Homenaje al Centenario de Noel Kempff Mercado (1924-2024):
Era sábado. Las radios confirmaron desde temprano la muerte de Noel Kempff Mercado, el científico cruceño que había seguido la senda abierta por José Benjamín Burela, Man Césped, Martín Cárdenas. El duelo cubría la ciudad, el país, la madre tierra, el universo.
La familia, los vecinos, los colegas estaban consternados preparando el funeral que se anunciaba masivo. La vida de Noel había estado consagrada al servicio del bienestar colectivo desde su más tierna juventud. Los habitantes su natal Santa Cruz de la Sierra, lo recordaban especialmente cuando los tajibos florecían en las avenidas, coloreando el paisaje como una paleta del mejor pintor.
Los apicultores de toda la región conocían su generosidad para compartir conocimientos, colmenas, núcleos, reinas. Desde que empezó a criar colmenas, antes de festejar los 20 años, Kempff Mercado, se había convertido en importante apicultor; conocía todos los secretos de las abejas. Fue el principal catedrático de apicultura y su manual era usado como una biblia. Junto con su gran amigo William Kenning alentó la cooperativa que consagró la calidad de la miel cruceña.
Fue una pasión que transmitió a sus descendientes. Su primogénito Francisco dedicó parte de su trabajo a las colmenas. La foto de su pequeña hija Ana Bely, Pina, alzando un marco cubierto de abejitas, sin temor a ninguna picadura, había ilustrado revistas internacionales dedicadas a la apicultura. El néctar es el olor de la infancia para los Kempff.
Noel era el más rubio de los herederos de Francisco Kempff Job y de Luisa Mercado Dermit. Franz nació en la Alsacia Lorena cuando ese territorio era oficialmente alemán. Las influencias de las dos culturas, la francesa y la alemana, estuvieron siempre presentes en el hogar y habrían de ser parte del sello de calidad que adquirió la familia.
Ingresó a Bolivia por el norte siguiendo los cursos de ríos benianos hasta pasar a territorio cruceño en 1913. La impresión del paisaje en San Ignacio de Velasco -donde ya radicaban varios alemanes atraídos por la goma y por los negocios- y su paso por pueblos chiquitanos quedó marcada para siempre en su destino.
El doctor Kempff se hizo famoso entre sus pacientes por su amor por el prójimo. Ejercía la medicina con la filosofía de Albert Schweitzer, franco alemán como él, que enseñó a curar a los más pobres sin cobrar nada a cambio. Generosidad heredada por Noel, a quien tantos recuerdan por sus regalos de plantines o por sus consejos gratuitos para atender un jardín. Siempre tenía tiempo para entregar a los demás.
Por el lado materno, Noel era nieto del filántropo Nemesio Mercado, descendiente a su vez de guerreros y filántropos. Gran parte de su fortuna fue testamentada para proteger y educar a los huérfanos. Cada una de esas biografías es una historia aparte.
La casa de los Kempff Mercado estaba adornada por innumerables plantas y flores, de las que sobresalían las palmeras y las orquídeas, aquellas que acompañaron a Noel hasta el final de sus días. Su orquideario fue el más notable; ¡cuántas novias recibieron para su casamiento ese regalo perfumado!
El clan se movía principalmente por el casco viejo de la ciudad, donde quedaban las casonas de los Mercado (actualmente las más bellas de la plaza), el colegio, la vecindad de ese Santa Cruz amable de carretón y altillo.
Una casa llena de libros y de enseñanzas vio crecer a la notable tribu: el economista Rolando, el literato Enrique, el filósofo Manfredo, todos premiados dentro y fuera del país, profetas también en su tierra. Nelly, Nena, la única mujer era la preferida de Noel por su cultura y fortaleza. Mientras sus hermanos recorrían Bolivia y el mundo, Noel eligió quedarse en su lar; aunque estudió contaduría por tener un diploma, su pasión fue siempre la vida en el campo.
En el colegio Nacional Florida, por la influencia de un profesor, se aficionó por las estampillas. Aprendió dos enseñanzas que guardan los filatelistas: la disciplina para cuidar los primorosos sellos y la apertura al mundo para intercambiar tesoros con desconocidos de otros países, culturas, idiomas. Consiguió escribir a máquina. Desde 1939 hasta su muerte despachó decenas de cartas, guardadas en ordenados archivadores. El intercambio de las misivas refleja su historia personal; primero con filatelistas de tres continentes; después con apicultores; más tarde con científicos de famosas instituciones; con defensores de la naturaleza; con ecologistas, con investigadores de estaciones biológicas, con catedráticos de universidades europeas.
