Santos Domínguez Ramos
“Todo lo renovó Darío: la materia, el vocabulario, la métrica, la magia peculiar de ciertas palabras, la sensibilidad del poeta y de sus lectores. Su labor no ha cesado ni cesará. Quienes alguna vez lo combatimos comprendemos hoy que lo continuamos. Lo podemos llamar libertador”, escribió Jorge Luis Borges en 1967, en el Mensaje en honor de Rubén Darío.
Y ese párrafo lo recuerdan Rocío Oviedo Pérez de Tudela y Julio Vélez-Sainz en el pórtico de Rubén Darío. La vida errante, una magnífica biografía del poeta nicaragüense que han escrito con la colaboración de Cristina Bravo y que aparece en la ya imprescindible colección Biografías de Ediciones Cátedra.
Una biografía rigurosamente documentada que desde su familia e infancia hasta su muerte en 1916, a los 49 años (“soy un tronco viejo, arruinado, un hombre en cenizas”, confesaba en una carta) recorre la iniciación modernista con Azul (“Yo levanté con este libro una cordillera de poesía en todo el continente”); sus viajes por Centroamérica y su primera visita a España; su estancia en Nueva York y París; su incorporación a la bohemia, su destino como cónsul en Buenos Aires; su actividad de cronista en Los raros y la escritura de Prosas profanas; su vuelta a Europa y su experiencia en la España del 98, de la que surgirían España contemporánea. Crónicas y retratos literarios en 1901 y Cantos de vida y esperanza en 1905; su relación con Unamuno y Juan Ramón Jiménez o la importancia en su vida de mujeres como Francisca Sánchez, “la princesa Paca”, o Rosario Murillo, con la que se casó a punta de pistola y a la que abandonó muy pronto.
Se ofrece así un recorrido por las circunstancias biográficas y el contexto vital, histórico y cultural en el que surgen los libros de Rubén Darío, resultado de su vida agitada y trágica y de los muy diversos intereses que están en la raíz de su poesía: desde lo místico a lo erótico, desde lo existencial a lo social.
“La construcción de su trayectoria vital -escriben los autores- será una de las constantes de su literatura. Vemos […] un claro correlato entre lo que escribe en sus documentos privados (el «archivo» Rubén Darío) y lo que dicta en sus monumentos literarios (su obra, su canon). Una biografía como la presente pretende hermanar ambos discursos.”
Por eso, junto con la reconstrucción del itinerario vital de Rubén Darío y de ese esfuerzo por construirse una imagen pública, se ofrece -lo que es más importante- un recorrido por su obra y un análisis de sus textos más significativos: “Hemos utilizado profusamente -añaden los biógrafos- la producción literaria dariana en poemas y crónicas.”
Rubén es seguramente, si no el mejor poeta, el más decisivo en la poesía hispánica del siglo XX, que concibió la literatura como una gran conversación e impulsó la modernidad desde el diálogo con otras culturas, con otras literaturas, con otras épocas. Y de ese diálogo surge la síntesis entre lo antiguo y lo moderno, entre lo francés y lo hispánico, entre lo europeo y lo americano que está en la base del Modernismo.
El alcance de la renovación va más allá de la mera métrica o de cuestiones rítmicas. Con autores como ellos es fácil comprender que la poesía es sobre todo cuestión de voz, es decir, de tono y de timbre. Desde Garcilaso no hay una renovación poética comparable en importancia y transcendencia a la del modernismo. Y es que si el toledano puso al español a dialogar con la poesía italiana y con Petrarca, Rubén la pone en contacto con la francesa a través de Hugo y de Verlaine, como Cernuda o Gil de Biedma harían luego con la poesía inglesa.
“Necesariamente un trabajo biográfico presenta una revalorización de toda la obra dariana -explican Rocío Oviedo y Julio Vélez-Sainz en el prólogo-. Frente a la consideración que durante gran parte de los siglos XX y XXI ha reinado de Rubén Darío y, por extensión, del modernismo, como un fenómeno puramente poético, el nicaragüense probó fortuna en todos los géneros literarios del momento. La poesía modernista fue, sin duda, esplendorosa, pero el modernismo también tuvo impacto en la prosa breve, la novela, el ensayo y la crónica periodística.”
Y es que Rubén fue también un notable prosista, autor de artículos y crónicas cosmopolitas. Es el Rubén cronista de un tiempo y de un espacio: el París que simboliza la unión de arte y vida, de poesía y realidad, y ante el que pasa del entusiasmo a la desilusión, como pasó frente a la España del desastre y la bohemia desde la crítica del atraso a la nostalgia.
Entre la urgencia del cronista y la intemporalidad del poeta, Rubén tuvo un sostenido aprecio por estos artículos, que recopiló parcialmente en libros como Los raros o España contemporánea. Coinciden en ellos literatura y periodismo, vida y cultura, lirismo y actualidad. Rubén se convierte en espectador de su tiempo a través de crónicas filosóficas que arrancan de un suceso para llegar a una conclusión general que lo transcienda; con crónicas impresionistas, de tono conversacional, efímeras y con sabor de época; con semblanzas de autores como Poe, Verlaine o Marinetti. Y en agudo observador de lugares y espacios en las crónicas que recogen sus impresiones de viajero por el Rhin, París, Mallorca, Londres o Tánger.
Sin el influjo determinante de Rubén, autor de una obra que con Azul y Prosas profanas cambió el rumbo de la poesía española e hispanoamericana, no hubiera sido posible nada de lo que vino después. La importancia de la renovación métrica y rítmica, su revitalización de la lengua poética lo sitúan en un nivel de influencia comparable sólo con Garcilaso. Ambos son los límites que marcan un antes y un después en la poesía en español.
Lo subrayaba Borges en el texto que se evocaba al principio: “Variar la entonación de un idioma, afinar su música, es quizá la obra capital del poeta.”
Así resumen los autores de esta biografía, que es también un espléndido acercamiento a su obra, su orientación y su propósito: “Intentamos, pues, dibujar una figura compleja, contradictoria, inabarcable e inmarcesible. Nuestra lectura de Darío es solo una más, pero creemos que muy bien documentada. En breve, en esta biografía destacamos el aspecto archivístico de la biografía, que la separa de las muchas existentes, que proceden de la urdimbre de relaciones personales que establece a lo largo de sus muchos viajes y de su labor como cronista. Esperamos dar así nota cabal de un autor que marcó el devenir de la literatura hispánica en su momento como adalid de una de las grandes revoluciones de la lengua española. Asimismo, en su obra se encapsula gran parte de los grandes movimientos literarios del siglo XX que, como veremos, previó y prologó. Como indicara Borges poéticamente, Darío fue el libertador de la palabra.”