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El adiós de Carlos D. Mesa

José Luis Mollinedo De La Quintana

El 24 de enero, Carlos Mesa anunció su decisión de no postularse como candidato a la presidencia en las elecciones de 2025. Lo hizo fiel a su estilo, a través de un video en redes sociales y en completa soledad, dejando en claro que se trataba de una decisión personal, al margen de los criterios de sus correligionarios en Comunidad Ciudadana.

La noticia no sorprendió a quienes siguen de cerca el panorama político. Los indicios y rumores sobre esta postura de Mesa ya circulaban desde hace tiempo. Sin embargo, al oficializarla, generó un movimiento significativo en el bloque opositor.

Más allá de los argumentos que Mesa esgrimió para justificar su negativa, resulta más relevante analizar las consecuencias de esta decisión en el contexto de su trayectoria política. Este será el enfoque del análisis que desarrollaremos a continuación.

El camino al poder

Para las elecciones de 2002, Goni contrató a la encuestadora Greenberg para diseñar su campaña. Según Greenberg, uno de los problemas que más preocupaba a la población era la corrupción, por lo que la lucha contra esta se convirtió en una de las principales banderas de la campaña, idealmente liderada desde una posición creíble.

Así surgió la idea de contar con una vicepresidencia que representara un referente social contra la corrupción. Los asesores de Goni señalaron que el perfil más adecuado era el de Carlos Mesa, quien, gracias a su destacada labor periodística, tenía las credenciales necesarias para cumplir este rol, particularmente por su significativa influencia en la clase media.

Algunas voces dentro del entorno de Goni sugirieron mantener la línea que llevó a Víctor Hugo Cárdenas a la vicepresidencia, es decir, reforzar la alianza del MNR con el movimiento indígena-campesino, rescatando la tradición histórico-popular del partido fundado por Víctor Paz. Sin embargo, Goni decidió escuchar a sus asesores y a las encuestas, eligiendo a Carlos Mesa como su compañero de fórmula.

Para muchos movimientistas, esta decisión limitaba el alcance del voto del MNR a las capas medias y daba la impresión de ser una fórmula más propia de la zona sur de La Paz. A pesar de ello, la dupla Goni-Mesa ganó las elecciones. Paradójicamente, fue precisamente el surgimiento del movimiento campesino-popular lo que terminó expulsando a Goni del gobierno. Ironías de la historia.

Así, el periodista y comunicador Carlos D. Mesa inició su carrera política como vicepresidente.

Mesa y Goni, celebrando el triunfo de la elección del 2002

De una vicepresidencia periférica a la presidencia

Durante el segundo gobierno de Goni, la vicepresidencia de Carlos Mesa tuvo un rol casi marginal. Mesa no formaba parte del núcleo de poder que rodeaba a Goni y su megacoalición. Sus responsabilidades en el gobierno eran limitadas, evocando la célebre frase de Juan Lechín: «La vicepresidencia es la quinta rueda del carro».

Sin embargo, este hecho terminó favoreciendo a Mesa. Cuando los conflictos entre Goni y el movimiento popular se intensificaron, y el gobierno, bajo la influencia de Sánchez Berzaín, optó por la violencia como solución, solo consiguió acelerar su caída. En ese contexto, Carlos Mesa se distanció del gobierno, argumentando su rechazo a la violación de los derechos humanos y a la represión.

Este distanciamiento le permitió posicionarse para el desenlace de la crisis política. En octubre de 2003, tras la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada, Mesa asumió la presidencia. Para el MNR, esta acción fue vista como una traición, resultado de una supuesta conspiración en la que Mesa habría estado involucrado.

Se revelaron acusaciones de que Mesa había recibido una considerable suma de dinero de Goni para ser su compañero de fórmula, supuestamente destinada a sanear deudas de PAT. Además, se afirmó que fue Filemón Escóbar quien instó a Mesa a abandonar a Goni y mantenerse al margen, asegurando que el movimiento popular no se detendría hasta derrocar al presidente, dejando la presidencia en manos de Mesa.

Desde nuestra perspectiva, más allá de las interpretaciones, lo que hizo Carlos Mesa fue aprovechar una oportunidad que le ofreció la historia, una oportunidad que ningún político habría dejado pasar.