Flamante bachiller soñó un tiempo con encontrar un tesoro, compartiendo la inquietud de su padre nacido en un territorio minero. Sus primeros viajes exploratorios fueron detrás de mapas y planos que décadas después le darían la razón: la Chiquitanía guardaba reservas geológicas de gran valor. Fueron otros los que las explotaron.
La obra de Noel comenzó en la casa de campo de su niñez, “Buen Retiro”, a orillas del Piraí. A los 17 años se emancipó de su familia para dedicarse a buscar semillas, aves, ganado para crear una pionera granja modelo. Era el momento clave para los cruceños que abrían una nueva relación con el país por la carretera a Cochabamba. Las migraciones cambiaron el rostro del oriente boliviano, con sus ladrillos de progreso y sus sombras.
Noel viajó durante años hasta “Buen Retiro” sobre su famoso corcel negro “Indio”. En las cabalgatas recorría los bordes del río. Muy temprano imaginó crear un inmenso parque botánico, un zoológico con los animales que tanto amaba. Muchas veces el turbión frustraba sus recorridos y él se quejaba de la falta de conexiones modernas, sin imaginar que esa furia también se llevaría en 1983 su inmensa obra: el “Jardín Botánico José Benjamín Burela”.
Los hermanos Kempff Mercado pertenecían a la generación de oro de Santa Cruz de la Sierra, cuando se juntaron conocimientos, voluntades y decencias para consolidar instituciones y un original proyecto urbano.
Noel veía crecer la población y los barrios de la antigua aldea. Entonces su preocupación fue combinar belleza con el cemento. Convenció a los vecinos y después a las autoridades sobre la importancia de arborizar las veredas, diseñó parques y jardines para ayudar a la primavera a ser aún más hermosa y desarrolló una serie de iniciativas.
Otras alcaldías del departamento lo invitaron a crear obras similares. En San Ignacio de Velasco, territorio donde en 1986 enfrentaría la muerte, su huella es impresionante; la plaza florida nos refiere a la herencia imborrable del Profesor.
También el municipio de Cochabamba le pidió asesoramiento para aprovechar su riqueza botánica. Para Trinidad imaginó un refugio silvestre con una dimensión conservacionista, cuando esa corriente daba sus primeros pasitos en el mundo.
Posiblemente, la organización del zoológico especializado en fauna sudamericana lo consagró como notable sabio a nivel nacional y a nivel internacional. Fueron innumerables las delegaciones que visitaron el Zoo cruceño para admirar su obra que combina ciencia y, como siempre, belleza, junto a su amigo Lorgio Vaca.
La Academia de las Ciencias de Bolivia lo invitó como miembro de número en reconocimiento a su trabajo y a sus múltiples publicaciones sobre la cría de abejas, las aves de Bolivia, los ofidios de llanos y selvas, la enseñanza para los estudiantes de agronomía; sus aportes para exportar cúrcuma, entonces poco conocida. El Profesor recibió en vida decenas de pergaminos y de reconocimientos, medallas y aplausos, galardones que no cambiaron su reconocida humildad y su vocación por el trabajo silencioso.
A pesar de todas sus ocupaciones no descuidó su hogar formado con Eddy Saucedo Justiniano, también heredera de patricios cruceños marcados por la honradez y el decoro personal. En su casa, el honor siempre fue más importante que lo material. Tuvieron cinco hijos: Francisco Noel, Ana Bely, María Leny, Selva Lorena y Tania Isabel. Los nietos gozaron de un abuelo original que los llevaba a compartir con los animales y les enseñaba a cuidar las plantas, desde las florecitas más sencillas a los mangares.
Noel Kempff tenía solo 62 años cuando la metralla partió su pecho en la serranía de Caparuch, donde soñaba estudiar su legendaria fauna y flora junto a especialistas españoles. De su sonrisa bonachona quedaría apenas un reloj que el fuego no logró quemar, la hebilla del cinturón, su honda juvenil y un pañuelito, con el que seguramente se secó el sudor de aquella mañana en plena floresta. Su pañuelito planchado, que su yerno encontró cerca de la avioneta, un día después.
En ese lugar queda ahora el Parque Nacional Noel Kempff Mercado en homenaje al pionero boliviano que dedicó todos sus esfuerzos para que las futuras generaciones de bolivianos gocen de aire limpio, agua, alimentación saludable y la tranquilidad de caminar bajo los bosques, cuidados y seguros.
Quizá esa utopía era posible cuando nació bajo el signo de Piscis el 27 de febrero de 1924. Quizá cien años después, ese sueño sea una pesadilla.
(Con información de la biografía de NKM escrita por L. Cajías y que será presentada en las siguientes semanas)