Volver a clases después de tanto ajetreo es realmente un caos. Los estudiantes están exaltados, la incertidumbre y confusión pesa sobre ellos, hay todavía una euforia mal disimulada que desata encendidas discusiones y entre quienes quieren pasar clases y los que prefieren seguir en sus puntos de bloqueo, se desenlaza una narrativa de post revolución que se confunde con los contenidos de las clases.
Traté de retomar lo mejor que pude la última lección. Hablábamos del general cartaginés Aníbal y su invasión a Roma en la Segunda Guerra Púnica cuando un estudiante comentó: «Claro, si los romanos no querían abandonar el poder en Cártago ¿que esperaban?» y otro más dijo «Sí, Aníbal hizo lo que hizo por la democracia, que cagu3 Roma» Uno más apuntó «Vayan a la mierd4, fascistas, Anibal era un golpista» «Golpista, tu cul0» le contestaron dos jóvenes que acababan de llegar en moto. A duras penas logré controlar el aula y les pedí que se concentraran en la lección.
Así lo hicieron por un tiempo pero cuando les contaba que el ejército cartagines logró controlar el avance romano con sogas en el Tíber, una muchacha gritó «¿ven, perr4s? Lo que logran las pititas» otros más se exaltaron y comenzaron a gritar cantando «Los romanos, no pasarán, los romanos no pasarán» y se descontroló la situación a tal punto que tuve que dispersar a los revoltosos con gases lacrimógenos, malditos hippies.
Ya con mayor tranquilidad, reanudo la historia hablando de la batalla de Canaas y a medida que explico la estrategia militar envolvente de Aníbal, la sala es invadida por la impaciencia y desde atrás me gritan «A la mierd4 la estrategia de los generales, esa fue una batalla ciudadana» «Sí, caraj0» contesta otro «Ni Aníbal, ni Terencio Varrón, Evo, Evo, c4brón» Imposibilitado de continuar con la clase ante la avalancha de la euforia popular, me pongo fuerte y les grito: «A callar, mierd4s, que ya estamos llegando al final donde por fin Varrón se rinde» Entonces un muchacho muy educado y ajeno a la política que está atrás tomando notas pero no escucha bien por el bullicio me pregunta: «Disculpe, Lic. ¿Quién se rinde?» «Nadie se rinde» gritaron todos. ¡Hijos de put4!