Luis Alfaro Vega
¡En abanico temático y estilístico se despliega la cantera poética de Osvaldo Sauma! La poesía es en su mundo, aire que lo asiste en prodigio regocijante hasta alcanzar la salud de individuo animado, timbrando la voz rebelde que lo define. La poesía lo coloca en el instante de su propia realidad, un escenario en desafío constante de elementos primarios, originales, raíces en provocación de la templanza cotidiana que se hace y rehace en la colmena humana.
Sus poemas revelan, encarnando, las íntimas fortalezas y debilidades de un ser humano que palpita en el núcleo y en la periferia de la sociedad, mirada intransigente que no se somete a la disciplina impuesta, que procura, con su lúcida y audaz perspectiva, fecundar la civilización que lo proyecta y lo habita.
Osvaldo Sauma, poeta auténtico que se solaza en el paraíso constituido de versos, tejido de vivencias que saturan los sentidos:
poesía
eres mi asidero al borde de la muerte
la sombra inseparable
de mis regiones más esplendorosas
El desconcierto frente al instante de la muerte, la carcomida seducción por la glándula de lo social-histórico, la sutil fiebre de la atracción de los cuerpos, la soledad de individuos en sociedad, el inasible trascendente teológico, temas, revelaciones y hundimientos que el poeta afronta embebido de perturbación, estremecido de estallantes huellas, espiando, con el favor de sus instintos, las banderas que en flameo pernicioso y benefactor, dualidad suya en su poética, a veces lo regocijan, a veces lo entristecen, dejándolo desnudo frente a las trampas del entorno, pero siempre de pie, a pesar de la consuetudinaria nostalgia.
Es la suya una poesía que, en mérito de propósitos, no juzga, se mueve dispersando múltiples enfoques, deslizándose hacia el horizonte que siempre fulge en la movilidad de los días, ascendiendo y descendiendo en la promoción básica que se cuece a ras de suelo, donde los seres humanos respiran, bregan y sueñan. Acontecer humano, potente fase que unifica el presente con las categorías laberínticas de la historia, memoria que alimenta el insomnio, sin dejar de lado las intuitivas tinieblas por el incierto futuro, perturbadora prueba por vivir, en el que se concibe alerta y dispuesto, porque
a eso vine
a atrapar el instante ancestral del fuego interno
La soledad es una de las columnas de su devenir poético, navega una y otra vez en la virtud de esa rehabilitada plegaria que a veces lo colma y a veces lo vacía hasta dejarlo en desventura tal que
le habla al solo de adentro
desde la soledad de su afuera…
La soledad, despistada terraza superpoblada, no acontece como un flujo supersticioso en sus versos, más bien fluye desplegando certezas, evidenciando que con ese íntimo resbalón anímico se usurpan nuevos frutos, se alcanzan paisajes de una región nutricia, rendimientos que conducen, sin la fatalidad del atribulado bullicio de la multitud, a un estado de serenidad que colinda con frescuras en sostenida dignidad. El poeta, como unidad anímica, se ve permeado por la autonomía de la soledad:
la soledad que trae
está llena de ausencias
de ternuras contenidas
de olvidos y reencuentros
En quedo rumor, altisonante quejido, o beatífica plegaria, Osvaldo Sauma innova la soledad, la evoca y la conduce hasta el espejo del paisaje interno, donde están erguidas sus laberínticas circunstancias y dispersos momentos, donde puede abrazar al niño que le palpita adentro, transcurso útil del destino que es él mismo, juego de reflejos en el espacio cuajado de presagios, indeterminadas inquietudes y virginales delirios. Soledad como un solemne subterráneo en pendiente de formas y colores que conducen el carruaje de su ser y sus ideas. El poeta invoca la soledad porque forma parte constitutiva de su identidad:
hoy no llamaré a nadie
hoy quiero emborracharme
a solas con mis ángeles
aquí adentro
no hace falta el mundo
La patria femenina es otro cosmos de su creación poética, prolífica isla que lo subyuga y lo conduce. Se trata de un párrafo contundente en el libro de su vida, materia y causa a la que vuelve con reiteración, ligando, eso sí, en plenitud de comienzos y recomienzos, instantes de felicidad con tropiezos y meditadas decepciones.
