Iván Jesús Castro Aruzamen
VI
Azorado por terribles preguntas
cuando la gélida madrugada se consolida
-mientras que fuera por la calle el ronroneo de la ciudad
crece como el zumbido de moscardones violentos-,
nada iba a ser lo mismo para nosotros;
está el aire plagado de insectos
las hormigas rojas empeñadas en su faena;
bañado en sudor entre las sábanas
todavía tu sabor se arrima
hacia los últimos vestigios
de una larga noche entre tu carne y la mía,
horadando un lugar en este mundo;
aunque nunca sabré cuál o qué fue
tu primer pensamiento después que
el dolor y el aire de tu vida entrara en el abismo
de mis sueños esparcidos en tierra roja;
el resto del día tu inquieta sombra deambula por la casa,
también concentrada en los perros estrujas entre tus uñas
las escurridizas pulgas;
la única verdad es mi silencio, tu silencio, nuestros silencios
porque solo el día que mueras o yo perezca de repente
se apagará absolutamente esa única verdad que nos une.