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Aun falta

La sobrevivencia de la democracia está cada vez más difícil y llena de múltiples amenazas debido a la compresión reduccionista y utilitaria de los actores políticos.

Los simplistas piensan que esta a buen recaudo con tan solo convocar regularmente a los ciudadanos a las urnas para constituir los órganos de poder, como si ello automáticamente garantizaría el despliegue de sus valores y principios sin objeciones ni peligros de naturaleza alguna. Este reduccionismo impide someter, la compleja realidad, a escrutinios permanentes reduciendo su ejercicio al voto como un rito limpiador de toda impureza autoritaria bajo el supuesto que los nuevos gobernantes desde ese momento estarán dotados de capacidades excepcionales.

Su realización es una tarea de largo aliento, es una construcción histórica que ahora impacta en las sociedades como una forma de vida en la que el ser humano debería ser un creador y transformador de la realidad y no una mera marioneta apoltronada en la comodidad de la abulia y la intrascendencia.

La democracia cotidianamente está sometida a duras pruebas debido a la presencia de posturas heterogéneas y complejas que felizmentge imposibilitan la existencia de pensamientos uniformes, la diferencia es la norma que de no ser apreciada en su justa dimensión termina siendo la promotora de la instalación de regímenes autoritarios y antidemocráticos.

En la década de los 80, nuestros pueblos rebelados y en las calles expulsaron del poder a las dictaduras reemplazándolas por gobiernos democráticos cuya institucionalidad casi inexistente tuvo que ser construida a golpe y porrazo para darle una mínima estabilidad a los futuros gobiernos, esfuerzo que no siempre fue coronado por el éxito, sino más bien con la apertura de nuevas conflictividades, redefinición de conceptos y generación de nuevas prácticas.

Es el caso de la institución del voto, que ya no es una garantía de la existencia de la democracia, el neopupulismo del siglo XXI lo ha envilecido de tal manera que ahora puede servir también para consolidar regímenes autoritarios en franca afectación a la democracia. Muchos gobiernos, cuyo mandato surgió de las urnas, ya no son una referencia democrática, son dictaduras electoralizadas que someten a los pueblos a practicas vergonzantes y feroces.

Así lo demuestra el Índice de Democracia 2024 realizada por la Unidad de Inteligencia de The Economist, que afirma que “…pese a que fue año electoral récord un porcentaje elevado de la población mundial está sometida a regímenes autoritarios o híbridos”

De este modo, en nombre del voto recibido, se cometen atropellos, abusos y crímenes con la coparticipación o la mirada cómplice y cobarde de gobiernos, se reivindican derechos provenientes de la democracia para justificar la infamia, miren el horror de la barbarie asesina perpetrada en contra de los palestinos por

un gobierno constituido bajo los parámetros democráticos pero que en los hechos renueva el holocausto en pleno siglo XXI, ya no en calidad de víctima sino de verdugo. .

Bolivia no es ajena a esta realidad, en estas dos últimas décadas, la democracia estuvo sometida a durísimos ataques y afectaciones que han puesto en jaque su existencia y que ni la primera ni la segunda vuelta electoral del presente año la repondrán a plenitud, sino solo a través de un proceso que no debe ser interrumpido ni enredado por ineptitudes o maquinaciones espurias, para ello es necesario que se recupere la mirada de conjunto y no de parcialidades distractivas, que permita la identificación del contendiente principal, superando los ruidos producidos por los rebuznos lisonjeros de los infaltables adulones y percibir que el periodo que se abre requerirá de mucha agudeza y sacrificio.

La recuperación y reconstrucción de la democracia empieza con un déficit, no se vislumbra una gran causa ni una conducción política con la estatura suficiente para enfrentar los desafíos de la crisis del periodo. Deben entender los contendientes electorales que cualquiera que sea el ganador, las urnas no le otorgan un cheque en blanco para que gobierne discrecionalmente ni con facilidad.

La conclusión del ciclo del MAS no implica la inexistencia de remanentes del pasado, de los cuales hay que tener cuidado, si el futuro gobierno no asume la responsabilidad de que tiene que culminar con la tarea de cerrar en definitiva el periodo anterior e inaugurar uno nuevo, corre el peligro de que se reactiven residuos antidemocráticos y se prolongue la agonía del autoritarismo, cuya caída final involucrará a moros y cristianos sin discriminación alguna.

No se debe dar por hecho el final del periodo anterior, cuidado en Bolivia hay muertos que gozan de buena salud.

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