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Discurso en el funeral de Neruda/Discorso al funerale di Neruda

De/di Edmundo Herrera

Trad, Marcela Filippi

DCementerio General, Santiago de Chile,25 de septiembre 1973)

Traigo esta mañana las palabras de la Sociedad de Escritores de Chile, SECH para quien viviera desvelado por ella; uno de sus forjadores que supo poner el corazón alerta al servicio de la dignidad del escritor y del hombre de Chile. Pero hoy el frío de la soledad nos azota despiadadamente.

Aquí estamos los escritores desgarrados porque el hermano mayor emprende el camino sin regreso. Aquí están los barcos a la orilla del mar, en medio de la tempestad. Aquí están los viejos veleros amigos, agitando sus pañuelos.

Sólo podemos traerte esta mañana todas las manos de Chile que quisieran llegar a tu lado, para que sepas que el fuego que tú encendiste está vivo en cada corazón. Toda tu vida, tu trabajo, fue siempre en favor de Chile, de sus hombres, en favor de la vida del hombre. Una lección que no olvidaremos. Más allá de las líneas estéticas, tu aporte a la cultura nacional es inmenso. La proyección de tu obra ya la han señalado los estudiosos. Yo no vengo a dictar cátedra, vengo a decirte, compañero Pablo, que un dolor grande, un viento doloroso golpea el centro de nuestras vidas.

Un doloroso viento azota el rostro de Chile. Hemos llegado a traerte las manos fraternales de todos los que hemos crecido a tu sombra. No hay edades que nos separen: nos une sólo el dolor. Chile está azotado hoy, y vientos negros corren por la patria. Pero tú y tu poesía, la poesía de Chile se alzan para decirte que tu ejemplo ciudadano, tu voz de poeta pleno, lleno de humanidad por el hombre nos alienta a seguir en el combate que por la libertad y la belleza tú diste. Con tu ejemplo nos señalas a seguir en la batalla. Tú nos entregaste ejemplar generosidad frente a la vida.

Vientos contrarios nos azotan esta mañana. Te traigo los copihues de Chile, las piedras de Chile que tanto amaste. Los ríos te traigo; te traigo la sencilla semilla de la creación. Te traemos, compañero Pablo Neruda, muchas voces y llantos de toda la gente que trabaja.

El más oscuro poeta, pero amigo y compañero tuyo, viene con sus banderas a media asta a traerte la palabra de la Sociedad de Escritores de Chile.

Aragón te lo dijo alguna vez: Un agua amarilla golpea los muros de mi casa. Desde hace muchas noches hay un dolor de Chile que tú has sentido en las últimas horas golpeando el viento del sur y del norte, de mar a cordillera.

Una vez más, compañero Pablo, volvemos a reunirnos para que sepas que aquí están los escritores que tú abrazaste, que tú señalaste con tu cordial amistad, para decirte que eras el hermano mayor que amábamos y que por tu trabajo y tu lealtad al hombre, mereciste el afecto y la amistad más limpia.

Emprendes un viaje largo, sin rumbo conocido, y saludarás otras primaveras; otros otoños cruzarán tu rostro, otras lluvias vendrán a inundarte, otras luces acudirán a tus ojos. Cuando iniciábamos recién la primavera el dolor llegó presuroso a la vida del hombre y del poeta. Tú caminas ahora, dejándonos la tarea de buscar la esperanza que casi vemos perdida. Aquí están los rostros de los viejos y de los nuevos escritores, para decirte que un viento de dolor nos sacude y que tenemos que detener las lágrimas que nos vienen corriendo por las venas; aquí están las manos de los trabajadores de Chile, aquí están los rostros de los estudiantes que quieren decirte lo que representas para el hombre de Chile, para los seres de América, para los ciudadanos.

Tú lo dijiste: hay una sola enfermedad que mata a la muerte: la vida. Tú vas silencioso por otros caminos. Poeta del dolor, del combate, de la vida. Poeta de todos los quehaceres del hombre. Sólo vengo a decirte, hermano, que hoy hay un gran vacío en nuestras vidas, hay un gran vacío en nuestra sangre, porque hoy te alejas como esos planetas que nunca más ve-remos a la luz del día y de la noche. Pero dejas la puerta abierta de tu vida para que en ella bebamos la ejemplar tarea de ser hombres terrenales, abiertos a todos los vientos que acuden, alertas a la luz de todas las ventanas; te traigo el viento de los trabajadores de Chile, el dolor que hoy tenemos donde la cicatriz permanece amarrada a nuestra sangre. Un temblor nos sacude ahora. Tu presencia amiga, ciudadana, se detiene. Tu marcha toma otros rumbos y todo se hace eco. Entras al silencio para que solamente hable tu poesía, para que solamente hable tu ejemplo de hombre combatiente. Cantor de Chile, cantor de la esperanza, cantor de la muerte y de la vida, cantor del amor pleno. Hay un lazo que ata las vidas tuyas con las vidas de los escritores. Nunca nadie podrá negarte y vivirás más allá de todas las fronteras.

