Prólogo de Claudio Ferrufino-Coqueugniot
Un libro imprescindible en mi opinión, más conociendo al autor y su búsqueda incesante por la memoria, los viajes y la experiencia, elementos que conforman un agudo, suculento y sabroso plato en la metafísica del hambre y de la gula, imperio de los contradictorios. Se es barroco para combatir la tristeza del vacío. Pasa lo mismo con la comida.
Siempre he sostenido que la gastronomía es la manifestación cultural más importante, el arte mayor de las artes. No solo incluye estética sino supervivencia, lo que la coloca por encima de otras que solo alimentan espacios superestructurales, por decirlo así, mientras este se concentra en el total comenzando por la base.
Maurizio Bagatin ha desarrollado una escritura que aparte de interesante es atractiva, pedagógica, sensual e infinidad de términos que se le aplican para explicar cómo el lector no puede soltar su hilado de palabras y párrafos hasta un supuesto fin, que nunca es definitivo, en el que encuentra alivio a este caos de lujuriosa belleza. Desde el Camerún hasta las estribaciones de Pucara en el valle cochabambino; desde las pausas venecianas al pasado histórico de intrigas y guerras, siempre acompañadas, una y todas, de comidas, olores y sabores que dan el tinte complementario a las escenas que detalla.
El color de Tenochtitlán, el asombro de los toscos conquistadores ante lo magnífico. Igual a las cortes orientales que a pesar de ser supuestamente despreciadas fueron imitadas para dar un toque de estética a lo grisáceo de la Europa medieval (pienso en Juan Goytisolo y en Flaubert).
Un viaje, esta obra es un viaje sin principio ni fin, sin etnias, cronologías, aunque se las presente a menudo. Un viaje del hombre en la primigenia lucha de vivir y alimentarse para ello. Periplo fascinante por algo con lo que convivimos y obviamos demasiado en su real importancia.
Maurizio ha logrado un compendio de supervivencia pintado en la dulzura del Renacimiento, la brutalidad expresionista o el ensueño de Monet. Agradecerle por ello, porque todavía hay tanto por aprender y más por disfrutar.