Rodrigo Pacheco Campos
El contexto inmediato, signado por cambios políticos que modifican el centro gravitacional de las relaciones y los (f)actores de fuerza, evidencia reacomodos en los ejes de disputa política en el país. Hasta 2020, el eje que delimitó el campo político y configuró las identidades y los posicionamientos políticos a nivel nacional estuvo vinculado con la antinomia masismo/antimasismo; sin embargo, desde entonces, fue perdiendo validez al influjo del recrudecimiento de la crisis del proceso hegemónico del MAS y de la diversificación de los frentes de tensión política.
Ya en 2021 las contiendas electorales a nivel subnacional, en las que afloraron las divisiones internas en el MAS y en las que se consolidaron nuevos actores formalmente desvinculados del oficialismo y la oposición tradicional (Eva Copa, Santos Quispe, Damián Condori, etc.), dieron cuenta de reconfiguraciones en las dinámicas de disputa política que no se adecuaban a la diada masismo/antimasismo. En ese entonces, en el bloque masista, el fenómeno se entendió solamente como una diversificación del campo nacional-popular. Todavía se pensaba que el partido – instrumento estaba únicamente en un ineludible proceso de cohesión en la medida en que se evidenciaban divergencias, fisuras y desgajes al interior de la organización política; todavía se confiaba en las máximas que Lasalle le compartió a Marx alguna vez: “la lucha interna da al partido fuerzas y vitalidad; la prueba más grande de debilidad de un partido es la amorfia y la ausencia de fronteras bien delimitadas; el partido se fortalece depurándose». Sin embargo, como la frontera parece haber sido trazada justo por la mitad del partido (arcistas a un lado, evistas al otro), en lugar de hablar de fortalecimiento vía depuración, actualmente se habla de escisión y división.
Este campo de tensión dentro del MAS es, en gran medida, el causante del reacomodo del eje de disputa y delimitación política. En ese marco, actualmente, al analizar la interpretación de los acontecimientos políticos no extraña encontrar al “evismo” coyunturalmente alineado con narrativas que nacen o tienen eco en las fuerzas políticas tradicionales del antimasismo, o bien al arcismo utilizando los mismos recursos retóricos que otrora utilizó la oposición para deslegitimar a Evo Morales. La batalla por categorizar los hechos del 26 de junio como “autogolpe”, en la que el evismo se separó del “arcismo” y compartió argumentos con actores tan disímiles como Mesa o Matkovic, es el ejemplo más reciente de este fenómeno, en el que las fronteras políticas ya no se reducen al eje “masismo” – “antimasismo”.
El devenir de los hechos sugiere, por tanto, que el campo político y sus dinámicas de tensión se relacionan casi unívocamente con el accionar del masismo y sus subidentidades en pugna. El antimasismo, por su parte, que durante años agrupó a una amalgama de fuerzas y actores políticos, y que ahora cuenta con 17 precandidatos a las elecciones presidenciales del 2025, participa en esta reconfiguración solamente como personaje secundario, aunque con su propósito incólume: derrotar al masismo (arcismo y evismo en el mismo saco) en las elecciones e inaugurar un nuevo ciclo político que aún no ha sido pensado ni proyectado.
En este escenario, ¿cuál es el nuevo antagonismo que funciona como ordenador primario del campo político boliviano? Para unos, el eje de delimitación del nuevo escenario político es el evismo/antievismo; para otros, simplemente oficialismo/oposición. Sin dudas, las fuerzas políticas más determinantes pueden agruparse en las precedentes antinomias; entonces, ¿simple problema de organización o depende del ojo con que se mire? Para quienes identifican como diada clave al evismo/antievismo, el principal (f)actor de poder es Evo Morales, quien tendría como sus opuestos consolidados al antievismo, tanto arcista como tradicional; en contrapartida, para los defensores de la valía explicativa de oficialismo/oposición, el evismo sería una fuerza política más que se incluiría dentro de la fragmentada y reactiva oposición actual.
La pregunta que cobra relevancia en el contexto descrito es si dichas formas duales para designar los nuevos ejes de la disputa política (evismo/antievismo, oficialismo/oposición) bastarán para capturar sus novedosas características, que asoman más complejas y con nuevas aristas.