El mundo se encuentra embarcado en dos guerras humanitariamente catastróficas: la de Ucrania y Oriente Medio. Increíblemente, el gobierno de Bolivia, no ha escatimado en ponerse en ambos conflictos bélicos a un lado de la balanza.
Primero, apoyó tácitamente a Rusia con declaraciones altisonantes en contra de la OTAN, por el “jefe supremo” del Movimiento al Socialismo, Evo Morales. A la par, en la misma línea de la historia, el gobierno de Arce Catacora, avanzó en acuerdos comerciales y hasta de “defensa” con la Federación Rusa e Irán.
Tristemente, Bolivia ha optado también por romper relaciones diplomáticas con Israel, acusándolo gravemente en una conflagración que lejos está de ser resumida en pocas palabras. Un poco de cordura, haría mucho bien.
Mi punto de vista, al menos el mío, valga la redundancia, es que en conflictos armados de esta naturaleza el gobierno de Bolivia – como miembro asociado del MERCOSUR y parte de la Comunidad Andina – debería guardar prudencia, y no echarse tan fácilmente a un lado de los contendientes. Neutralidad sería el mejor camino para no enturbiar más el conflicto de escala casi planetaria, ni aparecer como peón de regímenes de facto, tales como Irán y Rusia. Pero, muy lamentablemente, lejos estamos de prudencias o templanzas.
Aquí, vale la pena también preguntar, cuáles son los acuerdos militares, geopolíticos y geoestratégicos con Irán y Rusia, de parte de Bolivia, y su impacto en la región. Y de igual manera, si Europa va a seguir en una posición contemplativa y muchas veces de defensa de la así llamada “democracia” e “institucionalidad” boliviana.
Estados Unidos, y el gobierno de Joe Biden, también debería asumir una postura clara en el conflicto que encierra la puesta en marcha de un régimen que no respeta los derechos humanos, ni constituye una democracia, tal como lo acredita con suficiente rigor el Proyecto Mundial de Justicia (WJP), que revela el hecho que Bolivia ocupa el puesto 131 entre 142 países en cuanto al cumplimiento del Estado de derecho de sus ciudadanos en 2023. ¿La Unión Europea, los países de la eurozona, y Estados Unidos van a seguir “callados” frente a los atropellos del régimen boliviano contra la ciudadanía en su conjunto?.
En todo caso, y volviendo al primer acápite, cortar relaciones diplomáticas con Israel, justo ahora que el conflicto puede ampliarse – ojalá que no – a otros países de la región, es un enorme exabrupto diplomático e institucional. Una buena parte del mundo, la propia ONU y el Vaticano, por poner sólo algunos ejemplos, abogan por la paz, e inclusive han criticado tanto a Hamás como a Israel en sendas oportunidades. Pero cosa muy distinta es aliarse a un bando, que en nada contribuye a los afanes de alto al fuego, ayuda humanitaria y liberación de los rehenes, que al menos explícitamente, han hecho conocer el Papa Francisco y el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres.