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Educación virtual: Una alternativa improvisada que amplía las desigualdades

Melissa Algarañaz

Tras la llegada del COVID-19 a Bolivia, una de las primeras medidas adoptadas por el gobierno fue decretar la suspensión de las actividades educativas desde el pasado 15 de marzo, ingresando a la lista de los 191 países del mundo que optaron por cerrar las escuelas para evitar el contagio de coronavirus. A tres meses de la suspensión de las clases, en un intento desesperado por evitar la postergación de la formación académica y el aprendizaje escolar, el Ministerio de Educación emitió el Decreto Supremo Nº4260 en el que se establecen cuatro modalidades para garantizar la continuidad de la educación en Bolivia: Presencial, a distancia, virtual y semipresencial; señalando al mismo tiempo que estas son complementarias entre sí (art. 2, incisos 1 y 2).

De las cuatro modalidades, la que tuvo mayor eco en el profesorado de Unidades Educativas Privadas fue la modalidad de educación virtual (incluso antes de decretarse y a pesar de la resistencia por parte de los padres de familia, quienes se oponen desde plataformas de Facebook a la educación virtual), dando la sensación de que de todas las opciones que ha previsto el Decreto Ministerial para evitar la pérdida del año académico, la educación virtual fuera la mejor; ocasionando –entre otras cosas– que los padres de familia se dirijan en masa a las tiendas vacías de celulares, que además de estar casi sin equipos a la venta, elevaron el costo de los mismos debido a la pandemia del coronavirus.

Pero, ¿es la Educación Virtual realmente una alternativa viable? La realidad social boliviana parece indicar que no. En criterio de Santiago Bismar Mollo Basilio, Ejecutivo del Nivel Secundario de la Federación de Trabajadores en Educación Urbana de Chuquisaca, la propuesta emergente del Decreto Supremo Nº 4260 que abre paso a la modalidad virtual como alternativa a las clases presenciales, no es una alternativa a las clases presenciales, ya que adolece de tres grandes defectos: pedagógico, económico y político.

En lo pedagógico, Mollo refiere que “Los maestros concebimos que la educación debiera darse en un proceso de la unión pedagógica con la práctica”; añadiendo que en las clases presenciales la interacción entre maestro-alumno posibilita (aunque no completamente) dicha articulación. En ese contexto, “la educación virtual limita esta articulación porque no podemos ver sus reacciones, sentimientos, se rompe todo vínculo posible”, afirma; añadiendo al mismo tiempo que en condiciones normales, un 60-70 % de los estudiantes asiste con ganas de aprender, mientras el porcentaje restante llega a las aulas carente de motivación, presionados por sus padres o tutores, etc. y resolver este aspecto queda generalmente, fuera de la capacidad del maestro. Con la Educación Virtual se amplía este porcentaje, ya que interfieren factores sociales y económicos.

En lo económico, el entrevistado dice que “La realidad socioeconómica de Bolivia es lamentable, las familias no cuentan con acceso a internet ni a la tecnología (…)”. Indica que, en el área rural, por ejemplo, no existe conexiones Wifi, y, por lo tanto, para poder navegar en internet los estudiantes deben adquirir los paquetes ofertados por las empresas telefónicas (Entel, Tigo, Viva), lo cual significa un gasto que afecta la ya deteriorada economía de las familias a consecuencia de la cuarentena, además de la carencia de equipos adecuados “Un celular no es un equipo para acceder a las clases virtuales” indica, señalando también que para contemplar la posibilidad de las clases on-line se debió haber decretado la gratuidad en el acceso a internet. Otro aspecto que preocupa a los maestros, es que la sustitución de las clases presenciales por la modalidad virtual sea algo permanente, es decir, no sea sólo durante la emergencia sanitaria, si no que se pretenda mantener para ahorrar el gasto que representa para el Estado, el pago de salarios a los maestros.