El ex dirigente minero, Filemón Escobar, fue, para muchos, el autor intelectual y el operador para que Carlos Mesa llegara al poder

La presidencia sitiada

Mesa definió su paso por el Palacio Quemado como una «presidencia sitiada». Es cierto que se encontraba entre dos fuegos: de un lado, la emergencia indígena-popular, y del otro, el bloque de partidos del sistema político que había co-gobernado con Goni y mantenía el control del Parlamento. Entre la presión de la calle y las exigencias del poder legislativo, cabalgar sobre ese escenario fue extremadamente complicado para Mesa.

Intentó comprometerse con la llamada «Agenda de Octubre», enarbolada por los movimientos sociales, mientras buscaba el respaldo de los partidos tradicionales para garantizar gobernabilidad. No logró ni lo uno ni lo otro. Su gobierno avanzó a tropezones, sin una ruta clara, sujeto a las presiones de ambos frentes. A ello se sumaron las demandas regionales y una situación económica compleja, lo que derivó en un gobierno prácticamente inmovilizado.

Además, su estilo y carácter particular, marcados por la indecisión y la vacilación, agravaron la situación. Se dejó arrancar por las regiones, bajo la presión de Santa Cruz, la elección directa de prefectos, cambiando a nombre de gobernadores. En un Estado Boliviano, que como sostenía Víctor Paz, debido a su enorme fragilidad estructural,  debía ser unitario  con una fuerte presencia del poder central para evitar un desarrollo desigual que se creen regiones ricas y regiones pobres causando un desequilibrio en el crecimiento del país, generando fuerzas centrífugas que alienten el separatismo, poniendo el riesgo la unidad de Bolivia.

Pese a convocar referéndums para legitimar políticas públicas y atender demandas de los movimientos sociales, retrocedió cuando le exigieron aprobar una nueva ley de hidrocarburos que regulara la relación entre el Estado y las petroleras. Finalmente, esta ley fue aprobada por el Parlamento, liderado por Hormando Vaca Díez. Mesa se oponía a cualquier medida de «nacionalización» de los hidrocarburos, pero al final solo se lograron nuevos contratos con una mayor participación estatal.

Mesa tampoco logró controlar el Parlamento, a pesar de intentar construir una base leal a su gestión a través de los llamados «transversales». No contó con un aparato político que le permitiera gobernar: se distanció de los partidos que respaldaron a Goni, mientras que la emergencia nacional-popular no veía razones para apoyar su gobierno. Ante este vacío, se rodeó de figuras políticas vinculadas al desaparecido Movimiento Bolivia Libre y de antiguos compañeros de colegio.

En efecto, fue una presidencia cercada y paralizada. Mesa, consciente de que estaba atado de pies y manos, optó por renunciar en lugar de enfrentar la coyuntura. Esta actitud, característica de su personalidad, no fue un acto de desprendimiento personal, sino una salida política motivada por el deseo de escapar de una situación que lo estaba aplastando.

Después de la renuncia de Goni, Mesa asume la presidencia

Su hora más gloriosa

Carlos Mesa siempre mostró una conducta ambivalente respecto a Evo Morales.

Por un lado, lo culpaba de ser el responsable de los bloqueos que obstaculizaron su gestión presidencial. Por otro, afirmaba sentirse orgulloso de que Bolivia tuviera un presidente indígena.

Fue, precisamente, Evo Morales quien reincorporó a Mesa a la vida política al nombrarlo miembro de la comisión creada por su gobierno para desarrollar la estrategia de recuperación marítima.

En este rol, Mesa tuvo una destacada actuación que motivó que sectores de la clase media volvieran sus ojos hacia él, especialmente después de su célebre entrevista en la televisión chilena.

Sin embargo, a pesar de su cercanía al presidente Evo Morales, fiel a su carácter, Mesa se desmarcó del «jefazo» cuando este insistió en su reelección, desobedeciendo los resultados del referéndum del 21F.

En ese momento, ante el vacío de un liderazgo opositor, Mesa ocupó ese espacio.

El anti-masismo ya había apostado por otros liderazgos que terminaron derrotados ampliamente por el MAS. Evo, en su momento, venció a Tuto, Samuel y Manfred con votaciones superiores al 51%.

Tras el fracaso de la estrategia marítima, Mesa proclamó su candidatura presidencial, lo que generó el comentario político de Jaime Paz Zamora: «Para lo único que sirvió la bandera de la reivindicación marítima fue para tener dos candidatos presidenciales: Carlos Mesa y Evo Morales».

