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¿Cuál hermano, señor?

Había tres hermanos: Pedro, María y Juan. Los tres provenían de una familia campesina muy pobre, que, como, millones de personas que no tienen oportunidades en el área rural, migran a la ciudad. Padre y madre trabajaban duro para llevar el pan de cada día a sus hijos. Producto de tanto esfuerzo y sacrificio la madre murió enferma con cáncer de matriz, porque no pudo pagar los costosos servicios de atención. El padre tuvo que duplicar los esfuerzos en más de un trabajo para sacar a su familia adelante, pues el mayor apenas tenía ocho años, el segundo seis y el último cuatro.

Pedro era el hermano mayor. Cuando  tenía 17 años y estaba saliendo bachiller, su padre, ya de 60 años, fue asesinado por unos pandilleros de su barrio que, creyendo llevaba mucho dinero, lo asaltaron, lo acuchillaron y descubrieron que el bulto que tanto protegía no eran dólares, sino panes y medicinas para su ultimo hijo de 13 años, que estaba enfermo.

Muerto el papá, Pedro asumió los retos de cuidar a sus hermanos. Se cambió a un CEMA para terminar su bachillerato en las noches y trabajar durante el día. Con su dedicación no solo él salió profesional, sino que trabajó para que su hermana salga profesional. Su hermano menor, dolido por la muerte de su madre y su padre, nunca logró superarse.

María amaba a su hermano Pedro porque era estricto cuando había que ser y tierno cuando correspondía. Era su refugio y liberación. Pero lo que más admiraba de Pedro era su espíritu emprendedor y ganas de sacar a su familia huérfana adelante.

Esta vida llena de desafíos, asumiendo el oficio de su padre, que era albañil, lo llevó unos años a Argentina, donde trabajó y estudió para técnico en construcción. Nunca dejó de llamar y mandar dinero a sus hermanos que, en su ausencia, se quedaron bajo la conducción de María.

Volvió al país y abrió su microempresa de construcción con la que honesta y eficientemente ganaba sus pesos con orgullo. “Este sí que es un hermano, decía María. En realidad, más que hermano, un padre: él me ha guiado, él me impulsado, él me ha reñido, él me ha felicitado. Gracias hermano, porque has sido un ejemplo para mí, tú has sido un señor para la familia, un caballero en tu hogar y un ejemplo para la sociedad”.

Siguiendo el modelo de Pedro, María superó el oficio de su madre, que era bordadora, estudió enfermería y luego medicina. Una profesional cálida, eficiente y valorada en su gremio. Igual que Pedro, formó su hogar y construyó una familia de respeto. “Nunca seré igual que Pedro, pero es mi guía”, reflexionaba.

Con su especialidad ya terminada, María viaja,  por el país y el exterior, requerida por su capacidad  y experiencia. Muchos creen que viene de una familia acomodada y no pueden imaginar que para salir  adelante,  huérfana, trabajó de empleada doméstica y que para cubrir su universidad trabajó casi toda la noche, para, tempranito, repartir los mates de quinua y las ricas “tucumanas” en varios puestos de venta.

Juan, el menor de la familia, siguió un rumbo totalmente diferente. Dolido por la muerte de sus padres, se refugió en el dolor y la sed de venganza a partir de la política. El asesinato de su padre y la injusticia de nunca saber quiénes fueron los autores lo llevó a convertirse en una especie de vengador del pasado.

Protestaba contra sus hermanos porque les reclamaba que se habían olvidado de la memoria de sus padres y que sólo habían buscado sus propios intereses: “Ustedes nunca han querido a los papas, sólo piensan en ustedes; son egoístas”. Se alejó de la familia y en la búsqueda de su objetivo se perdió en los antros del odio y de la venganza.

“La justicia no existe, yo vengaré a mi padre asesinado por la falta de oportunidades, y a mi madre también, asesinada por la injusticia”, decía.

Aunque gracias al esfuerzo de sus hermanos logró terminar el colegio, jamás quiso estudiar porque consideraba que eso de nada le ayudaría. “En este país no esperes que te den, tienes que arrebatarlo y hay que quitárselo a los ricachones que, gracias a nuestro esfuerzo -mi madre es testigo- controlan los hilos del poder y viven como reyes”, protestaba.

Para Juan, su hermano y hermana habían sido domesticados por el sistema y se habían olvidado de dónde venían: del pueblo. Juan se refugió y construyó un entorno de violencia y odio. Condenaba al que estudiaba, al que trabajaba, al buen padre. ¿De que vivía Juan? De la plata que le daban sus hermanos, especialmente su hermana María, y de las “recuperaciones” que hacía, con sus “nuevos hermanos”, a los ricos, al mero estilo Atila andino.

Un día, Juan se enteró que en su red de nuevos hermanos, llamada movimiento revolucionario, está uno de los asesinos de su padre.  Le pregunto a usted y a @evoespueblo, ¿a cuál de estos personajes usted lo llamaría, sin dudar, hermano? Más aún: ¿señor hermano o señora hermana?


Iván Arias Durán es ciudadano de la República de Bolivia.
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