Maurizio Bagatin
Se la puede ver solamente a través de un caleidoscopio. La ciudad porosa absorbe todas las filosofías de los hombres. Es epicúrea y platónica, pitagórica siempre. Con la humanidad y los números sueña y se excita, canta y baila mientras la tachan de perezosa. Napule é es su canción.
Entre sus callejones se disfrazan, desnudos, miles Pulchinelas. Sobreviven al estado. Se destila alegría en cuerpos y almas, en un perfil que ha retenido todas las invasiones. Virgilio y Leopardi la cuidan desde arriba, y a millones de napolitanos bastará una pizza y un mandolino. ¿Si todo esto fuera verdadero que sería de Gianbattista Vico y Maradona?
No hay euforia que reduzca la plebe. Sigue siempre viva la sombra de Cafiero y de la otra cara de una sola moneda, Masaniello. Revolución y populismo ad hoc. Neapolis es griega y es partenopea, es cruz y delicia, amor y muerte. Siempre fiesta y lágrimas que Mario Merola condensó.
Muchos la amarán, muchos la odiarán, Nápoles queda bajo el “sterminator Vesevo”, viviendo su interminable Pentamerón, un cuento. Hoy, como quisiera estar en Nápoles.