No obstante, las condiciones eran distintas. El rechazo a Evo Morales se había ampliado debido a su decisión de ignorar los resultados del 21F. Incluso sectores afines al llamado «Proceso de Cambio» resistían la idea de votar nuevamente por Evo, considerando su candidatura como un exceso y muestra de ambición personal.

Esto no resta mérito al hecho de que Mesa consolidó el voto opositor y dio una dura batalla al Movimiento al Socialismo. Su estilo peculiar de hacer política, aunque cuestionado, logró llevar a Evo a una segunda vuelta.

Aunque Evo Morales aceptó inicialmente este escenario, Mesa no logró concretar ni pelear para que dicha segunda vuelta se realizara. Terminó prisionero de la corriente que desconoció las elecciones, liderada por el entonces rector de la UMSA, Waldo Albarracín, y Luis Fernando Camacho. Mesa se sumó a dicha estrategia.

Evo finalmente dejó el poder, y llegó la transición de Jeanine Áñez. Sin embargo, Mesa, por falta de claridad estratégica, perdió la oportunidad de ingresar al Palacio Quemado por la puerta grande.

En ese momento, una segunda vuelta le habría dado la posibilidad de vencer al MAS en las urnas, ya que el contexto político jugaba a su favor.

A pesar de ello, no se puede negar que la elección de Mesa en 2019 fue un factor determinante en la caída de Evo Morales. Fue, sin duda, su hora más gloriosa.

Mesa y Evo, una historia de Amor y Odio

Del arcismo al debilitamiento político

Los seguidores del líder de Comunidad Ciudadana, al igual que el resto de la oposición, pensaron que las elecciones de 2020 marcarían el fin definitivo del MAS. Tal era la euforia y la miopía del llamado bloque opositor que incluso Jeanine Áñez se animó a postularse a la presidencia, llevando a Doria Medina como compañero de fórmula.

Ese entusiasmo también alcanzó al mesismo, que asumió que una elección contra Luis Arce sería un trámite sencillo. En su Estado Mayor ya daban por descontada la victoria y, con absoluta confianza, comenzaron a repartirse ministerios y embajadas.

Solo unas semanas antes de las elecciones se dieron cuenta de que el MAS venía con toda su fuerza. Comprendieron que la caída de Evo y la presidencia de Jeanine Áñez solo habían sido un breve interregno en el desarrollo del llamado «Proceso de Cambio». El MAS seguía contando con un sólido respaldo popular indígena, suficiente para regresar al poder, esta vez liderado por una figura de segunda línea: Luis Arce Catacora.

Carlos Mesa no tuvo un mal desempeño en las elecciones; logró el segundo lugar. Sin embargo, obtuvo una votación menor a la de 2019, regresando a los niveles tradicionales del porcentaje alcanzado por la primera fuerza opositora, independientemente del candidato. Ese porcentaje oscilaba entre el 25% y el 30% del electorado.

Carlos Mesa, como resultado de las elecciones de 2020, obtuvo una bancada parlamentaria significativa que, bajo la premisa del «centro democrático», promovió nuevas figuras en el Legislativo. Siguiendo la línea trazada en su libro La sirena y el charango, la bancada de Comunidad Ciudadana se movió estratégicamente, estableciendo alianzas coyunturales con CREEMOS. Estas alianzas incluyeron acuerdos puntuales, unas veces con el «arcismo» y otras con el «evismo», para avanzar en su agenda legislativa.

Aunque la labor de la bancada de Comunidad Ciudadana merece un análisis aparte, es importante señalar que los logros obtenidos por sus diputados y senadores no fortalecieron el liderazgo de Mesa dentro de la oposición, donde ya enfrentaba cuestionamientos. Mesa fue blanco de ataques en dos frentes: el oficialismo lo hostigó mediante una serie de juicios destinados a arrinconarlo políticamente, mientras que sus rivales dentro de la oposición alimentaron la narrativa de que su postura era «funcional» al MAS. Incluso figuras sin representación parlamentaria, como Tuto Quiroga y Samuel Doria Medina, se arrogaron el derecho de criticar y dictar cómo debía comportarse la bancada de Comunidad Ciudadana.

