Guillermo Almada
Estábamos en el velorio de la turca, recuerdo. Ella siempre tuvo amigos raros. Había un par de enanas meretrices, un asesino a sueldo retirado y un expresidiario. Un mago nórdico que no hablaba castellano, un mercenario shiíta y un ex guerrillero de las FARC. La señora Carlota, que durante años se había ganado la vida como mujer barbuda, hacía café para todos, un café riquísimo. Norita estaba hablando con el ciego Omar, que le había entrado el berretín de querer ponerse a dar clases de esgrima, y a mí, el calígrafo Balt-Hazar-El-Samid, me contaba a grandes rasgos que una vez la turca había pasado de ser una buena mina a ser heroína, sin más trámites que denunciar un enjuague bastante turbio del intendente con el tema del tratamiento del agua potable, lo que trajo como consecuencia que la empresa debiera cortar el servicio por un par de semanas para analizar y purificar el líquido elemento antes de volverlo a distribuir en el poblado. Ahí paso de heroína a enemigo público con mucho menos esfuerzo. Lo que puede verse es el proceso social que esta circunstancia presentó, me dijo el calígrafo a modo de corolario. Y lo que queda claro es que la vida es una barca que transcurre a la deriva, agregó mientras destapaba y se empinaba una petaca de ginebra que llevaba siempre en el bolsillo interno de su gabardina.
Era un ser enigmático Balt-Hazar, y conocía a la turca desde que eran niños. Según Alonso, el cantinero del bar “El Timón”, de San Luis y San Nicolás, ella le había salvado la vida una vez que él se cayó, cruzando calle San Juan, delante de la Ka. La turca lo abrazó sobre el asfalto y lo cubrió con su cuerpo de espaldas al trole que alcanzó a frenar justo a dos centímetros del traste de ella, desde entonces se hicieron inseparables.
El-Samid sostenía que la turca sabía hablar lenguas y que había hecho un pacto con el Diablo, es más, esa noche me contó que cierto jueves en que ambos habían ido al cine a ver un estreno ella había impuesto los horarios que debían cumplirse para quedar libre antes de las doce de la noche. Porque todo el mundo cree que la noche de brujas es el viernes, me explicó en voz baja el calígrafo, pero se equivoca. El viernes a las doce de la noche ya es sábado. Obviamente, continuó Balt-Hazar, ella se excusó con compromisos normales, de estudios y esas cosas, de las que nadie sospecharía. Pero como el árabe era tremendamente desconfiado, sin que ella se diera cuenta la siguió después de despedirse, y como quien no quiere la cosa, la vio entrar en el caserón de calle Alsina. Al principio creyó que se habría reunido con los magos de Echesortu, pero luego supo que esa noche los magos estaban compitiendo en un torneo de bochas en el club Federal, porque, para hacer tiempo, fue a tomarse unas ginebras al buffet del club y allí se los encontró jugando a las cartas. Como los magos sabían que él era un investigador presuntuoso no le dieron ningún dato de nada, pero unos meses más adelante supo que, a la hermosa mansión de la calle Alsina se mudó alguien misterioso que jamás se dejó ver por nadie.
La casa estaba siempre reluciente, bien ordenada, limpia y nunca en su interior se vio movimiento de personas. Un día el árabe le preguntó a Taounus, el afilador, si alguna vez le habían dado trabajo de esa finca. A lo que el anciano le respondió “En esa casa vive el Diablo mi amigo. Siempre con las ventanas cerradas, de noche y de día, nunca se ve entrar o salir gente, pero reluce del techo a la vereda”, y era cierto, los días de viento, las hojas de los plátanos se desparramaban por todos lados, de esquina a esquina, menos en esa vereda.
Perfeccionando su investigación, Balt-Hazar decidió instalarse a vigilar la vivienda. Estuvo allí tres días con sus noches, según quedó relatado en su “cuaderno de investigaciones”, aclarando que “…por momentos lo ganaba el sueño y a veces se distraía yendo a buscar algo que yantar cuando ningún vecino comedido le acercaba alguna vitualla…” salvo eso, aseguró haber vigilado durante setenta y dos horas sin visualizar moradores y haber corroborado lo dicho por el señor Taounus: “En esa casa vivía el Diablo”.
En esa oportunidad me contó que abusando de la confianza existente entre él y la turca, la inquirió sin contemplaciones ¿A qué vas tres veces por semana a esa casa? A lo que ella respondió con inmediatez que iba a aprender ruso. Decime algo en ruso, dice El-Samid que le dijo. Y asegura que la turca lo miró y le replicó ¿Para qué, si vos no sabés ruso? ¡Te puedo decir cualquier cosa y hacerte creer lo que se me dé la gana! En esa negación basaba su teoría. Según el calígrafo, el Diablo tomó la lengua de Dios y la invirtió, e hizo de eso su propia lengua, y cuando Adán le dijo a Dios que no le entendía, Dios le dijo, no me entiendes porque ahora hablas la lengua de tu padre, el Diablo, y eso es lo que él había escuchado hablar a la turca.
El padre Alfonso se hizo presente en el velorio para el responso, y Balt-Hazar se ubicó junto a mí y me tomó del brazo. No sé qué va a pasar cuando le eche agua bendita, me dijo en voz baja. Lo miré extrañado y él me remarcó vehemente, yo la escuché hablar lenguas, estoy seguro, la turca hizo un pacto con el Diablo. El cura pareció haberlo escuchado, por la manera en que lo miró, El-Samid se persignó y se escondió detrás de mí. Todo transcurrió con absoluta normalidad, de a poco la gente se fue retirando, y se había puesto frío, el calígrafo se puso una manta sobre la espalda, tomó un termo lleno de café caliente y determinó que se quedaría toda la noche a vigilar, aseguraba que el Diablo vendría a buscar lo suyo: el alma de la turca, y él no estaba dispuesto a permitir que se la llevara. Me mostró que se había venido preparado, traía consigo un rosario, una biblia y un frasco de mermelada de durazno que había llenado con agua bendita robada de la parroquia del padre Alfonso.
Después de esa noche pasó mucho tiempo antes de que el árabe se hiciera ver de nuevo. Tanto que no tocó el tema nunca porque ya estaba casi olvidado, pero en sus registros cuenta que tuvo una dura batalla filosófica esa noche, en la cual el Diablo le había manifestado un secreto de la humanidad con el cual le había podido vencer. Balt-Hazar le había preguntado por qué la mujer es emocionalmente más fuerte y suele reponerse a los males más rápido que el hombre, y el “Loco” le había respondido: “…porque la mujer es la perfección de la humanidad. El hombre es un error involuntario de Dios…”
El encargado de la sala asegura que cuando abrió, a la mañana siguiente, el árabe estaba profundamente dormido sobre cuatro sillas. No obstante, el comisario contó confidencialmente en el boliche de Zeballos y 9 de julio, entre los vapores de unos Cinzanos, que tuvo que enviar tres rondines a la sala velatoria por las denuncias de los vecinos de que veían fuego adentro y que salía un asqueroso olor a azufre.