Compañero Pablo: te traigo el saludo y las palabras de muchos que como tú, hombres sencillos: pescadores, herreros, navegantes, panaderos, maestros de escuela fuiste encontrando en el camino. Ellos me han pedido que te traiga sus manos, que te diga que estamos con una flor roja abierta en el costado, y que te diga que estamos vivos, en esta hora que ninguna muerte nos mata definitivamente. Que si tú te vas otros seguirán en el camino para ir nombrándote de generación en generación. En plazas y mercados, en calles nocturnas, en vidrieras y almacenes estará tu nombre como una bandera. Como una señal silenciosa iremos murmurando tu nombre de poeta ejemplar en la tarea. Vendrán los hombres de Pisagua, de Tocopilla, de Antofagasta adentro, de Iquique azotado, de la sal en las heridas vendrán los hombres voceando tu nombre. Y no habrá tierra ni bala que extermine tu canto, no habrá horizonte que te contenga. Los cielos estarán abiertos a tu canción que nos dejas como un pedazo de fuego en las manos.Voceando tus cantatas estaremos hasta el fin de los siglos.

Yo sólo te traigo estas palabras que la Sociedad de Escritores de Chile puso en mi boca, para que sepas que ardemos en la noche, que una tempestad nos azota ahora y que no estás solo. Ninguna soledad para tu corazón de fuego, ninguna sombra para tus caracolas. De ti nos viene la lección de la vida y viviremos cantando los amaneceres, todos los vinos y las flores, todas las bocas y todos los amores. De ti nos viene este amor a la vida; que tu nos señalaste.

Compañero Pablo, déjame guardar la voz para que tú hables ahora en tu poesía, para que tú camines lento y abrazado a quienes siempre has querido, para que puedas seguir conversando de todas las cosas que revolotean a tu lado, junto, muy junto a la esperanza, la libertad y la belleza.

Italiano

(Cimitero Generale, Santiago del Cile, 25 settembre 1973)

Porto questa mattina le parole dell’Associazione degli Scrittori del Cile; SECH per chi per questa ha spesso perso il sonno; uno dei suoi creatori che ha saputo mantenere il cuore attento al servizio della dignità dello scrittore e dell’uomo del Cile. Ma oggi il freddo della solitudine ci colpisce senza pietà.

Noi scrittori siamo qui lacerati, perché il fratello maggiore ha intrapreso la strada senza ritorno. Qui ci sono le barche vicino alla riva del mare, in mezzo alla tempesta. Qui ci sono i vecchi velieri amici, sventolando i loro fazzoletti.

Possiamo solo portarti questa mattina tutte le mani del Cile che vorrebbero esserti accanto, perché tu sappia che il fuoco che hai acceso vive in ogni cuore. Tutta la tua vita, il tuo lavoro, è sempre stato a favore del Cile, dei suoi uomini, a favore della vita dell’uomo. Una lezione che non dimenticheremo. Al di là delle linee estetiche, il tuo contributo alla cultura nazionale è immenso. L’importanza della tua opera è stata già indicata dagli studiosi. Non vengo a dettare cattedra, vengo a dirti, compagno Pablo, che un dolore immenso, un vento infausto colpisce il cuore della nostra vita.

Un vento doloroso flagella il volto del Cile. Siamo venuti per portarti le mani fraterne di tutti noi che siamo cresciuti nella tua ombra. Non c’è età che ci separi: ci unisce solo il dolore. Il Cile oggi è ferito, e venti oscuri corrono lungo la nostra patria. Ma tu e la tua poesia, la poesia del Cile, si alzano per dire che il tuo esempio civico, la tua voce di poeta intero, pieno di umanità per l’uomo, ci incoraggia a continuare nella battaglia da te condotta per la libertà e la bellezza. Con il tuo esempio ci guiderai per continuare nella lotta. Tu ci hai regalato generosità esemplare di fronte alla vita.

Venti contrari ci colpiscono questa mattina. Ti porto i copihues* del Cile, le pietre del Cile che tanto hai amato. I fiumi ti porto; ti porto il semplice seme della creazione. Ti portiamo, compagno Pablo Neruda, le molte voci e pianti di tutta la gente che lavora.

Il più oscuro poeta, ma tuo amico e compagno, viene con le sue bandiere a mezz’asta per portarti la parola dell’Associazione degli Scrittori del Cile.