Pero quizá el defecto más preocupante es el aspecto político. Según el Ejecutivo de los Trabajadores en Educación Urbana de Chuquisaca, la intención del gobierno transitorio (al igual que del gobierno anterior) tras la propuesta de la implementación de la Modalidad Virtual en la Educación, sería la de “Liberarse del costo económico que significa la educación para el gobierno”. En ese orden de ideas, Mollo afirma que, si se aliviana el gasto en educación del Estado, se invierte menos en educación, y finalmente, se buscaría la privatización, abriendo el camino para la venta de certificados como sucede con la formación de postgrados, en la que las plataformas virtuales facilitan la consecución de certificados sin verificar que el estudiante aprendió o no los contenidos curriculares. En criterio de los maestros, la determinación del Ministerio de Educación busca simplemente avalar el accionar de los colegios particulares para viabilizar el cobro de las pensiones y con ello, se destrozará el carácter de universal, libre y gratuito que hasta hoy caracteriza a la educación. “El D.S. 4260 no es una respuesta a la crisis educativa, si no es una respuesta a la crisis económica” sentencia Mollo. 

La postura de los Maestros Urbanos de Chuquisaca parece muy sensata si se toma en cuenta que la propia Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura UNESCO, ha denunciado que alrededor de 706 millones de estudiantes en el mundo no tiene acceso a internet[1]; por otra parte, Bolivia tiene una de las conexiones más lentas de Latinoamérica[2], y según UNICEF Bolivia “cuatro de cada 10 estudiantes no ingresan a las clases virtuales”[3]; de modo que se está generando un escenario que ampliará la desigualdad en el acceso a la educación y se convierte en la receta perfecta para el abandono escolar.

Ahora bien, para abordar más en detalle la problemática social que supone el empleo de la Educación Virtual en Bolivia, empecemos por la definición de la Modalidad virtual contenida en el Decreto Supremo Nº 4260, en el que se dice: “Es el proceso educativo que utiliza plataformas conectadas a Internet “; indicando al mismo tiempo que esta contiene dos submodalidades: La modalidad fuera de línea, en la que docente y estudiantes no concurren simultáneamente a las actividades académicas, y la Modalidad en línea, que requiere la concurrencia simultánea (y por lo tanto coordinada) entre docente y estudiantes. Durante la cuarentena, ambas modalidades han sido aplicadas por parte de los docentes, tanto en la Educación Superior (Universidades), las Unidades Educativas Fiscales y con mayor rigor en las Unidades Educativas del sector Privado (particulares) y, por increíble que parezca, en ninguno de los casos se puede afirmar que la modalidad virtual en la educación es satisfactoria. Por el contrario, presenta serias deficiencias, tanto en las Unidades Educativas estatales como en las privadas.

Si bien el aprendizaje es un encuentro del docente con el estudiante a través del diálogo de saberes y que puede darse en forma virtual o presencial; es necesario enfatizar en el hecho de que para que una institución educativa (generalmente universidad) asuma el reto de implementar el uso de tecnologías en educación, además de elegir una de las modalidades de estudio basadas en el uso de Tecnologías de Información y Comunicación TIC[4], debe considerar también un sistema de gestión que facilite el funcionamiento de la institución educativa, permitiendo gestionar estándares, indicadores y fuentes de información de cada uno de los procesos que intervienen en el modelo pedagógico (gestión de currículos, verificación de cumplimiento de los planes de aprendizaje, supervisión pedagógica de los procesos educativos y satisfacción de los estudiantes)[5]; detalle que se omitió en el caso boliviano, al adoptar medidas improvisadas para salvar de cualquier manera el año escolar y posponiendo el fin esencial de la escolarización: el aprendizaje.

Además de lo ya expuesto, la implementación de la modalidad virtual como alternativa a la modalidad presencial que regía en Bolivia antes de la pandemia padece problemas menos refinados que los pedagógicos; y es que el desarrollo de la tecnología casi nunca representa un adelanto para todos, por el contrario, contribuye al crecimiento de la brecha entre quienes pueden acceder a la tecnología y los que no.

