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De la experiencia práctica a la palabra escrita

Ya en la teoría aristotélica del conocimiento quedó sólidamente asentada en la tradición filosófica occidental la noción de episteme como forma superior de cognición, asociada al pensamiento, al intelecto y a la mente; cuestión que ha venido condicionando las jerarquías del saber hasta nuestros días. Por el contrario, todas aquellas actividades que implicaban una «práctica», un «hacer» y un trabajo manual o corporal quedaron sancionadas como la forma más baja e incierta de conocimiento (techné).

Este libro de Pamela H. Smith se ocupa de un tipo de prácticas y experiencias secularmente denostadas o excluidas en las grandes narrativas de la historia de la ciencia, pero también del arte. Su estudio rastrea y analiza los intentos de «capturar» con palabras la técnica y la habilidad artesanal entendida como un conocimiento encarnado o corporal. Y lo hace preguntándose por qué los artesanos europeos comenzaron a escribir sus prácticas y experiencias vividas en el espacio de sus talleres, especialmente a partir del año 1400, fecha que la autora califica como «momento práctico» (practical moment). Fue entonces, en los albores de la Edad Moderna, cuando numerosos artífices prácticos decidieron tomar la pluma y poner por escrito unos saberes que durante largo tiempo habían permanecido como experiencias transmitidas oralmente. Para Smith, la proliferación de este tipo de textos, muchos en forma de manuales ―como el manuscrito del remero de galera veneciano Michele da Rodi— no solo atestiguan el interés por esas formas de conocimiento práctico, sino que permiten introducir otra serie de debates relativos a lo social: si la cultura escrita era patrimonio exclusivo de la élite intelectual, que un artesano hiciera lo propio —escribir— desafiaba la jerarquía existente, reclamando para sí un nuevo rango en dicha escala social.

En este contexto, Smith se pregunta, ¿qué intentaban transmitir estos artesanos europeos y quién estaba interesado en sus conocimientos? Se trata de cuestiones altamente pertinentes si se tiene en cuenta que un artesano o practicante de las artes mecánicas —a diferencia de los saberes liberales— no tenía necesidad de recurrir a textos escritos para aprender y transmitir un conocimiento, pues el saber artesanal circulaba entre los propios artífices como forma de conocimiento corporal y encarnado, al tiempo que colectivo. Así, la proliferación de estos «artesanos-autores» y de sus textos en forma de recetarios o manuales técnicos debe insertarse en el contexto histórico, político, religioso, social y cultural de comienzos del siglo XV. Fue entonces cuando, con el desarrollo de determinadas ciudades europeas, sus poderosos gobernantes requirieron a artesanos de perfiles diversos para el desarrollo de tecnologías asociadas a la guerra, la metalurgia, la orfebrería, la arquitectura, la fortificación o la construcción naval y, en última instancia, para representar su poder en ese nuevo escenario urbano y cortesano. Todo ello creó un ambiente de competencia entre artesanos que, en buena medida, contribuyó a las afirmaciones de autoría individual y de maestría técnica, expresadas por escrito. Ahora bien, una de las cuestiones nodales que plantea Smith tiene que ver con las problemáticas, paradojas e, incluso, con la imposibilidad de expresar con palabras saberes encarnados en la habilidad corporal de quienes los practicaban. Una de las características de la artesanía es que constituye un conocimiento tácito, adquirido mediante la práctica repetida. De este modo, los «libros de arte» (Kunstbücher) recurren con frecuencia a ofrecer indicaciones del cuerpo y su implicación en los procesos creativos, los gestos de la mano que se convierte en órgano de cognición o la importancia de educar la atención del aprendiz y agudizar la implicación de los sentidos en la percepción de los cambios en la materia. Evidentemente y, como señala en reiteradas ocasiones Smith, ni los «libros de arte» ni los recetarios permiten transmitir y comprender plenamente el conocimiento práctico de estos habilidosos artesanos. Por este motivo, la última parte del libro se ocupa del análisis de otro tipo de evidencia que va más allá de los textos y de los artefactos: la reconstrucción histórica de las técnicas y de los objetos, tomando como hilo conductor un rico manuscrito anónimo (Ms. Fr. 640, BNF), repleto de recetas y fórmulas artesanales y de observaciones sobre los materiales y sus usos, que Smith y su equipo recrearon en la práctica. A mi juicio, esta última parte del libro recogida bajo el elocuente título «Making and Knowing» («Hacer y conocer») resulta la más interesante y novedosa a nivel metodológico. No solo porque Smith dibuja un completo estado de la cuestión y valora la pertinencia de la metodología de reconstrucción histórica aportando múltiples ejemplos, sino también porque es llevada a la práctica de facto, mientras la autora desglosa punto por punto los objetivos y las posibilidades de conocimiento que dicho planteamiento metodológico ofrece, casi como si de un manual de instrucciones se tratara: la reconstrucción de la cultura y de la técnica, de los materiales y de las prácticas colaborativas; la recreación activa de los nexos entre texto y objeto, etc. Además, creo relevante destacar que el proyecto «Making and Knowing» recogido en este apartado —más allá de las finalidades de investigación y de conocimiento señaladas— presenta un planteamiento íntimamente imbricado con la docencia y la pedagogía universitaria.

Este libro, y las experiencias en él recogidas, parece la consecuencia lógica de la trayectoria de Pamela H. Smith, quien actualmente es Seth Low Professor of History en la Universidad de Columbia y directora del Centro para la Ciencia y la Sociedad, en esa misma institución. De entre su prolija y rica producción escrita, sin duda, el libro The Body of the Artisan: Art and Experience in the Scientific Revolution (University of Chicago Press, 2005) constituye el precedente más directo relacionado con la obra que aquí se reseña. En The Body of the Artisan, Smith ponía el foco principalmente en artistas conocidos como Alberto Durero, Wenzel Jamnitzer o Bernard Palissy, quienes escribieron y teorizaron —tanto en textos como en objetos— sus conocimientos fruto de la observación de la naturaleza. Si bien en aquel texto la autora aducía los testimonios de tales artistas en varios pasajes, en From Lived Experience to Written Word amplía su alcance de manera significativa, y por sus páginas desfilan objetos y escritos muchas veces anónimos, de un amplio rango de artífices prácticos. De hecho, la variedad de fuentes primarias manejadas y analizadas por Smith, procedentes asimismo de los más diversos contextos geográficos europeos y cuidadosamente ilustradas en el libro, constituye uno de los puntos fuertes del trabajo. La prolijidad en los estudios de caso históricos aportados por la autora se relaciona íntimamente con uno de los objetivos de su último libro: superar la antigua división entre «mente» y «mano» que ha dominado el análisis filosófico, planteando una noción de cognición que integre tanto el cuerpo como el intelecto. Además, su libro recupera y pone de relieve los orígenes compartidos del arte, la historia y las ciencias naturales que, durante largo tiempo, han permanecido como campos de conocimiento separados y divididos. Sin embargo, como demuestra Smith, los métodos de observación y de investigación de la naturaleza propios de los artesanos, a comienzos del siglo XVI, interseccionaron con los nuevos modos de conocimiento de lo que hoy llamamos revolución científica, donde la colaboración y experimentación en los talleres se integró en la práctica de las ciencias naturales.

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