Con Beethoven
Aquí se para el tiempo en los cuchillos
que extraen la savia dulce de la noche,
en la música esférica que cantan los planetas
con hielo o con hogueras incansables.
Con luz muda y sonámbula, con luz que ciega y arde
sobre el lento estupor del pájaro en la herida
persisten con fulgor las noches adventicias,
las horas rotatorias que amparaban el cerco de la caballería.
Porque venían de un sueño voces persecutorias,
indómitas palabras
con óxido y con niebla, disonancias difusas,
acordes acuciantes, irrevocables lunas y oscuros laberintos.
Variantes sucesivas de pólvora y de fuego
en las habitaciones turbias de la memoria.
Fluvial y transitoria, respira su cadencia
en esta hora callada de las contemplaciones.
Y el corazón se aplaca
en el incendio blanco que sube de las teclas del piano,
del abismo de un sueño que flota en la armonía
líquida de sus notas;
de un huracán dormido en el jardín nocturno
y en la mirada azul de los claros de luna.