Es evidente que la cuarentena ha mostrado que en Bolivia la pobreza camina campante en los barrios periféricos, y en familias numerosas con hijas e hijos en edad escolar con estómagos hambrientos en los que entre todos, comparten un celular modesto, de modo que el decreto emitido por el actual Ministro de Educación demuestra incapacidad para hacer una lectura de la realidad en la que muchos niños, adolescentes y jóvenes se ven marginados de las plataformas virtuales por la imposibilidad de acceder a un ordenador o un teléfono celular que les permita acceder a dichas plataformas, y en el caso de tener el instrumento, (como ya señaló Mollo) la falta de conectividad a una red de internet convierte a la educación en un derecho elitista y un instrumento de discriminación que a su vez genera una injusticia mayor: la brecha digital significa una marginación en el presente y la disminución de oportunidades para un buen porvenir, atentando además contra el carácter de gratuidad de la Educación consagrado en la Constitución Política del Estado.  

Por otro lado, como consecuencia de la suspensión de las clases, profesores de colegios privados presionados por la urgencia de seguir avanzando contenidos y la amenaza de perder su fuente de trabajo (esto último, debido a la posibilidad de que los padres se nieguen a cancelar las mensualidades de sus hijos por el hecho de que éstos no están pasando clases) trasladaron sin acobardarse la educación de las aulas al contexto familiar, abarrotando de tareas, clases virtuales y evaluaciones a los estudiantes, incrementando así los niveles de estrés causados por el encierro de la cuarentena, en razón de que son los padres quienes se ven obligados a asistir a sus hijos en el desarrollo de sus labores educativas, al margen de que muchos de estos padres son asalariados que también deben cumplir con sus obligaciones del teletrabajo y hacerse cargo de las tareas domésticas (en un escenario normal, los padres asalariados son pensionados).

Ahora bien, si hasta el momento mamás, papás o tutores (abuelos, tíos) se han dado modos de hacer que sus hijos cumplan con las tareas –cuyas calificaciones, además, serán para los padres en lugar de para los hijos– esto cambiará drásticamente en cuanto los progenitores o tutores se vean obligados a asistir a sus fuentes de trabajo; y es por demás evidente que los adultos volverán a las calles mucho antes de que niñas, niños y adolescentes regresen a las aulas de los niveles inicial, primaria, secundaria y estudios superiores. ¿Cuál será la solución entonces? ¿Cómo se supone, por ejemplo, que los niños de nivel inicial harán sus tareas, sin el apoyo o guía de sus padres que, además, ya están limitados porque no cuentan con la formación profesional y pedagógica de las maestras del jardín de niños?

En el caso de los maestros, la educación virtual tampoco es una alternativa conveniente; por el simple hecho de que, para poder avanzar los contenidos curriculares correspondientes a cada nivel académico, los estudiantes deben haber vencido (aprendido) satisfactoriamente el nivel anterior y es sobre la base del conocimiento adquirido previamente que los profesores pueden seguir con el nivel de enseñanza correspondiente. A través de la Modalidad Virtual se limita considerablemente el aprendizaje de los estudiantes porque en casi ningún nivel socioeconómico de la población boliviana los niños y adolescentes cuentan con un espacio tranquilo, seguro y sin interferencias en su hogar que les permita aprender los contenidos como son las aulas de una infraestructura educativa diseñada previamente para este fin. El uso del internet, por el contrario, ofrece un exceso de alternativas que distraen la frágil mente de los adolescentes y ni que decir ya de los niños, de modo tal que es esperable repercusiones negativas en el aprendizaje de los alumnos y muy posiblemente al año tendrán serios problemas para abarcar la currícula educativa en el nivel siguiente, precisamente por haber cursado provisionalmente el ciclo anterior durante la cuarentena.

Finalmente, suponiendo que ninguna de las dificultades arriba señaladas existe y que tenemos una sociedad tan vinculada al uso de la tecnología y a las plataformas virtuales como las grandes potencias. ¿Sería una buena opción la educación virtual? La respuesta es negativa. La misma UNESCO ha señalado que incluso en países con una infraestructura viable de conectividad en los hogares, y Tecnología de Información y Comunicación, la transición ha sido difícil, lo que motivó a que se destinen generosos recursos económicos para apoyar la educación (Italia, por ejemplo, destinó un paquete de 85 millones de euros para apoyar la educación a distancia de 8,5 millones de estudiantes). Los países también están utilizando la televisión pública para impartir cursos a estudiantes y profesores, mientras en Bolivia, se ha cerrado el Ministerio de Comunicación y se sigue destinando fondos para contenidos publicitarios.

