Aníbal Fernando Bonilla
Era el ocho de enero de 1988 cuando el abuso e injusticia operó en los hermanos Restrepo Arismendy, cuando la irracionalidad y la persecución se ensañaron en contra de dos adolescentes. Desde aquella fecha en el Ecuador el tema de denuncias sobre atropellos a los derechos humanos tomó otro cariz, mas, si se trata de enfrentar con valentía a las fuerzas oscuras del poder.
Corría el gobierno despótico de León Febres Cordero: época de tortura, represión, encarcelaciones anómalas. Una estructura institucional dedicada a políticas represivas se fue instaurando con asesoramiento externo (confirmada la contratación del israelí Ran Gazit). El antiguo Servicio de Investigación Criminal de Policía era la olla de grillos en donde se preparaban a sicarios “oficiales” para acciones temerarias con el aval gubernamental: época escalofriante en desmedro del derecho elemental a la vida, y con ello, a la libertad de expresión y organización. Varias investigaciones periodísticas y documentales surgieron de estos hechos vergonzantes, como El amor contra el poder – Los Restrepo en el laberinto de la impunidad (1996), de Claude Roulet y Dora Quintero, y Caso Restrepo: crimen de Estado (1998), de Mariana Neira. En esta última obra se antepone -con rigurosidad indagatoria- la reflexión sobre la preeminencia de la vida. Santiago y Andrés Restrepo Arismendy desaparecieron sin dejar rastro alguno que permita identificar su paradero. Suceso que conmovió al mundo, que sacudió a los organismos y activistas de derechos humanos, y a la ciudadanía que voluntariamente se incorporó a la cruzada por desentrañar la verdad de esta historia desgarradora. Admiración aparte merecen el sacrificio ofrendado por sus padres Pedro Restrepo Bermúdez y Luz Helena Arismendy Díaz.
Diego Cornejo afirmó que “la lucha de los derechos humanos […] en el Ecuador, por la democratización de sus instituciones y de la vida pública, no podrá ser entendida en toda su dimensión si no se considera cuanto gravitó en ella el drama de la familia Restrepo Arismendy”. Un drama sistemático en el que se conjugó el engaño, la presión sicológica, el amedrentamiento, el chantaje, la extorsión, la amenaza propiciada por miembros de la Policía Nacional. Parte determinante tuvo el testigo Hugo España, pieza esclarecedora en este macabro rompecabezas. Tras la declaración de España el país se conmocionó al confirmar la directa responsabilidad policial en la tortura, asesinato y desaparición de los cuerpos de los jóvenes Restrepo, según él arrojados en la laguna de Yambo, sin que se haya logrado su recuperación. “Los menores Santiago y Andrés Restrepo entraron al SIC-P el momento que al capitán Marcelo Valenzuela le festejaban por su ascenso. Estaban presentes agentes y jefes, incluida su máxima autoridad, el coronel Trajano Barrionuevo. Compraron pollos y posiblemente licor. España estaba de guardia en los calabozos”, se lee en el libro de Neira, revelando la violación de la ley y posterior impunidad.
Asimismo, en otro apartado se reitera: “Santiago y Andrés Restrepo ya no están pero su desaparición dejó una huella imborrable en este país. Le permitió a la sociedad civil descubrir los abusos de las fuerzas de seguridad, fortaleció el movimiento de derechos humanos desprestigiado como defensores de guerrilleros, y lo más importante, la gente perdió el miedo a las represalias por denuncias”.
Los derechos humanos tienen un vínculo profundo con el respeto a la otredad y la forma distinta de pensamiento, con la comprensión y aceptación a los demás, con el amor que se nutre desde el corazón rojo de ternura. Este artículo es un homenaje a Pedro Restrepo, fallecido el 24 de diciembre de 2024, luego de un dilatado sufrimiento. Que su lucha no sea en vano, y que todos los miércoles -tal como él lo hizo con entereza- en cualquier plaza o parque cercano reivindiquemos la valía suprema de la condición humana. Comparto sus palabras como aliento para el porvenir: “No creo en el Poder. El poder es corrupto. Creo únicamente en el amor y en la fuerza del pueblo cuando interrumpen el monótono discurrir del tiempo”.
