Cabe reflexionar después de más de doce años de Gobierno del Movimiento al Socialismo, si la sociedad boliviana avanzó en términos de democracia. Para muchos reflexionar este tema resulta innecesario. Sin embargo, la Comunidad Internacional mira con sigilo, confusión, y sin acciones concretas a un Gobierno boliviano que en palabras de su Presidente, Evo Morales Ayma, tiene como línea de acción política el legado de Fidel Castro.
En más de una década de persecución política y politización de la justicia, más de mil bolivianos huyeron a diferentes partes del mundo, mientras muchos otros, se encuentran encarcelados sin justa causa. Así, la democracia boliviana se ha derrumbado, y sólo queda esperar una fuerte reacción continental y porqué no mundial que ponga freno a las atroces acciones encauzadas hacia un discurso único.
Somos muchos los bolivianos que atendiendo las circunstancias en las que vive el país, quisiéramos nuevamente un retorno a la década de 1990 o los primeros años del siglo XXI. En ese tiempo, los candidatos a la presidencia debatían en programas de televisión y de radio, el ejercicio del periodismo no tenía ribetes de menoscabo o censura previa, se respiraban aires de una lucha no restrictiva de ideas en el Parlamento, y aunque siempre fue puesta en duda el accionar del Poder Judicial, se esperaba al menos cierto talante apegado a la ley en la Corte Suprema de Justicia y el Tribunal Constitucional. Pero lo más importante era, sin duda, el aire fresco de una democracia con pluralismo político, y cada vez mayor respeto por la dignidad humana. Los hechos lo confirman: la Constitución reformada de 1994, por poner un solo ejemplo, implementó el Defensor del Pueblo y el Tribunal Constitucional, y de esta forma – con independencia del posicionamiento ideológico – Bolivia avanzó en términos de un mayor respeto por los derechos fundamentales y el Estado de Derecho.
La historia de la democracia boliviana se vio francamente opacada desde la asunción al poder de Evo Morales Ayma: su discurso político y sus acciones de enfrentamiento sin ideas ni planteamientos reales, la resolución de conflictos por la vía de los enjuiciamientos criminales, e inclusive por la violencia física (tortura y ejecuciones extrajudiciales), las represalias y la criminalización contra el periodismo independiente, son solamente algunos de los asuntos de mayor preocupación.
A estas alturas, la reflexión debería alcanzar a personajes que de algún modo u otro todavía se empecinan en apoyar al régimen boliviano. Y cito como ejemplos a los españoles Pablo Iglesias, José Luis Rodríguez Zapatero, y un largo etcétera. Ciertamente, para el caso de la socialdemocracia y la izquierda moderna, no se comprende cómo este apoyo pretende valorarse en términos democráticos, cuando estas condiciones no están dadas, de manera muy lamentable, en Bolivia. Más allá de derechas o izquierdas, muchos somos los bolivianos que reclamamos justicia imparcial e independiente, pluralismo político, respeto por la dignidad humana, y atención primaria por los derechos humanos y fundamentales, y las libertades civiles y políticas.