cierto fue el ardor
la semilla viva de tu desnudez
La relación de pareja como asociación de ineludibles caprichos, fisiología de íntimos conocimientos en inestable ventolera, donde ambas partes, coincidiendo en la ambigüedad de lo expuesto, deficiente eternidad, se lanzan gozosas al abismo:
mi cuerpo
sólo existe por tu cuerpo
principio de todos los comienzos
de todas las muertes y las resurrecciones
Manifiesto carnal la cercanía de las pieles, en noviazgo con la elevación y nudo de las bóvedas de erótico delirio, manifiesto en llama viva dentro del tiempo, acarreando porciones de paraíso para el necesario éxtasis de individuos que respiran adjuntos, y, asimismo, en embrollo de temores e insatisfechas avideces que tuercen el sendero y quedan en deuda, vacante que vibra, con las más entrañables ansias:
perdido dentro de mí
persiguiendo aventuras carnales
que no acaban
por derrotar el tedio y sus herrumbres
El grisáceo aroma de las decepciones deviene como un fuerte reflejo en el frontispicio anímico del poeta. Reclama e insiste en la parodia de la traición, panorama morbosamente vacío que destiñe el lienzo de un paisaje florido y colorido que en común se construyó. Dolores secretos, traiciones, furiosa brisa que sopla, temores pulsando, malcontentas ambiciones que no terminaron de iluminarse, y abrieron un profundo despeñadero:
los pasos sigilosos de la traición
los gestos de la mentira
en la mirada imprecisa de tu interior
Con versos heridos en su transcurso doloroso se pregunta el poeta cómo se puede amar cuando ya no se sueña el amor, qué nostalgia o agria imprecisión borró, menester rudo del destino, la historia de la dulce alianza de los cuerpos. Y reforzando el tono, simbólica elegía de despecho, expone las consecuencias:
te advertí
que un buen día
te ibas a topar con mi silencio
que es implacable y eficaz
La vitalidad cesó, y la ruptura aturde, desfigura la cara y los objetos en torno, se desplaza una esencial tristeza que se instala, sutil desgarrón, en el propio cielo, que relampaguea, y en el que se gesta una mengua psíquica que se desplaza hacia el reproche:
y ya ves
ahora no sos más
que una bandada de pájaros desteñidos
sobre un oleaje de tarjeta postal
Otro tema de calco pertinaz en Osvaldo Sauma es la infancia, la nostalgia por los días pretéritos en que se tenía vía libre para la felicidad, sin la lepra de los límites y las concepciones de los adultos:
la infancia huyó
mientras crecía la barba y la tristeza
y las carretas y los percherones
se esfumaron de las calles del barrio
Arribo a la adultez como ineludible carga de abatimientos, desolaciones y nostalgias, añoranza de un tiempo que no se resistía a lo simple, huerto de juegos que fulgía en el corazón agraciado de niños que sólo sabían la dicha de estar despiertos para enmendar a su gusto la caída del rayo de las ilusiones, adentrarse placenteros en el silencio de la dicha entre gritos y risas de infinitud. Mañanas y tardes signadas por el canto de los pájaros y los zigzagueantes paseos en bicicleta. Tiempo de la infancia, inundada de fundamentos fértiles, posibilidad lúcida de eternidad:
…niño aquel
que entre juegos fue todo y feliz
Osvaldo Sauma, flotando libre sobre el ancho océano de su poética, se muestra de cuerpo entero desde lo íntimo, no teme represalias por las debilidades expuestas, ni padece de arrepentimientos al evidenciar que se apropia de prerrogativas sencillas, como hablar con los árboles, o con los pájaros, o proteger a la cucaracha, o dejar sentado su hastío frente a la atrofia temporal de los políticos, giros y revueltas que el poeta descifra según los equilibrios y desequilibrios de su particular percepción y privativa conciencia.
Nos lega Osvaldo Sauma un manojo de libros en los que palpita un goce y una música próximos al éxtasis, pero también en requiebro de inquietudes, desconciertos y afecciones que en lo interno padece, lo manchan y con versos libres expone:
vivo apartado de los pedestales
del rencor sordo y los ascensos
y gozo husmeando la raíz de la mañana
el influjo que desborda el curso de la vida
Es la suya una poética que expresa y rescata la fiebre y el latido acumulado de su identidad, testimoniando la música de las palabras, vitalizando, mientras expone, el terco flujo de su gnosis. Poesía como brotes surgiendo entre ruinas, animando, con su originaria vitalidad, el azaroso curso de los seres humanos, en un espacio-tiempo históricamente definidos. Versos en los que deja, evidencia de su presencia soberana, el oasis de su universo interior:
la rebelión el abrazo el canto
el equilibrio interior con la vida
nuestras armas totales
Osvaldo Sauma es, en mi humilde razón de empedernido lector, el poeta vivo que palpita el sitio y fuente de la mejor poesía actual de Costa Rica.
Versos tomados de la antología: La canción del oficio. Poesía reunida (2012-1983) y poemas inéditos. Editorial Germinal.