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Chau dólares, pero… ¿a quién culpamos?

La conducción y coordinación del proceso de formulación, gestión, seguimiento y evaluación de las políticas macroeconómicas y de desarrollo sostenible corresponden al Estado, que tiene la función de dirigir la economía y regular —conforme con los principios constitucionales— los procesos de producción, distribución y comercialización de bienes y servicios, de acuerdo con lo que reza el Art. 316, numeral 2, de la propia carta fundamental; es decir, contrariamente a lo que sostiene la filosofía liberal, que postula que el poder público o poder político, debería tener, si fuera el caso, un control muy reducido en la economía, permitiendo el libre desarrollo del mercado.

Nuestra Constitución claramente está orientada a un control hegemónico de la actividad económica por parte del Estado, cuyos resultados, desde su puesta en vigencia, han sido catastróficos para la libre empresa y para los emprendimientos grandes y medianos, porque la pequeña iniciativa empresarial privada de corte lucrativo ya hace varios años que ha recibido su certificado de defunción.

Si por prescripción constitucional la conducción de la economía en los últimos aproximadamente veinte años corresponde al Estado, tal y como efectivamente ocurre en Bolivia, ¿quién es el responsable de la falta de dólares en el mercado financiero? La respuesta no tiene mucho que pensarse, en tanto el Estado tiene un administrador que es el Órgano Ejecutivo. Consiguientemente se vive una crisis que para el gobierno no tiene ninguna relevancia en cuanto a la escasez de dólares americanos; a través del ministro de Economía principalmente está tratando de justificar lo que desde ningún punto de vista tiene justificación, diciendo que los exportadores no están trayendo las divisas (producto de sus ventas) al país; o que existe una especulación; o que la gente se está dedicando a guardar su moneda norteamericana bajo el colchón; o que existe un ocultamiento malicioso de dólares; o que estamos en un periodo de reducción de las exportaciones, y una serie de pretextos que no tienen ninguna cabida en un razonamiento lógico.

Otro de los argumentos que se están esgrimiendo ante las pronunciadas protestas de todos los sectores, es que Bolivia no es una isla y, en tal sentido, el contexto internacional incide en el comportamiento económico del país, a cuyo respecto habrá que decir que, excepto la Argentina, cuya crisis y falta de dólares se remonta a por lo menos setenta años, que coinciden con la toma del poder por el peronismo, que ha dejado en ruinas la antiguamente próspera economía del país vecino, en los demás países donde se aplica una economía de mercado no se está atravesando por ninguna dificultad vinculada a falta de dólares. Pero, por otra parte, todos deben recordar que el entonces ministro de Economía Luis Alberto Arce Catacora sostenía con vehemencia que la economía de Bolivia estaba blindada, sin importar lo que en esta materia ocurriera fuera de nuestras fronteras.

Empero, si ha caído el nivel de exportaciones en Bolivia, es porque el Estado no ofrece condiciones para su incremento y, entre otras cosas más, por el cierre de muchas empresas debido a la cultura del bloqueo de carreteras que se produce por las malas gestiones del gobierno. Si la gente guarda sus billetes verdes bajo su colchón, no es porque decidió hacerlo de la noche a la mañana, sino porque ante el futuro incierto respecto a la divisa norteamericana, lo lógico es que prefiera guardárselos aún en detrimento de su propia economía. Si los pocos exportadores no están introduciendo sus dólares al mercado nacional es porque en el país no existe seguridad jurídica para la estabilidad de la moneda. Si se estuviera produciendo un ocultamiento de todas las divisas, es por la poca credibilidad que tiene el país, la cual es confirmada por los organismos internacionales.

En síntesis, la desaparición del dólar ha derivado en un mercado paralelo cada vez más distante del tipo de cambio oficial, elevándose a las nubes los pocos dólares que aún quedan en el mercado y por tanto prohibitivos para la gran mayoría de la gente. Las previsiones de inflación anual para este 2024 carecen de todo sustento porque están elaborados con base en parámetros que no tienen que ver con el día a día; la desaparición del dólar ha ocasionado una reducción del 20% del poder adquisitivo porque todo producto importado ha encarecido su costo, encarecimiento que se ha prolongado, como es de suponer, a la canasta familiar.

Entonces, sin ningún sesgo, hay que decir que son las políticas erráticas en materia económica las responsables de la crisis que se ahonda más.

Augusto Vera Riveros es jurista y escritor

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