Aragón te lo disse una volta: Un’acqua gialla colpisce le pareti di casa mia. Da molte notti c’è un dolore nel Cile che tu hai sentito nelle ultime ore, che colpisce il vento del sud e del nord, dal mare alla cordigliera.

Ancora una volta ci riuniamo, compagno Pablo, affinché tu sappia che gli scrittori che hai abbracciato, che hai guidato con la tua cordiale amicizia, sono tutti qui, per dirti che eri il fratello maggiore che amavano, e grazie al tuo lavoro e alla tua lealtà verso l’uomo, hai meritato l’affetto e l’amicizia più puri.

Intraprendi un lungo viaggio, senza rotta conosciuta, e saluterai altre primavere; altri autunni attraverseranno il tuo volto, altre piogge ti inonderanno, altre luci illumineranno i tuoi occhi. Quando era appena iniziata la primavera, il dolore giunse rapidamente nella vita dell’uomo e del poeta. Tu, ora, te ne vai lasciandoci il compito di cercare la speranza che vediamo quasi persa. Qui ci sono i volti dei vecchi e dei nuovi scrittori, per dirti che un vento di dolore ci scuote e che dobbiamo trattenere le lacrime che corrono lungo le nostre vene; qui ci sono le mani dei lavoratori del Cile, qui ci sono i volti degli studenti che vogliono dirti ciò che per l’uomo del Cile tu rappresenti, per le persone d’America, per i cittadini.

Tu lo dicesti: c’è una sola malattia che uccide la morte: la vita. Te ne vai silenzioso per altri sentieri. Poeta del dolore, della lotta, della vita. Poeta di tutte le attività dell’uomo. Vengo soltanto a dirti, fratello, che oggi c’è un grande vuoto nelle nostre vite, c’è un gran vuoto nel nostro sangue, perché oggi ti allontani come quei pianeti che mai più vedremo né di giorno né di notte. Ma lasci aperta la porta della tua vita, affinché da essa possiamo attingere l’esemplare funzione di essere uomini, aperti a tutti i venti che arriveranno, vigili alla luce di tutte le finestre. Ti porto il vento dei lavoratori del Cile, il dolore nostro di oggi, lì dove la cicatrice rimane attaccata al nostro sangue. Un tremore ora ci scuote, la tua presenza amichevole, vicina, si ferma, la tua marcia intraprende altre rotte e tutto echeggia. Entri a far parte del silenzio perché a parlare sia solo la tua poesia, e il tuo esempio di uomo combattente. Cantore del Cile, cantore della speranza, cantore della morte e della vita, cantore dell’amore intenso. C’è un legame profondo che unisce la tua vita a quella degli scrittori. Nessuno potrà mai negarti, e vivrai oltre ogni frontiera.

Compagno Pablo: ti porto il saluto e le parole di molti che come te, uomini semplici: pescatori, fabbri, navigatori, panettieri, maestri di scuola, hai incontrato lungo il cammino. Essi mi hanno chiesto di portarti le loro mani, per dirti che abbiamo un fiore rosso aperto nel fianco, e dirti che siamo vivi in quest’ora in cui nessuna morte ci uccide definitivamente. Se vai via, altri seguiranno quella strada per parlare di te, di generazione in generazione. Nelle piazze, nei mercati, nelle vetrine e nei negozi, ci sarà il tuo nome come una bandiera. Come un segnale silenzioso, mormoreremo il tuo nome di poeta esemplare in tale attività. Verranno gli uomini di Pisagua, di Tocopilla, dall’interno di Antofagasta, di Iquique, dal sale delle ferite giungeranno gli uomini gridando il tuo nombre. E non ci sarà terra né proiettile che possa sterminare la tua parola, non ci sarà orizzonte che possa contenerti. I cieli saranno aperti al tuo canto, che ci lasci come un pezzo di fuoco tra le tue mani. Grideremo le tue cantate fino alla fine dei secoli.

Ti porto soltanto queste parole che l’Associazione degli Scrittori del Cile ha messo nella mia bocca, perché tu sappia che di notte ardiamo, che una tempesta ora ci sta colpendo, e che tu non sei solo. Nessuna solitudine per il tuo cuore di fuoco, nessun’ombra per le tue conchiglie. Da te ci viene la lezione della vita, e vivremo cantando le albe, tutti i vini e i fiori, tutte le bocche e tutti gli amori. Da te ci proviene questo amore per la vita che tu ci hai indicato.

Compagno Pablo, consentimi di mettere da parte la mia voce affinché tu possa parlare ora nella tua poesia, affinché tu possa camminare lentamente abbracciato a coloro che hai sempre amato, e tu possa continuare a parlare di tutte le cose che ti girano intorno, insieme, strettamente insieme, alla speranza, alla libertà e alla bellezza.

*tipico fiore cileno

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