Retórico ya esto de la guerra del fin del mundo. Sucedió con el imbécil de “W” (George Bush) y continúa con el “cretino” (lo llama Charles Blow en su columna del NYT hoy, 25/09) Donald Trump. El bruto ataca en diferentes frentes, en el fútbol profesional, en los ahora 7 países vetados para visado a los EUA (añadió Corea del Norte y Venezuela), en cómo obvia el drama de Puerto Rico porque son latinos en su mayoría los que sufren, y ellos no valen. Todo, todo, para distraer acerca de la investigación sobre Rusia que se le acerca más y más. No sé hasta qué punto los investigadores querrán desprestigiar al presidente, hasta donde debiera, que incluye posiblemente traición, o tratar de salvaguardar las apariencias y dominarlo o dejarlo ir sin mayor escándalo.
Lo cierto es que mientras se retrasa lo trillado y sabido, que Trump está en la boleta de pago de Putin y que este lo tiene acojonado no solo por el dinero que le debe sino por el vicio, filmado, explícito, del millonario, tratará, hasta desatando la guerra nuclear, de evitar su expulsión e ignominiosa caída. Trump se juega la vida porque ¿cuánto quedaría de él como comerciante revelados los secretos? Nada. Tendría que huir, suicidarse o refugiarse en la odiada tierra de Kim Jong-un, el enemigo.
Leyendo el libro de David Eimer, The Emperor Far Away, viajes por la China, aprendo que lo de Corea no es tan simple como lo presentan los políticos, esa oposición entre bien y mal, entre comunismo y libertad, entre hambre/sociedad de consumo.
Después de visitar el problemático desierto de los uighurs, al oeste, de deambular por la también conflictiva, y contradictoria, región del Tibet, el sureste de selvas y minorías selváticas, el autor enfila hacia el norte, la frontera con Corea del Norte. Revela la historia, el conflicto ruso, la aceptación por su descollante papel en contra de la invasión japonesa de la etnia coreana en China, y su reconocimiento de territorio autónomo para ellos, conformando este lo que él denomina la “tercera Corea”. Luego de leer su vasto, sociológico, económico, étnico detalle vamos a la retórica de Trump que reduce el asunto coreano a álgebra simple, suponiendo en ello que la aceptación china de participar junto a Estados Unidos en el estrangulamiento del régimen coreano es cosa simple.
Eimer es claro: Corea del Norte prácticamente pertenece a China, como si fuera otra provincia de su geografía. Implica que no permitirá ni a Trump ni a nadie poner en riesgo su propiedad. Dejando hacer, estaría atacándose a sí misma, a la apertura de consenso en cuanto a la reunificación coreana en torno a Seul, arriesgando que incluso la Prefectura Autónoma de Yanbian y la gran región de Jilin en su propio territorio cayeran bajo este embeleso. Sus diplomáticos pueden votar por sanciones (que no cumple) o declarar lo que satisfaga a EUA; hasta ahí llega. La solidez del Partido Comunista chino no se pone aún en duda y sin embargo nada está comprado con garantía de eternidad. Un asunto conflictivo, bélico, hoy en Corea podría desequilibrarla. Tienen que evitarlo. China sabe, además, que es cuestión de muy poco tiempo, que defenestre a los Estados Unidos de su lugar de líder mundial y se posesione allí. Sus islas fantasmas del Mar de la China, y la misma Corea del Norte, son puntales de una política que lleva las de ganar, en cada ámbito, mucho más en el momento en que un cretino desalmado y vanidoso ejerce de mandatario de un país cuya credibilidad va en aparatosa caída.
Está por verse hasta dónde avanza la retórica. Si se llega, dudosamente, a las armas, la primera y más grande víctima, tal vez no en vidas humanas, será Estados Unidos. De allí no se ha de levantar.