¿Cuáles serían las alternativas?

La Federación de Trabajadores en Educación Urbana de Chuquisaca apuesta por elaborar un currículo de contingencia, que promueva el conocimiento científico en función de los contenidos mínimos que los estudiantes deben aprender. En ese sentido, Santiago Mollo dio a conocer que los maestros ya han trabajado en una propuesta que actualmente se está presentando a las autoridades educativas en todos los departamentos de Bolivia. La propuesta ha sido trabajada por niveles y por especialidades, y en el caso de sexto de secundaria, se ha previsto la incorporación de contenidos que los estudiantes deben saber para ingresar a las Universidades del sistema nacional. Tomando como experiencia lo acontecido en otros países del mundo, el Ejecutivo de Nivel Secundario de la Federación de Trabajadores en Educación Urbana de Chuquisaca señala que eventualmente la epidemia se va a controlar y con ello se advierte el retorno a las aulas, lo que facilitaría la reprogramación y avance del contenido educativo. “Nosotros estamos conscientes de que, de ser necesario, tendremos que trabajar hasta febrero y ahí tener un descanso de dos semanas antes de iniciar la nueva gestión escolar” concluye, indicando además que el año académico no cierra en diciembre, como algunas personas suponen.

Por todo lo señalado, en posición de la autora de esta breve investigación, exceptuando la formación correspondiente a la red de Postgrados (que desde antes de la pandemia por COVID-19 se hace mediante plataformas online), por las razones expuestas la educación virtual parece una alternativa que no conviene a nadie, y si lo que se pretende es que los alumnos adquieran conocimiento (que es el fin de la educación escolarizada) es preciso adoptar medidas más creativas y menos medidas provisionales buscando concretar el aprendizaje que es el interés superior de la sociedad boliviana.  


[1] UNESCO (2020). “Surgen alarmantes brechas digitales en el aprendizaje a distancia”. En línea, disponible en << https://es.unesco.org/news/surgen-alarmantes-brechas-digitales-aprendizaje-distancia>> Acceso 13/06/2020.

[2] Bolivia ocupa el puesto Nº 112 de 141 países del Ránking global realizado por Speedtest: 14,68 Mbps por segundo, en tanto que el país mejor posicionado de la región es Uruguay, con una velocidad de 29,67 Mbps por segundo, en tanto que el primer lugar del mundo en velocidad de internet lo tiene Corea del Sur, con 112 Mbps por segundo. Con información tomada de: Redacción BBC News Mundo (29 de noviembre de 2019). “Los países de América Latina con la velocidad de internet más rápida (y la más lenta)”. En línea, disponible en << https://www.bbc.com/mundo/noticias-50604735>> Acceso 13/06/2020.

[3] Con información tomada de Página Siete Digital (20 de junio de 2020). “Cuatro de cada 10 estudiantes no ingresan a clases virtuales, según encuesta de Unicef”. En línea, disponible en << https://www.paginasiete.bo/sociedad/2020/6/20/cuatro-de-cada-10-estudiantes-no-ingresan-clases-virtuales-segun-encuesta-de-unicef-258962.html?utm_source=dlvr.it&utm_medium=facebook&fbclid=IwAR33ehM5ReNjmau18lX9v_n60lDnDviaQkGS7cPE4QMq4AN64uprEWey9dY>>. Acceso 21/06/20.

[4] Estas modalidades son cuatro: e-learning (electronic learning); que es el aprendizaje en línea, se caracteriza porque el estudiante aprende a su propio ritmo dentro de los parámetros marcados por el docente, convinando material audiovisual, texto, audio, en línea. El m-learning (mobile learning); similar al e-learning, con la diferencia de que la información se comparte mediante el teléfono celular o móvil (de ahí su nombre). El b- learning (blended learning) que se caracteriza por ser semipresencial, convinando la formación con las dos anteriores y finalmente el u-learning (ubiquitous learning) o aprendizaje “ubicuo” que se caracteriza por aprovechar cualquier medio tecnológico para transmitir información, incluyendo la televisión y el video.

[5] Dominguez et al., (2013). “La Educación a Distancia en el Perú”. Chimbote, Perú: ULADECH católica.

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