Y llegó el temido corona virus a Bolivia, lo que era prácticamente inevitable, algo que gran parte de la población lo sabía, así lo asumimos y nos preparábamos de a poco. Simplemente sucedió. Pueden realizarse varias aproximaciones a este tema, una de las cuales desechamos en esta columna: no nos ocuparemos de las “aves de rapiña” que, apenas conocido el arranque de la epidemia en nuestro medio, con inocultable criterio electoralista y sin prestar atención a su cortísima estadía en el Gobierno, descargan culpas en el Gobierno transitorio.
Interesa aquí destacar cuatro rasgos de la pandemia masivamente difundidos en el planeta:
a) La enfermedad, el Covid 19, es producida por el virus SARS-CoV2 transmitido entre humanos. Se trata de una mutación nueva de los coronavirus desconocida hasta su aparición en la ciudad china de Wuhan; b) una de las características del nuevo virus es su alta agresividad y rápido contagio. La tasa de morbilidad, según algunas fuentes radicales, podría estar entre dos y tres, es decir que cada enfermo contagiaría en poco tiempo a entre dos y tres personas; c) El contexto climatológico favorable para la enfermedad es el invernal, estación a la que nos encaminamos raudamente, y d) el Covid 19 sorprendió prácticamente a todos los países del orbe, cuyos sistemas de salud no incluían, no podían hacerlo, previsiones para enfrentar la pandemia.
El estado de situación en Bolivia es de extrema debilidad y falta de recursos (infraestructura, equipos y capital humano), explicable sobre todo por la ausencia de una política pública de salud adecuada y eficaz, y por la ausencia de las necesarias inversiones en el sector, a lo largo de los últimos 25 años, cuando menos, especialmente en el periodo de abundancia entre 2006 y 2016.
De manera que si países como Italia, España, Francia, Estados Unidos, Chile, Argentina, Brasil, etcétera no están pudiendo controlar la pandemia, la evolución de ésta en nuestro medio puede adquirir visos de gravedad, peor aún dada la proximidad del otoño e invierno andinos.
De otro lado, prestemos atención al calendario electoral, camino a los comicios del 3 de mayo: la aparición y propagación del Covid 19 coincide con el periodo de los actos de campaña, consistentes, siguiendo las prácticas habituales, en proclamaciones, caminatas, visitas a centros de concentración poblacional de los candidatos presidenciales y parlamentarios, actos en los que estarán sometidos a condiciones altamente favorables para contraer la infección.
Asimilando la experiencia mundial acumulada hasta ahora sobre la velocidad de propagación de la pandemia, las autoridades bolivianas, nacionales y subnacionales, responsables de la salud pública, tienen la obligación de elaborar prospecciones realistas del curso futuro de la enfermedad y de la cobertura territorial que podría alcanzar.
En esta perspectiva, no debe descartarse la posibilidad de que la segunda mitad del presente mes de marzo y el mes de abril se conviertan en el escenario de una gran propagación del Covid 19 en nuestro país, lo que, a la postre, tendería a tornar crecientemente crítico el contexto electoral.
Y aquí aparece una crucial interrogante: ¿qué piensan y proponen, al respecto, el Órgano Electoral, las organizaciones políticas y sus candidatos, y las autoridades del sector salud? Lo recomendable parece ser que, al menos en el escenario de extrema emergencia que se avecina, los bolivianos dejemos de ser simplemente reactivos, evitemos la sola improvisación cuando el desastre nos agobia y pasemos a tomar decisiones racionales y desapasionadas, requisito para definir cursos de acción eficaces y eficientes.
No puede cerrarse esta columna sin emitir una alerta temprana: si quienes deben adoptar decisiones oportunas que le permitan al país enfrentar esta compleja combinación entre el desarrollo del corona virus y el calendario electoral boliviano, no asumen esa delicada responsabilidad –sea por incapacidad de ver el futuro inmediato o por falsas expectativas– los electores, e incluso los jurados electorales, no podremos sino medir los riesgos de acudir el día de las elecciones a los abarrotados recintos electorales para sufragar.
¡Que la serenidad y sabiduría de los actores llamados a enfrentar el problema, nos eviten a los electores tener que adoptar esa crucial decisión el 3 de mayo!
Carlos Böhrt I. es un ciudadano crítico