Paradójicamente, los más interesados en sacar a Mesa de la política no eran sus adversarios del MAS, sino sus contrincantes en el bloque opositor. Esta tendencia se acentuó a medida que la crisis interna del MAS se profundizaba, la economía del país se deterioraba por los desaciertos del gobierno de Luis Arce, y las pugnas internas del oficialismo se volvían cada vez más visibles por las ambiciones personales dentro del partido.

Sin embargo, la oposición no está exenta de problemas similares, aunque estos se manifiestan con mayor sutileza. Parten de la premisa de que este será el último gobierno del MAS, lo que ha dado pie al surgimiento de «elegidos» y «predestinados» que se autoproclaman salvadores del país frente a la «barbarie masista». A pesar de su discurso de unidad, se enfrentan en una guerra intestina, parte inherente de la realpolitik boliviana.

En este contexto, no sorprende que Tuto Quiroga, con frialdad, haya traicionado a Mesa al romper la alianza entre Comunidad Ciudadana y el FRI. Además, las empresas encuestadoras, con razón o no, eliminaron a Mesa de las proyecciones para las elecciones de 2025, y cuando aparecía, le asignaban porcentajes muy bajos. El cerco político para evitar que Mesa se repostule en 2025 ya estaba completamente cerrado.

Mesa, no pudo vencer  en las urnas a Luis Arce

Del bloque de unidad a la renuncia y la diáspora

Con el objetivo de revitalizar su figura, Carlos Mesa intentó erigirse como articulador y promotor del bloque de unidad de la llamada oposición democrática. Sin embargo, desde su inicio, el bloque nació herido de muerte, principalmente porque algunos de sus integrantes ya habían decidido ser candidatos y participar en las elecciones por cuenta propia. Tanto Tuto Quiroga como Samuel Doria Medina proclamaron su apoyo a la unidad, pero bajo la condición de encabezarla, lo que evidenció que dicho bloque no sería un espacio para Mesa, sino el escenario de una pugna interna entre Samuel y Tuto.

Por otro lado, los acontecimientos posteriores, respaldados por diversas encuestas, confirmaron la emergencia electoral de figuras como Manfred Reyes Villa y Chi Hyun Chung. Esto demostró que el bloque de unidad no logró consolidarse como el catalizador del voto opositor, sino que apenas representaba a una fracción del mismo, arriesgándose incluso a dividirse en dos o más sectores.

El objetivo de Mesa fracasó. Sin embargo, paradójicamente, este escenario le brindó la oportunidad perfecta para retirarse de la política con dignidad. Mesa se presentó como el «coordinador de la unidad», pero esta declaración no fue más que un formalismo. Su rol político comenzó a desdibujarse rápidamente. El primer signo de ello fue la ausencia de impacto social tras su renuncia, que fue aceptada como algo natural, el cierre de un ciclo político que muchos consideraban ya agotado.

La diáspora provocada por su salida se reflejó en dos frentes. En el externo, intensificó la lucha entre Samuel y Tuto por captar el voto tradicional de la oposición, que en el mejor de los casos oscila entre un 20% y 25%. Este porcentaje, además, corre el riesgo de dividirse en dos o tres bloques. Aun unificada, esta base electoral enfrenta un escenario complicado, pues hoy ocupa un tercer lugar frente a la pugna principal entre el MAS, Manfred Reyes Villa y el outsider Chi Hyun Chung.

En el segundo frente, su renuncia desencadenó una dispersión en la bancada parlamentaria de Comunidad Ciudadana, debilitando su cohesión y capacidad de acción en lo que resta del año legislativo. Lo más preocupante es que parlamentarios destacados como Willy Osejo, Carlos Alarcón, Luisa Nayar y Andrea Barrientos se ven obligados a buscar nuevos caminos si desean continuar en la política.

Carlos Mesa se despidió de la política, dejando un legado de luces y sombras. Sin embargo, es mejor recordarlo como el comunicador brillante que cautivó con programas como De Cerca y Plano Medio, su relato sobre la historia de Bolivia en el siglo XX y su apasionante cobertura de la historia del fútbol boliviano.

Probablemente, lo veamos en la tribuna de preferencia del Estadio Siles, acompañado de su amigo y escudero Mario Espinoza, alentando a su querido Always Ready.

El último acto político de Carlos Mesa, la firma del endeble pacto de unidad

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