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Basura nuestra de todos los días

El colapso del relleno sanitario de Alpacoma, en La Paz, puso en evidencia nuestras miserias. Si bien será una auditoria la que establezca si se debió a la negligencia de la empresa, a los riesgos que entraña la inestable e impredecible topografía paceña, o a ambos factores, la gestión de basura nos expone a intermitentes conflictos de difícil solución integral. Llaman mi atención los casos de áreas metropolitanas de Cochabamba y La Paz. ¿Sabía usted que el año 2016, el Foro Económico Mundial calificó al botadero de K’ara K’ara de Cochabamba entre los 11 peores ejemplos de manejo de residuos del planeta? A pesar de que este vertedero paso a la condición de relleno sanitario siendo mejor gestionado, lo relevante es que desde el año 2001 fracasaron los planes de cierre y clausura definitiva. No se encuentra lugar donde emplazar uno alternativo y la instalación de plantas de reciclaje no avanza por no priorizarse su financiamiento concurrente por parte de municipios, gobierno central y gobernaciones.

En La Paz, el conflicto escaló a partir del bloqueo a la reparación del daño producido por el deslizamiento condenando a la población del área metropolitana a transitar en una atmósfera cada vez más fétida e insalubre. Percances de esta magnitud no deberían instrumentalizarse con la idea de menoscabar la imagen de un adversario político sea cualquiera su afinidad política e ideológica. La demagogia de dirigentes medios del MAS empañó la reputación solidaria de la metrópoli paceña y de su población andina.

Según el gobierno central “no era asunto suyo”; archivó la Ley de Gestión Integral de Residuos promulgada con bombos y platillos en octubre de 2015, la cual establece que “la gestión de residuos se articula con las políticas de protección de la Madre Tierra, agua y saneamiento… salud, seguridad alimentaria y gestión de riesgos”. ¿Se ha constituido el Consejo de Coordinación Sectorial de gestión de residuos que involucra al gobierno central a gobernaciones y municipios? ¿Funciona? ¿Los casos más complejos hacen parte de su agenda?

Las preguntas suman. ¿Por qué el Presidente esperó que se acumulen 1.500 toneladas de basura tóxica en la sede de gobierno y la realización de las falsas primarias para finalmente doblegar la irresponsable decisión de un alcalde acostumbrado a rendirle pleitesía? No hay duda, la estupidez y el oportunismo político de aspirantes a diputados en tiempos preelectorales no tienen límite. En este contexto, resulta ingenuo preguntar por la inacción del ministerio de Gobierno frente a un bloqueo que agravó el riesgo medioambiental siendo imperativo actuar por “razones humanitarias” y en defensa de la Madre Tierra.

Era políticamente rentable deteriorar la imagen de Revilla, hasta que el desgaste les llegó a ellos mismos. La Paz debió soportar la basura diseminada por las multitudes convocadas para la celebración de 13 años del proceso de cambio y en ocasión de inauguración de la feria de Alasitas. ¿Será que esta crisis contribuye a un cambio de actitud y comportamiento en vecinos, dirigentes y autoridades y se reorientan prioridades de inversión pública?

Presionado por la escalada de protestas y al límite de la impotencia, el gobierno municipal paceño ha comprometido presentar un plan de cierre del relleno sanitario en los próximos 60 días. A la luz de la experiencia vivida en torno al fallido cierre del relleno de K’ara Kàra dudo de la viabilidad técnica, social y financiera de esta promesa. El gobierno central lo sabe. Lamentablemente el mayor obstáculo radica en la falta de una actitud colaborativa y visión estratégica de los tres niveles de gobierno de un Estado cada vez más centralista y políticamente polarizado.

Nos quedan tres caminos. Reconocer que no somos seres celestiales asumiendo, individual y colectivamente la responsabilidad del manejo de nuestra propia basura, recurrir a la súbita benevolencia del caudillo que tardíamente anuncia apoyar la industrialización de la basura, o invertir para ingresar a la era espacial y expulsar nuestros deshechos al espacio sideral. Disculpen la ironía.

La autora es psicóloga, cientista política y ex parlamentaria

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