Cada año, por el Día de la Mujer Boliviana, el Concejo Municipal de Potosí entrega el reconocimiento Amalia Villa de la Tapia (1893-1994), quien fue pionera en la aviación nacional y la primera piloto mujer. El concejo concede así un diploma en un portafolio rojo de gamuza. En este acto, lxs concejales pronuncian frases tales como: “siga adelante”, “su esfuerzo ha valido la pena”, “por su contribución al municipio”. Las mujeres que reciben este reconocimiento suelen responder con una sonrisa.
La presidenta del Concejo, Josefina Cruz, en su discurso, felicitó a las mujeres madres a las que calificó de “pilares de los hogares potosinos”. Esta frase en sí encapsula la glorificación del sacrificio por el cual las mujeres deben entregar sus vidas a la crianza de sus wawas. Este razonamiento, arraigado cultural e históricamente, llega al extremo de sostener que “ser madre” significa cargar eternamente con el deber de sostener y cuidar del hogar. Afuera de ese acto solemne, lleno de aplausos, discursos y bandas que distinguen a lxs concejales, en la calle, a pocos metros del Modesto Omiste, se encuentran las otras mujeres: comerciantes informales, muchas con sus wawas en la espalda, ellas no reciben reconocimientos y son consideradas las “no sobresalientes”, en oposición a las mujeres premiadas. Ellas solo indiferencia municipal. Yeso no deja de ser paradójico.
Josefina Cruz también dijo: “Valen un Potosí” para sintetizar la grandeza histórica de la ciudad. Pero ¿qué quiere decir esa frase? Esta se originó en el siglo XVI para referir a la riqueza mineral del Cerro Rico a pesar de la explotación laboral y las duras condiciones de trabajo que padecieron muchos trabajadores y trabajadoras mineras desde el periodo colonial. Además, la industria minera desde el siglo XVI está asociada a la contaminación medioambiental. Esa frase así resume el saqueo, la contaminación y la muerte que han azotado el Cerro Rico desde 1545. Uno podría preguntarse si acaso la concejala se refiere a esa riqueza construida sobre el dolor.
Potosí vive una crisis institucional prolongada: autoridades detenidas o denunciadas, violencia interna y una preocupante falta de visión municipal. El concejal Henry López, por ejemplo, está imputado por su desacato a resoluciones constitucionales. Mirtha Guzmán y Erick Soraide son investigados por los pines y medallas entregados a autoridades judiciales. El Concejo se ha convertido en un ring, una especie de espectáculo deportivo: Henry López y Vidal Quispe se enfrentaron a “puñete limpio” (para decirlo gráficamente) en una sesión del concejo. Leslie Flores, tras dejar el cargo de alcaldesa, golpeó al concejal Waldo Porcel. Este tipo de peleas se han vuelto parte del paisaje político. En cierta forma, y como una especie de visión cíclica de la historia, evocan los enfrentamientos entre vicuñas y vascongados del siglo XVII. Las denuncias por malos manejos administrativos y por uso inadecuado del presupuesto son casi rutina. Estos episodios se han convertido en símbolos de la opacidad, el autoritarismo y la violencia institucional en nuestro municipio.
El pasado lunes, como gesto simbólico, hicimos un intercambio de condecoraciones con la concejala Reyna Menacho. Ella me entregó uno de reconocimiento, le di a cambio uno que decía: “Condecoración a la Indiferencia al H.C.M.P”. Este diploma dado por Mujer de Plata es un cuestionamiento a la paradoja que vivimos en la ciudad. A un acto de premiar a las “sobresalientes”, e ignorar a las invisibles, las que cargan el peso de la precariedad cotidiana.
Esta precariedad, que es un verdadero desafío para los gobiernos, no es enfrentada directamente por el municipio. Mujer de Plata ha señalado reiteradamente los problemas normativos en la lucha contra la violencia de género en el municipio. La falta de reglamentación de la Ley Municipal 360/2022 (Ley de Atención, Protección y Prevención a las Mujeres en Situación de Violencia en el Municipio de Potosí) genera una situación de desprotección a las mujeres. Esta ley, sin contar con un reglamento operativo, queda vacía: no transforma, no protege, no cambia nada.
Hay una pregunta importante también: ¿por qué las mujeres reciben esta condecoración sin cuestionarla? ¿por qué aceptar sin protestar un reconocimiento de una institución tan cuestionada por su ineficiencia y su falta de gestión real? Hay varias hipótesis y quisiera plantear al menos dos. La primera es la reproducción de una lógica colonial de la jerarquía y la distinción. Como sabemos el mundo colonial construyó una sociedad dividida entre nobles y plebeyos. Los primeros contaban con numerosos privilegios, los segundos debían sostener ese sistema con su trabajo. Pareciera que estas condecoraciones son una forma de ennoblecimiento local. El momento en que se pertenece a una élite distinguida. Las mujeres distinguidas sucumben así a esta tentación de la jerarquía. La segunda hipótesis es la frivolización del gobierno municipal. Es decir, el municipio se ha convertido en una fábrica de condecoraciones. Ha perdido el sentido de lo que es gobernar y hacer gestión.
Creo que es importante reaccionar oportunamente. Reorientar al municipio en cumplir sus funciones reales: hacer gestión para mejorar los servicios, crear políticas públicas que reduzcan las brechas de desigualdad y reduzcan los índices de violencias. En pocas palabras, empezar a trabajar seriamente contra la precariedad histórica potosina.