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Bajo cero y sin luz

Maurizio Bagatin

La ciudad más joven del país tiene personajes sólidos en su absurdidad. Y la trama de una ciudad es la trama de sus habitantes, todos andando detrás de sus tragicomedias cotidianas.

“La literatura de ficción siempre, en todas sus formas, intentó ser realista”, nos avisó nada menos que Raymond Chandler, y sin un Philip Marlowe, o más bien con muchos Philip Marlowe delirantes y destartalados, Oscar Coaquira Ali va destapando la “maraña vertiginosa” que está envolviendo El Alto, y nos la devuelve después de una minuciosa radiografía, desnuda, cruel y autentica, así como la vemos, así como la imaginamos, así como es. Los absurdos personajes de esta novela son tan bien construidos que hasta podríamos llevarlos a cualquier otra ciudad del globo terráqueo, y no se desfigurarían. Ambición, angurria de poder y de dinero hace que las instituciones públicas se hayan transformado en clanes mafiosos y que sus funcionarios sean ahora los gánsteres tout court que dominan la ciudad más joven del país. Y será tal vez por eso que sus hijos salen a una guerra de sobrevivencia a diario, y a su retorno necesitan desahogar sus rabias en los antros de perdición. Son personajes condenados desde su nacimiento, y “sin un final feliz”, indica el chamaqani Gervasio Quispe.

Ya en Todos los caminos, Oscar Coaquira Ali nos abrió una puerta novedosa para la literatura alteña, delineando su estilo narrativo, algo que Cormac McCarthy trazó durante una entera carrera literaria y que el escritor alteño recibió como un mensaje subliminal.

El Alto bajo cero es una novela que es también la lectura de nuestra condición actual. Perdida la confianza y la esperanza en la política tradicional, hubo un quiebre moral y tal ruptura nos ha conducido donde todo vale. Ahí es donde el poder no tiene pausa alguna, nunca se detiene, es siempre presente y complaciente, nos confunde y se oculta, no se descuida y domina quien no resiste y hasta quien no existe. Hasta conducirnos al punto donde el poder muestra el verdadero rostro de nuestra especie.

Al final de esta novela, se desvela que el secreto de toda obra literaria es que no hay secreto: “…los acertijos más complejos se resolvían de la manera más sencilla. Como el cuento La carta robada de Poe”.

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