/ donde todo era nuevo/donde todo era asombro/ y ante todo estaba el Agua/ el río /la lluvia». Estas tres imágenes: el agua, el río y la lluvia, constituyen símbolos primarios, originarios. Y en la poesía de Carvalho llegan hasta la extravagancia metafórica: Rio de las serpientes. «En los Reinos Dorados/ nacimos con el don del entendimiento/ cada nación hablaba su propia lengua/ para todos sabíamos que cuando/ el que decía Amarumayu/ se refería al Rio de las serpientes».
Los Reinos Dorados, para Homero Carvalho, tienen su origen en el agua, en el lecho del río o la reluciente lluvia amazónica: «Más allá/de la humedad/ y de las nubes solteras/ del dulce lecho del río/ de las entrañas de los árboles/ siempre algo más/ algo que susurraban los Reinos Dorados». Sí, ese susurro es El Agua. Si hay algo que la poesía, el lenguaje lírico es capaz de expresar, son los acontecimientos originarios de un pueblo, de una nación, de una cultura, del mal o el bien. Pues, en la visión de Carvalho, la cultura de la vida está estrechamente vinculada a la cultura del Agua. Sino escuchemos a nuestro poeta beniano del Yacuma: «El misterio sigue ahí/ hasta escarbar un poco/ en el prodigioso suelo/ de los Reinos Dorados/ y allí bajo la piel terrena/ están las tablillas que cuentan/ las maravillosas crónicas de lo que fuimos/ la historia de la Cultura del Agua/ anterior a aquellos que trabajaban la Piedra/ y veneraban a las Montañas./ Vestigios imposibles/ de cuando dominábamos/ los vastos secretos de las aguas».
Los pueblos pescadores y recolectores, nómadas, asentados en las orillas de los ríos de la amazonia, conocieron todos los secretos del agua; y por eso no podían menos de considerarse moradores y dueños de una hermosa y prodigiosa Patria del agua, un país imaginado sobre las cristalinas aguas de la vida. Y Homero Carvalho, es hijo de esa Patria de las aguas: «Presintiendo/ que nuestra verdadera/historia estaba en los ríos/ dorados reflejos que fluyen/ por las selvas y sabanas/ un errante solitario cargado de versos/nos denominó Patria de las Aguas».
La cultura del agua
Y claro, una cultura del Agua es una civilización, es esperanza y providencia, porque en cada molécula de agua, palpita la existencia en todo su devenir. Por eso nuestro poeta dice: «El río era la esperanza y el devenir eternos/ raíz de nuestra existencia los ríos/ eran la providencia, la luz, la vida y la muerte/ Amábamos el Agua/ porque sabíamos que cada gota/ alberga otros reinos otros mundos». Para Homero Carvalho, la esperanza que guardaba esa cultura era necesario escribirla. Y escribir con la tinta del río Mamoré, para un mortal de la civilización del Agua, no solo es plasmar la esencia de una cultura, sino establecer el origen de todo ser viviente. De ahí la conexión de los significados originarios de los mitos en todas las culturas: «Los poetas de los Reinos Dorados/ escribían con la tinta del río Mamoré/ madre de las Aguas/ madre de todos los seres/ Hay que sumergirse en esas Aguas/para encontrar nuestra esencia primitiva».
Esa esencia primitiva, revela –para el poeta– el principio y el final, el alfa y el omega, de la cultura del Agua. El origen de un pueblo que vio en este reflejo su existencia y su razón de ser. «Nuestro origen/ fue nuestro final/ el Agua decidió/nuestra suerte cuando dejamos de ser la Tierra sin Mal». Así, la gente de la Tierra de las Aguas, no solo ha escrito su memoria en el agua, sino que también su origen está plasmado en el Agua. Para los pueblos de ese vasto territorio verde, el agua y sus ríos, constituyen las avenidas y caminos, por donde discurre la vida. «Nos movíamos de acuerdo al curso de las Aguas. Los ríos eran nuestros caminos y el agua nuestro transporte. En nuestra cosmogonía el río en el centro de nuestro mundo; los ríos definían los territorios y sus habitantes, eran los súbditos naturales del Mamoré, del Yacuma, del Iténez…».
Para Homero Carvalho, poeta mowij:ma, poeta del Yacuma, memoria y escritura, constituyen recursos pertinentes para volver a la esencia del agua, al origen de la Patria del Agua. Por eso en tono confesional, dice: «He decidido escribir, hermanos, para narrar lo que fuimos. Para develar que salimos del agua y hacia ella navegamos, para hablar de nuestra magia, de nuestras antiguas creencias totémicas, recordar a nuestros dioses y reafirmar en nuestra poética de la selva el espacio de las sombras mágicas y misteriosas que nuestros mitos y los ríos, los montes, los animales y el viento son parte de nuestra vida». Nuestro poeta termina uniendo memoria y escritura en el agua. O si queremos, el Agua, es el origen de la memoria y la escritura: «Nos vamos a navegar por los ríos de la memoria. Ahora la escritura es nuestra voz».
En la poesía de Homero Carvalho, elementos simbólicos como el agua, constituye un recurso importante para expresar su profunda raíz amazónica, así como la búsqueda de los hilos más propios de la identidad de la Cultura del Agua, de la Patria del Agua. El agua no solo es un símbolo que Carvalho recoge del conocimiento mitológico de los pueblos, sino que a través del discurso poético, narra el acontecimiento originario de esa civilización del Agua, tan rica en su cosmovisión y continúa esparcida por toda la amazonia boliviana.