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Connotaciones bíblicas del gobierno de Donald Trump: Sodoma y Gomorra

Steve Bannon, el ultraderechista de la Casa Blanca, a quien el New York Times llamó en un editorial President Bannon, ha salido del gobierno, lo han echado en el reflujo del drama de Charlottesville, Virginia, con una activista muerta y los nazis marchando con antorchas y armados para la guerra.

Facciones, lucha de facciones dentro del palacio presidencial. Por un lado los conservadores, nazis incluidos, y por otro los “liberales”, familiares y judíos, entre otros. Cuando comencé este texto el aire olía a caldosa. Luego, paradójico porque hay desastre y tragedia en medio, se calmó. Nada mejor para Donald Trump, en términos políticos, que los huracanes Harvey e Irma. Si bien ellos es posible que le costaron el muro del sur, al menos por un par de semanas alejaron la cada vez más pesada sombra de Rusia.

Ya pasó el agua, la drenan. Se habla de billones, reconstrucción, años. Con más énfasis, hay que anotarlo, que cuando Katrina, ese otro huracán mujer, barrió con los negros pobres de Nueva Órleans. Esta vez fue la rica ciudad de Houston y la no menos rica de Miami y los Cayos. Del Caribe menor, a no ser que fuesen posesiones norteamericanas, no se dijo mucho. La desolación del otro no es nuestra desolación.

Pero estos son tema de un espectro más amplio. Ahora quiero centrarme en el ambiente infecto y decadente que existe, o parece existir, en el círculo íntimo del magnate. Vimos ya videos donde míster Trump habla de agarrar genitales femeninos como si se tratase de peras. Se pueden comprar, supongo, o disculparse si se tocan de improviso. El pecado cubierto de dinero suele no serlo, se convierte en juego de muchachos. Siendo que montón de gente no lo comprendió así, y que media docena de mujeres declaró en cámaras que el niño Donald las había abusado con su ímpetu táctil o más, la desenmascarada sociedad norteamericana igual lo votó. Y hoy es rey, príncipe consorte al menos, de la novia aterrada, la estatua de la libertad, según dibujó un caricaturista denunciando el estupro de Norteamérica.

Charles Blow es un comentarista negro del New York Times. ¿Por qué aclarar el color de la piel? Porque Trump ha llegado con pinceles y Blow lo ha tomado como desafío. Este periodista fustiga al autócrata como creo ningún otro. Desnuda su impostura, su mitomanía. Cuenta además cosas que debían haber sido utilizadas en la sucia campaña presidencial del 2016 por los demócratas, como el hecho del señor Trump haber participado en al menos dos filmes porno, softcore, de la revista Playboy. Si uno piensa que en el pasado hubo candidatos presidenciales que tuvieron que renunciar por habérseles encontrado amante, cuesta creer que la moral calvinista del país se revirtió tanto como para aceptar el vicio como virtud. Pero… parece que sí. Bueno, sabemos en muchos casos, de la vida privada de los santones, Jimmy Swaggart como ejemplo.

El encono político se ceba también en el chisme, y allí leo, en blogs anarquistas o irreverentes, detalles cuasi pornográficos del medio presidencial. A raíz de la declaración de Bannon que Jared Kushner, yerno del presidente, era un cornudo, las redes explotaron. Una hablaba de cómo al rico judío que es bastante callado y dicen que no inteligente, le gusta contemplar a su esposa Ivanka, la princesa de esta historia cenicienta, en coito común con descendientes de esclavos, negros  bien dotados en la mitología sexual popular. Cierto o no, cosas semejantes corren como arroyos de verano. Llevando casi tres décadas en este país y calándolo hondo en todos sus aspectos, temería en dudarlo. La soledad de una nación sin afecto y que se desespera por dar una imagen de comunidad, que no encuentra aunque se esfuerce, es dramática. Mala consejera sobe todo. Para hallar sosiego en la desesperación uno suele rebuscar en lo recóndito, lo oscuro, hasta lo -tal vez- ignominioso. Por supuesto que de oírlo Donald Trump enloquecerá. Que la joya de su corona, la fingida y bastante rústica Ivanka, con aires de virgen de Filippo Lippi, sea seducida, mejor dicho tomada, por negros agarrados de la intemperie, sería demasiado. Pero, ya lo dijo un nazi, equiparando al millonario Kushner, por ser judío, con los negros, era demasiado para la raza blanca que un asshole hebreo la tuviera. Crisol de razas.

Y no olvidemos el famoso Dossier (en manos del Fiscal Especial), que cuenta los versos de The Donald en el puterío moscovita, con prostitutas orinado sobre la cama e imaginaciones seguramente más lascivas y todavía secretas.

Siguiendo en el panorama sexual del mandatario norteamericano más proclive al vicio, dicen que su amigo -y creador- Roger Stone, siempre elegantemente vestido con un look de los años 30, pone avisos en publicaciones del Distrito de Columbia para conseguir jóvenes y encamarlos con su esposa, mientras él filma, contempla, y finalmente participa. El chisme, que es la información del pueblo, puede ser denigratorio, malintencionado, parcial, odiador, clasista, pero siempre guarda un fondo de verdad, porque allí donde habla el pueblo, aseguran que habla Dios.

 

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