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Bioterrorismo político

Iván Jesús Castro Aruzamen

El terrorismo ha sido motivo de sufrimiento en distintas partes del mundo. Pero sobre todo a partir de la década del 90 las acciones terroristas de grupos amparados en ideologías, religiones, partidos políticos, asociaciones de todo tipo, han sembrado el terror cegando miles de vidas inocentes. Por tanto, podemos definir el terrorismo como la acción de un grupo de fanáticos que por encima del bien común y la vida humana, buscan la imposición de su modo de pensar.

Ahora bien, de dónde provienen los actos terroristas; es decir, ¿cómo nace la acción de sembrar el miedo por medio de la violencia y la muerte? Quizá es extremadamente complicado delimitar ciertos campos de la acción humana de manera aislada. No obstante, la política es parte de la vida del ser humano; he escuchado con mucha frecuencia a políticos, sindicalistas y/o dirigentes de todo tipo, referirse a la política de manera reduccionista, arguyendo que desde su nacimiento el ser humano hace política. Nada más demagógico. Creo que tres posiciones estrechamente vinculadas desembocan en el derramamiento de sangre y víctimas indiscriminadamente; estas hacen a la acción humana, a saber: a) la política, b) el comunalismo, c) el fundamentalismo y c) el terrorismo; este último constituye la cresta de la ola.

El pensamiento político desde Aristóteles pasando por Thomas Hobbes y John Locke hasta Slavoj Zizek, Judith Butler o Byung-Chul Han, ha tratado de escrutar los caminos y las acciones humanas por los cuales hombres y mujeres en sociedad buscan hacerse con el poder. Después recién vendrá el modelo adecuado para vivir en una sociedad tal o cual, o la forma de ejercer el poder para este cometido. Más allá de ese itinerario del pensamiento político debemos asumir lo que dice Agapito Maestre, filósofo español: «La política es lo decisivo. La política es el ámbito determinante de existencia auténtica. La política es el espacio privilegiado donde al hombre le es dado realizarse en cuanto tal. La política hace a los hombres verdaderamente humanos»; pero cuánto cretino y magullero, asesino o megalómano, y hasta enfermos mentales, han poblado la arena política en todos los países. Nuestro país no sido la excepción, pues con Evo Morales, Garcia Linera y todo su séquito de aduladores hasta el actual ministro de gobierno conocido como el «bolas» son una muestra fehaciente de la degradación política. Por tanto, al parecer la acción política todavía no es el espacio para hombres normales .y buenos.

Toda actividad política se ejerce en comunidad, por tanto, se puede hablar de un comunalismo político, aunque algunos autores prefieren referirse como corporativismo; sin duda, el comunalismo deviene en sistemas colectivos como el socialismo en el que se da énfasis a la comunidad. Sin embargo, no se debe perder de vista el peligro de todo comunalismo y/o corporativismo que con mucha probabilidad pasará a ser un fundamentalismo. Michael Amaladoss, teólogo indio advierte de este peligro: “Communalism is based on a community, real or imagined, which has a source of common identity like religion, caste, language, ethnicity, etc. Communalism pretends that such a community based on one of the factors listed above also has the same economic and political interests which it has to promote and defend” (El comunalismo se basa en una comunidad, real o imaginaria, que tiene una fuente de identidad común como religión, casta, idioma, etnia, etc. El comunalismo pretende que dicha comunidad basada en uno de los factores enumerados anteriormente también tenga los mismos factores económicos y políticos, intereses que tiene que promover y defender). Estas agrupaciones comunales o corporativismos tienen como fin la división y la fragmentación de la comunidad nacional; pensemos en nuestro país en grupos comunales como cocaleros, mineros, o regiones como los aymaras, quechuas u otras naciones. De este modo los intereses impulsados por lo político se tornan destructivos para la unidad del Estado. Por esa razón el paso siguiente es el fundamentalismo.

Hoy los fundamentalismos ejercen el terror para perpetrar su verdad. Son una amenaza inminente para la sobrevivencia de la sociedad mundial. Roger Garaudy, pensador francés, los denomina integrismos; dice al respecto: «Todos los integrismos –tecnocráticos, stalinistas, cristianos, judíos o islámicos– constituyen hoy el mayor peligro para el porvenir. Sus victorias, en una época en que las únicas opciones son la mutua destrucción o el diálogo, confinarían a todas las comunidades humanas en sectas fanáticas cerradas en sí mismas y por ende empecinadas en enfrentarse». El integrismo y/o fundamentalismo político hacia el interior de las comunidades nacionales, no solo buscan la destrucción de la unidad, sino que además tienen en mente la desaparición del otro, de aquél que presenta una alternativa de construcción social. Y por lo general, como denomina Garaudy, el integrismo stalinista, en su vertiente socialista en nuestra América Latina fue nefasto en la historia política del continente. En nuestro país este integrismo gobernó en el partido de Evo Morales durante 14 años, socapando el tejido social e institucional.

En un momento difícil en que la humanidad y las sociedades atraviesan la amenaza de una pandemia, las acciones de los integrismos políticos para conseguir el poder a toda costa, devienen en un bioterrorismo político. La expresión se la usó en Venezuela. El gobierno de ese país denominó bioterroristas a sus connacionales que regresan de la diáspora. Según el madurismo, vuelven para infectar con el virus, porque no respetan los protocolos de bioseguridad. Sin duda, nada más fuera de la realidad. Sin embargo, constituye un acto de bioterrorismo de todo grupo integrista político, que no solo rompiendo las normas de bioseguridad exponen a sus seguidores al contagio, sino que también alientan por medio de protestas, manifestaciones, marchas, mitins a que el virus se propague al resto de la población; por tanto, el bioterrorismo político es ya un crimen de lesa humanidad porque atenta contra la vida e integridad biológica de la población y en última instancia, la vida humana.

En el mundo plural en el que nos movemos y cada vez más el nuevo paradigma de convivencia, ya no hay cabida para los integrismos, que creen poseer una verdad absoluta y buscan imponerla por medio del terror y la muerte al resto de la población en una comunidad nacional. La respuesta al bioterrorismo político solo es posible desde el respeto y el diálogo, porque es el antídoto para hacerle rechinar los dientes y pulverizar todo tipo de fundamentalismos, provengan de donde provengan.

Iván Jesús Castro Aruzamen es Teólogo, filósofo, poeta y escritor

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