Blog Post

News > Etcétera > Patxi Irurzun > Capítulo 12: Onán derramando en tierra

Capítulo 12: Onán derramando en tierra

La virgen puta. Una novela negra y punk por entregas de Patxi Irurzun con ilustraciones de Juan Kalvellido.

La luz de las farolas se filtraba a través de aquellas vidrieras de colorines y llegaba a nuestras pieles desnudas fragmentada en diferentes tonos, verdes, ámbares, añiles…

Estábamos tumbados en el sofá-cama boca arriba, uno frente al otro, con las piernas enredadas y los sexos lánguidos pegados, fumando cigarrillos, viendo brillar las brasas en la oscuridad y cómo las volutas de humo caracoleaban hacia el techo.

-Hay que gente que folla sólo para disfrutar de este momento- dijo Lorea.

-Será que esa gente o folla mucho o fuma poco.

Yo me sentía como un adolescente recién desvirgado. En cierta manera había sido así. La mayoría de las relaciones sexuales que había tenido en mi vida habían sido muy punkis. Siempre me encontraba tan borracho que extraviaba los recuerdos, como la noche anterior, y si no los besos con lengua sólo conseguían hacerme vomitar.

Por eso me había sentido tan nervioso mientras caminábamos hacia el nuevo piso, con aquella erección húmeda y dolorosa entre las piernas. Después, una vez allí, a Lorea le fascinaron de tal modo los crucifijos, las vidrieras, que comenzó a revolver en todas las habitaciones hasta que encontró un látigo, apareció haciéndolo restallar en ropa interior y a mí ya no me dio tiempo a pensar si estaba nervioso o no.

«Quieres decir que te la follas», había dicho su padre. Me gustaría que hubiese podido verla allá, cabalgando sobre mis ingles y golpeando el suelo con aquella verga hasta conseguir que la mía trepara como una enredadera por su médula espinal.

Ahora, tumbada frente a mí parecía más tranquila.

-¿Y eso qué es?- señaló otra de las escenas bíblicas en una vidriera.

Me había interrogado sobre ellas a lo largo de toda la noche y yo había conseguido explicarle casi todas.

-Es Onán, castigado por derramar en tierra- dije, aunque no estaba muy seguro.

En la cristalera aparecía un tipo de barbas con una serpiente devorándole allá por donde más había pecado -supuse-.

-Uno que se la meneaba.

-Tú eres un punki muy raro- dijo Lorea.

-¿Por qué?

-Eres fino… sabes todas esas cosas… Cualquier otro habría roto esas ventanas y hubiese pegado un poster de “Sid Vicious”.

-Es que yo soy un perdedor. Un punki de verdad no llega a los treinta años.

-Tú no eres un perdedor. Has llegado a los treinta porque tienes un don, eres un buen observador, escribes bien, y sabes que sería injusto echarlo a perder.

-Chorradas.

-Yo te admiro, Felisín. Mi padre dice siempre que tengo que madurar, que tengo que madurar, pero no sé cómo. Yo no tengo ningún don. Ahora ando con este rollo de los ordenadores, pero antes fue el teatro, la poesía… Bah, al final siempre acaba yéndose todo a la mierda. Mi padre dice que eso porque no sé encajar las críticas.

-¿Siempre dices mi padre dice?- la interrumpí.

Lorenzo Peruchena, el padre de Lorea, me había intrigado. Hasta entonces nunca había conocido ningún padre de mis colegas que esnifara farlopa. Ni tampoco ninguno que viviera en un chalet de lujo.

-Es verdad- Lorea contestó con una risita nerviosa-. Creo que tengo un complejo de Electra del copón- estiró el brazo hasta el paquete de cigarrillos, sacó uno y lo encendió con la colilla del anterior.

-¿Sabes? Es dibujante. Hace unas historietas de folleteo muy buenas. Igual podrías meter una en el nuevo número de «Borraska».

Me pregunté como un dibujante que publicaba historietas en fanzines como «Borraska» podía permitirse un chalet de lujo, y una asistenta, y pagar dos fianzas- dos «mordidas» en realidad, porque ni Picio ni Lorea habían pasado ante el juez- pero no quise hurgar en la herida.

-Por cierto, todavía no hemos hablado de lo de Gloria.

-Es verdad, empieza tú.

-Yo creo que no es un caso aislado. Los vagabundos tienen miedo, no quieren dormir en la calle, y por lo menos hay dos desparecidos, un tal Fistro y una tal Cucurrucu. Por otra parte del asesino de Gloria lo único que sabemos es que ella consiguió herirle en la cara y debe tener una buena marca.

-Eso y que la policía está protegiéndole. Por eso han hecho desaparecer las fotos de Picio.

-Y a mí me han amenazado- le recordé, pero ella pareció no oírme.

-Ahora hay que buscar a esos dos vagabundos, en la morgue, los cementerios, donde sea- las perspectivas le excitaban y se removió inquieta en el sofá.

Yo también me excité.

-¿Qué te pasa por ahí abajo?- preguntó

-Se ha despertado, debo de ser algo necrófilo.

-O igual te apetece otro cigarrillo- dijo ella, deslizando la mano entre mis piernas y cogiéndome la polla con ella.

-Cuéntame esa- dijo.

Señaló con la cabeza otra de las vidrieras. En ella aparecía una mujer desnuda tratando de esconderse tras un árbol.

-Es la casta Susana. Estaba como un tren y dos viejos la espiaban cuando se bañaba- comencé, y mientras hablaba Lorea retorcía su cuerpo, y las luces de colores de las cristaleras dibujaban ondas sobre su piel… Lorea era como una gominola enorme de esas con sabor a coca-cola y manzana.

Agarré el dedo gordo de su pie y lo introduje en mi boca. Era la forma más dulce de terminar un día tan agitado como aquel

error

Te gusta lo que ves?, suscribete a nuestras redes para mantenerte siempre informado

YouTube
Instagram
WhatsApp
Verificado por MonsterInsights