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Cuento de Marielos Crespo Berdecio

PENÉLOPE

Nuevamente tropezó de manera brusca, esta vez fue diferente, sabía lo que iba a ocurrir, pero no hizo caso a su pequeña premonición, simplemente siguió caminando como si nada fuera a pasar porque le parecía muy extraño tener la certeza del tropezón.

Una vez en el suelo tuvo tiempo de pensar en los días anteriores.

Todo comenzó un día de larga, intensa y abrumadora lluvia, esas lluvias que nos dejan el alma en vilo aprendiendo la majestuosidad de la naturaleza. Ese día estaba sentada tomando una taza de té, pensativa en los suyos y en el trabajo acumulado que no quería empezar, ese día tenía mucha apatía hacia todo, quería únicamente pensar y sentir.

Durante el desarrollo de la lluvia y mirando por la ventana, empezó a sentir aromas y sensaciones que no conocía; su piel se humedecía lenta y agradablemente, los colores de las flores estaban más brillantes que nunca, pero con la diferencia que ahora podía sentir el aroma de cada una de manera específica, el olor a tierra mojada se adueñó de la casa y así tuvo la sensación de estar viviendo la tormenta dentro de la casa, dentro de ella.

Se sacó los anteojos para enjuagarse los ojos y toda esta sensación desapareció como por arte de magia y en ese preciso instante se percató de la relación que podía existir entre sus anteojos y la percepción de la vida.

Realizó un sinfín de pruebas, se ponía y quitaba los anteojos en cada momento y las sensaciones eran diferentes, estableció relaciones entre el momento, el lugar, la circunstancia y sobre todo la categoría de gente que la rodeaba. 

Así pudo advertir que Angélica, aquella tímida vecina, era la amante de don Pablo; percibió seis meses antes que Carlitos el hijo de María iba a perder el año escolar; descubrió quién era el personaje que durante años le mandaba flores a la vecina y así poco a poco se fue enterando de la vida oculta que transcurría en el vecindario y lograba distinguir los diferentes estados de ánimo clandestinos de las personas.

Comprendía que aquello no era más que una jugada del destino, destino que posiblemente tenía que aprovechar de alguna manera.

¿Tenía que comunicar a los demás este nuevo don?; ¿debía ser honesta con la gente y comunicar el futuro que veía en ellos?; ¿sería esta cualidad un instrumento de ayuda? – pensaba calladamente.

Mientras encontraba las respuestas a sus incontables dudas, disfrutaba íntima y sórdidamente el conocer los detalles que la gente quiere esconder.

Buscó mil explicaciones a lo acontecido, investigó como pudo, y no consiguió ninguna interpretación valida y concluyó que …simplemente sucedió.

Durante todo el tiempo que en que pudo advertir el futuro, nunca pudo hacerlo con ella misma, ni siquiera cuando se miraba al espejo con detenimiento y firmeza; hacía todo el esfuerzo por querer conocer como le iba a ir ese día, como iban a ser sus días venideros y sobre todo si lograría conseguir el amor tan deseado y esperado; sin embargo, nunca pudo obtener resultados acerca de ella misma, por el contrario, cada vez que intentaba ver su futuro, percibió que varias etapas de su pasado se iban borrando de la memoria. Tuvo que detener sus intentos cuando una mañana de mirada decidida frente al espejo, estuvo a punto de olvidar su nombre.

Es por eso que el día que percibió el tropiezo y la caída, no dio crédito a su premonición.

Sabía que algo excepcional y hasta ridículo estaba sucediendo, se había vuelto más sensible a todo y logró explicarlo como efecto de los años transcurridos y tanta información extraña

Con los años nos volvemos más sensibles, perceptibles y emotivos – pensó.

Y fue precisamente ese día que advirtió que su futuro estaba siendo develado. Estuvo varios días eludiendo el espejo, ya se había acostumbrado a vivir en su presente, en su día a día, ya no le interesaba conocer su propio futuro; sin embargo, la fuerza premonitoria de sus anteojos la obligaba a saber qué desayunaría, quien la llamaría, que pasaría la próxima semana y lo más temible, que pasaría con el amor esperado.

Así fue que consagró los siguientes días a esperar el encuentro, a esperar el día en que esa persona extraordinaria le preguntara su nombre e iniciaran una relación de afecto y apego.

La curiosidad, la incertidumbre sobre vidas desconocidas y el vicio de conocer el futuro se estaba desvaneciendo, ya no tenía interés en nada ajeno, solo le interesaba su propia vida.

¿Cómo sería aquella persona?, ¿cuándo llegaría?, ¿qué momentos compartirían juntos?, eran algunas de las preguntas que se hacía.

Transcurrieron varios días y aún no llegaba el encuentro.

Una mañana sin esperar nada, al mirarse al espejo se vio avejentada, triste y pensativa. Tuvo la certeza en ese preciso momento que el amor no habría de llegar; se vistió esmeradamente, se maquillo con detenimiento y se sirvió una taza de té.

Se negaba a aceptar tal revelación, asumió la posición de Penélope esperando a Ulises y se quitó los anteojos, más bien los lanzó con mucha fuerza contra el piso, como un símbolo de venganza, esperando que se rompieran con el impacto.

Nada iba a impedir que siguiera esperando.

Biografía

Marielos Crespo Berdecio (María de los Ángeles) nacida en La Paz Bolivia en 1962.

Vivió su infancia, juventud e inicios de la etapa adulta en Costa Rica. Fue a parar a ese país gracias a los contratos de trabajo de su padre. Allá estudio antropología social. Retornó a Bolivia a la edad de 30 años y desde entonces trabajó en diferentes instituciones en proyectos de desarrollo social, teniendo la posibilidad de conocer y enamorarse de Bolivia intensamente. Actualmente es ama de casa y escribe cuentos – como ella dice – al oído, por el gusto de escribir.

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