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Bicicleteando

Maurizio Bagatin

Verbum

Bicicletear, pedalear, otros sinónimos desvirtuarían la noble acción de ir en bicicleta. Moverse, impulsar, acelerar, correr, avanzar no son lo mismo. Y no es lo mismo bicicletear los domingos por la mañana, por avenidas desérticas o bien arrimados pedalear por el Valle Alto o el Valle Bajo de la Llajta. Ir al propio lugar de trabajo, trasladarse desde un barrio a otro, cruzando animalescas avenidas, arriesgando las fauces de camiones sobrecargados, micreros apresurados y taxista esquizofrénicos. La Llajta dejó de ser valle para las dos ruedas, Hércules, Raleigh y Phoenix han sido suplantadas por dos ruedas futurísticas del fin de semana, de los eufemísticos días del peatón, sin los cuales habría menos accidentes entre los mismos ciclistas.

Mercados

Las clases sociales definen el precio de la papa, del tomate y hasta de la lechuga. A cultivarlos son las mismas campesinas y los mismos campesinos, y a llevarlos a los mercados son casi siempre las ranqueras que ya conocemos, o las nuevas que aprenden muy rápidamente viejas mañas del comercio. Los mercados son acuarelas vallunas. Los domingos aún más; en la sección comida el fricasé es la autoridad, en la zona el cardán caldito es el rey, siempre con una mirada al humeante plato y otra que parece saludar a la caserita verdulera. Es un desplazarse más monumental, mas cíclico, los domingos también en los mercados el tiempo se vuelve biológico. Santa Vera Cruz se carcome el nuevo mercado instalado frente a la refinería Gualberto Villarroel, Santa Bárbara recibe cebollas y papas del Perú, el Mercado campesino tiene el tono de nuevas frutas exótica: Pitahaya, naranjas siete sabores, asaí. El pueblo colla está diversificando su paladar.

Gentrificación

Con el Barón Haussmann Paris cambió de fisionomía, Baudelaire vivió todo esto. Las barricadas de la Comuna de Paris no debían repetirse y entonces “a destripar” la Ville Lumière. Todas las ciudades, tarde o temprano, sufrieron las mismas amputaciones, o similares atrocidades. Pedaleando por la que un día fue la “ciudad jardín” vemos el fenómeno llamado gentrificación, como en pocos minutos, desde el verde de la ciclovía de la zona norte, luego de haber desafiado el cerro San Pedro, uno baja hasta la imponente y hedionda Laguna Alalay y encuentra el desierto de la zona sur. Tristemente ahí no hay árboles -el pasado campesino obnubilado con la llegada al sueño de la urbe – solo asfalto y hormigón. Amor y odio entre el pasado y el futuro se enfrentan, destruyendo nuestro presente.

Rock evangélico

Abstemio, no apto para Mick Jagger. En una sola calle hasta tres iglesias parecen enfrentarse en una batalla rockera. Un gran concierto con el solo silencio de la iglesia católica en estos días de indecente decadencia. En las provincias hay que reconocerle el haber logrado distraer miles de víctimas del alcoholismo, sin haber generado felicidades.

Verde

Efectos del cambio climático, hoy hay un otro verde en los parques y en los jardines, desde ayer una ligera metamorfosis – un regalo biológico afuera de todas las estaciones – ha trabajado duro para regalarle una nueva linfa, una nueva vitalidad a las rajaduras que sufría la tierra. Es un verde casi cristalino, de los tantos verdes es lo que inyecta vigor al mayo de las madres, al invierno que nos espera.

Cuerpos

Con los años cambian nuestros cuerpos. Nuestra relación con ellos. El óxido y las arrugas, la ceguera. Oímos solo lo que nos conviene. Se acerca una mujer que ayer era nuestra Afrodita, sonríe como ayer, mira más fijamente que ayer, el esmalto no será lo mismo pero seguimos perdiéndonos en su pasado, en la estatua del neoclasicismo, en la Lilith que nos engatusó.

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